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Ver al monstruo

La expectación de prensa y vecinos se dispara porque las fotos del 'caso Nadia' lo catapultan a otra dimensión, la del morbo y lo obsceno

Íñigo Domínguez
Fernando Blanco, padre de Nadia.
Fernando Blanco, padre de Nadia.

El abogado de los padres de Nadia llega en un Mercedes y lo deja en el aparcamiento del Mercadona, al lado de los juzgados de La Seu d’Urgell. Marga Garau, la madre de la niña, baja con un cigarrillo ya en la boca y se pone las gafas de sol, sus defensas psicológicas para afrontar a los periodistas y aguantar el paseo hasta el tribunal sin decir una palabra. Su marido llega luego en un coche policial con los cristales oscuros; no se ve nada. Pero eso es lo que la mañana del viernes ha atraído a medio centenar de periodistas a esta lejana localidad de los Pirineos, con un caso cuya expectación mediática se ha disparado. Y lo que congrega a más de una veintena de vecinos, a pesar del frío glacial, cinco grados, esperando ante el edificio. Quieren verles. Las fotos de contenido sexual del caso Nadia lo han llevado a otra dimensión más oscura de un potencial imprevisible, la de lo morboso, lo obsceno, lo monstruoso. La gente ahora quiere ver al monstruo.

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Marga Garau y Fernando Blanco, que vivían en un pueblo a 20 kilómetros de aquí, que hasta hace un mes eran un matrimonio normal, ahora en rápida transformación hacia lo escabroso ante los ojos atónitos de todos, están investigados por esas fotos, cuya existencia se ha filtrado, y este viernes dieron sus explicaciones. No se sabe gran cosa, solo que hay fotos, el resto hay que imaginárselo. Y ese es el problema, el juez tiene que probar hechos, pero el público ya imagina. Los comentarios de la gente que está en la calle: lástima de chiquilla; yo desde luego sé lo que pasa en mi casa; ella es tan cómplice como él; en el pueblo la gente no los quería ni bien ni mal; algo nos olíamos; iban a comer a sitios caros; hay cosas que no son normales, es como que el padre duche a la niña, a partir de una edad no es normal...

Vecinos y presentes admiten que otros días, con otras comparecencias, no había apenas gente. ¿Qué les arrastra ahora aquí, con este frío helador, a ver esto? Una joven con un perrito en brazos se lleva el índice al ojo con una sonrisa. Quiere mirar, verlo: "Es que esto aquí no pasa todos los días. Además, mi madre me ve por la tele". Una señora graba con un tablet la entrada del coche policial en el garaje del juzgado, aunque es muy rápida, con varias cadenas de televisión retransmitiendo el directo. Hay un silencio raro y solo una mujer se anima a increpar algo cercano a un juicio popular de desprecio: "Andaaaa". Todo sucede en unos instantes, no se ve nada, hay cierta decepción y la gente se va, escapando del frío. La calle se vacía en segundos.

Cuando lo peor de un caso como este sale a la luz, también puede salir lo peor de todos los demás, en un grumo general de cutrerío. El empleado de un hotel de La Seu d’Urgell confiaba en que la investigación descubra más cosas, porque el asunto está trayendo gente, trabajo, dinero. "A ver si sale algo", decía sin rubor. Esto ya es un asunto de gente que sale en la tele a todas horas, que se hace famosa, del que hay que hacerse por fuerza una opinión y que, además, versa sobre algo que apasiona a España: lo inconfesable que pasa en casa del vecino. Preguntas y es asombroso la cantidad de detalles del caso que conoce la gente, se lo ha leído todo, lo sabe todo, tiene trabajadas sus teorías.

Al final de la mañana 15 trípodes esperan frente al edificio. Los niños ya han salido del colegio y algunos aguardan también emocionados "a ver si salen". Uno se pregunta qué sabrán del caso y qué les habrán explicado. Un tropel de periodistas se abalanza sobre Marga Garau cuando asoma por la puerta. Retrocede casi asustada, se escabulle por un lado y deja que su abogado hable con la prensa. Alberto Martín está curtido en ese arte, responde a todo con calma y sabe relacionarse con los periodistas. Pones su nombre en Google y aparece en el programa de Ana Rosa hablando del hombre del semen en el caso Asunta. En su web cita una lista de casos sonados que ha llevado, como el del Robin Hood de Vallecas. Es un abogado muy de teles. Tiene mucho trabajo por delante. Fernando Blanco, mientras tanto, sale de nuevo sin ser visto por el garaje.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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