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Referendos: un ejemplo

A la gente le gusta participar en aquellas materias sobre las que puede opinar responsablemente

Francesc de Carreras
La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, en la calle de Gran Vía.
La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, en la calle de Gran Vía. Carlos Rosillo

Desde hace un tiempo, los referéndums están de moda. Se suele argumentar que es la mejor forma de democracia, como en Suiza y en Estados Unidos, se arguye. Pero no se dice nada del resto del mundo democrático, que no practican el género o lo hacen con mucha moderación. Desde luego no creo que esta forma de democracia directa sea el mejor modo de participación política aunque en algunos casos puedan estar justificados. Centrémonos en un ejemplo concreto: la consulta sobre la peatonalización de la Gran Vía madrileña que propone la alcaldesa Carmena.

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Hace ya unos años, el alcalde de Barcelona Jordi Hereu promovió un referéndum sobre la reforma de la Avenida Diagonal, una arteria básica que atraviesa toda la ciudad. Pedía la opinión de los barceloneses sobre si debían ensancharse las aceras o crear un gran paseo central. Todo ello afectaba al tráfico general de la ciudad: automóviles, autobuses, taxis, futuros tranvías. También afectaba al comercio y a la vivienda. Un asunto complicado.

Jordi Hereu fue un buen alcalde, es buen político y buen gestor. Pero ahí patinó. Recuerdo que en una conversación informal le advertí que se equivocaba al convocar esta consulta y me contestó: "Es que a la gente le gusta participar". Naturalmente, pero hay muchas formas de participación política. Y los resultados demuestran que prefieren participar mediante la democracia indirecta: elegir a personas con un cierto grado de especialización en la cosa pública que ejerzan en su nombre las tareas públicas. Entonces participó el 12% del electorado, en las anteriores o siguientes elecciones municipales, este porcentaje se multiplicó por cinco o seis.

A la gente le gusta participar en aquellas materias sobre las que puede opinar responsablemente. Si no es así, prefieren depositar su confianza en algún político, o partido, para que les represente, adopte las decisiones y responda por ellas ante el electorado.

La consulta sobre si la Gran Vía madrileña debe ser una calle peatonal plantea también estos problemas. Se trata de una calle relativamente corta pero crucial para el tráfico de Madrid, es unos de los ejes vertebradores de una buena parte del centro de la ciudad. Cualquier cambio debe prever alternativas circulatorias, cada una con su repercusión en el conjunto. Todo ello requiere de conocimientos especializados para dar con una buena solución.

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Los ciudadanos no son quienes mejor pueden decidir en cuestión tan complicada. En cambio, sí pueden exigir responsabilidades: sancionar con la no reelección a quien gobierne desacertadamente. Para eso están las elecciones, para confirmar o tumbar gobiernos. No digo que sea el caso, pero en otras ocasiones los referéndums se utilizan para eludir la responsabilidad de quienes los convocan, para dar en su caso las culpas futuras al pueblo.

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