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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

¿De quién es la máquina del fango?

El periodismo irrita. Y cuando irrita la culpa de los hechos que se cuentan es de este, no de quienes quisieran que el periodismo callara en según qué casos

Iglesias y Pepa Bueno.Vídeo: Á. D. (EFE) / ATLAS
Juan Cruz

Ocurrió ya otra vez, ha ocurrido muchas veces, y ahora vuelve a ocurrir. El periodismo irrita. Y cuando irrita la culpa de los hechos que se cuentan es del periodismo, no de quienes quisieran que el periodismo callara en según qué casos. Enfangar al periodismo es muy fácil: basta con que tengas a mano una máquina del fango. Y para limpiar el fango basta con decir que la máquina del fango son los otros.

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Cuando Ramón Espinar, líder de Podemos en Madrid, tuvo que dar explicaciones públicas sobre un piso protegido que compró y vendió en circunstancias altamente polémicas fue porque una periodista, Mariela Rubio, investigó la información y la dio en los espacios informativos de la Ser, cadena de radio del grupo que edita EL PAÍS.

La información era de raíz y origen verdaderos, tanto que fue causa de una mayúscula cobertura no sólo en la emisora de origen sino en todos los medios informativos de este país. Espinar salió a explicar en público las circunstancias de esa transacción inmobiliaria que hizo en edad juvenil.

Luego Espinar ganó las elecciones partidarias en las que estaba implicado y detrás quedó un eslogan que sus compañeros de grupo político inventaron para rebajarle a la periodista el grado de su trabajo profesional. No fue ella la que hizo la información; la hizo… la máquina del fango. Parecía, y se dijo con la potencia con que las redes vomitan el fango, que fueron las altas autoridades de este grupo las que habían urdido en despachos oscuros la historia de Ramón Espinar y su piso en Alcobendas. La historia era verdadera; no venía de ningún fango; la máquina del fango fue la que se lanzó contra la periodista y el grupo.

Ha pasado otra vez, hoy mismo. La SER, El Periódico de Catalunya y la agencia EFE publicaron una información de la que se deduce que el secretario de Organización de Podemos, Pablo Echenique, ha hecho uso de sus poderes para intentar un cambio de estrategia técnica en las votaciones, sin duda decisivas, que ese grupo político dirime este fin de semana. De nuevo, los periodistas no fueron los que investigaron y explicaron lo que sabían. De nuevo apareció en las redes sociales esa insinuación abierta: es la máquina del fango la que busca el daño de Podemos. Y es este grupo en concreto, que, además, expulsa a periodistas notables a los que se alude como si fueran el mantra que explica todos los desmanes que ellos quieren denunciar.

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El líder de Podemos cayó en esa tentación de atribuir el fango a otros en la entrevista que en la SER, precisamente, le hizo Pepa Bueno en Hoy por hoy. La libertad de expresión que él demanda para otros, el respeto que pregona a los que ejercen este oficio, se detiene ante las informaciones que no le vienen bien. Y entonces los periodistas de este grupo, o de otros grupos o medios, se convierten en peleles que hacen lo que quieren señores demoniacos que se reúnen en secreto para lanzar fango en las aguas puras de su partido. Como si ahí sólo pasara lo que él dice que pasa. Detener el periodismo es más viejo que el periodismo. Lanzar fango a la cara de los periodistas es una costumbre que no conoce fin. Pero decir que el fango son los periodistas requiere, por lo menos, una tarea tan ardua como la que se ha de hacer para decir que los que acusan así no tienen fango en sus propias manos.

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