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La última barrera del Congreso

La Cámara busca fórmulas para que los diputados en silla de ruedas accedan a la tribuna

Juan José Mateo
La ministra Dolors Monserrat saluda al exdiputado Francisco Vañó.
La ministra Dolors Monserrat saluda al exdiputado Francisco Vañó. Kike Para

Miércoles 22 de febrero. El Congreso vota quién integrará la Comisión de secretos oficiales. Uno a uno, los representantes de los partidos se dirigen hacia la urna para depositar su papeleta. Entonces, Ana Pastor, la presidenta de la Cámara Baja, se levanta. Hay un diputado que no puede votar así. Es Ignacio Tremiño. Hace años que un accidente de coche le provocó una lesión medular. Se mueve en silla de ruedas. No puede bajar hacia la urna ni subir las escaleras hasta la tribuna de oradores. Y Pastor deshace el entuerto cubriendo la distancia que les separa para recoger su voto. El gesto resume un problema y un propósito: justo ahora que todas las comunidades de vecinos están obligadas por ley a instalar rampas y elevadores, la Cámara busca cómo combinar los derechos de los diputados en silla de ruedas con la preservación de un edificio histórico.

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“Se está buscando una solución para el problema”, explica el diputado del PP, que debe instalarse junto a las taquígrafas cuando interviene en el pleno, como ocurrió a principios de febrero, porque no puede subir las escaleras que llevan hasta la tribuna. “El acceso al escaño, al restaurante, a las salas de comisiones, moverme por el Congreso… no es ningún problema”, sigue. “Eso es mérito de Paco Vañó, que estuvo aquí como diputado durante tres legislaturas y sí que tuvo que luchar contra todas las barreras arquitectónicas que había, y también contra las mentales. Él rompió los esquemas”, añade. Y subraya: "Hay que normalizar la discapacidad física, que se vea que una persona con discapacidad tiene capacidad para ser representante político, trabajar en una empresa… Y eso solo se ve en el día a día. Las instituciones lo tienen claro. Hace falta ganarle la batalla a la sociedad".

Ignacio Tremiño, durante una intervención en el pleno del Congreso.
Ignacio Tremiño, durante una intervención en el pleno del Congreso.ULY MARTÍN

Vañó recibió este lunes una distinción por su lucha a favor de la accesibilidad. Pastor y Dolors Montserrat, la ministra de Sanidad, asistieron al homenaje organizado en el Congreso por el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (CERMI). Todos los asistentes coincidieron en que la perseverancia del exdiputado sirvió para que la Cámara Baja sufriera una metamorfosis estructural que ha facilitado el acceso a casi todos sus recovecos. Sin embargo, perviven algunas fronteras invisibles que dividen a los diputados en función de su capacidad para desplazarse: igual que no puede subir hasta la tribuna de oradores, Tremiño solo puede optar a sentarse en la última fila del Hemiciclo, porque para llegar a cualquier otro asiento es necesario atravesar unas escaleras. “Seguramente por ese motivo no me han hecho ministro”, bromea sobre la bancada que ocupa el Gobierno.

"La Casa de las Leyes debe ser la primera en cumplirlas", argumenta un portavoz de la CERMI, que mantuvo una reunión la pasada semana con representantes del Congreso para mejorar la accesibilidad del edificio y en concreto la de la tribuna, cuya reforma pidió por escrito en 2016. "La accesibilidad no es una comodidad, un lujo o un favor que se nos hace, es una cuestión de derechos humanos, sin accesibilidad se discrimina y se excluye a las personas que tenemos un funcionamiento distinto al canónico imperante", explica. "Sin accesibilidad, en el Parlamento, o en cualquier otro ámbito o esfera, se violan los derechos de las personas con discapacidad".

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El Senado, que celebra sus sesiones plenarias en un edificio moderno, sí ha acometido reformas para adecuar totalmente las instalaciones. En total, la Cámara Alta invirtió casi 40.000 euros en 2016 para hacer accesible su tribuna de oradores, el hemiciclo y un despacho a la senadora Virginia Felipe, que se desplaza en silla de ruedas. Antes, la representante de Podemos tuvo que quejarse oficialmente: ni siquiera pudo acceder al antiguo senado para tomar posesión de su acta de senadora.

¿Que la tribuna del Congreso no sea accesible refleja los problemas de accesibilidad que afrontan en su día a día las personas que utilizan sillas de ruedas? "Es una muestra de la falta de concienciación, voluntad y cumplimiento de obligaciones", responde Felipe, que esta misma semana verá cómo la Cámara Alta vota la creación de una Comisión legislativa sobre discapacidad, con el fin de impulsar la aplicación de medidas legales que mejoren la integración de este colectivo, que agrupa a más de tres millones de personas en España, según el CERMI. "Téngase en cuenta, por ejemplo, que antes del señor Tremiño ya hubo un diputado en silla de ruedas, el Sr. Vañó, desde 2004 a 2016. Y la tribuna de oradores sigue sin ser accesible para todas las personas", sigue. Y recalca: "Pero no solo la tribuna de oradores: ¿Acaso una persona en silla de ruedas no puede formar parte de la Mesa de Presidencia y ocupar su lugar en la tribuna correspondiente? Y los escaños del Hemiciclo tampoco son accesibles (...) Insisto: no es una cuestión de voluntariedad. La accesibilidad es una obligación, para entidades públicas y privadas, tanto en zonas urbanas como rurales, y también se aplica a monumentos culturales e históricos del Patrimonio Nacional".

Pasa en el Congreso: los gestores de un edificio histórico estudian cómo pueden derribar las últimas barreras que quedan en la Cámara Baja.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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