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Día mundial contra el Sida: La clave de que no desaparezca

Los comportamientos de riesgo se mantienen

Un joven se somete a una prueba de VIH en COGAM.Vídeo: CARLOS ROSILLO / ATLAS

“Nunca he vivido la posibilidad de contraer el VIH como una sentencia de muerte; con nerviosismo, sí”. Minutos antes de hacerse la prueba rápida de detección en la sede del Colectivo de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales de Madrid (Cogam), Miguel Ángel, de 32 años, es el vivo ejemplo del cambio que ha habido en la percepción del riesgo del sida entre las generaciones más jóvenes.

Una actitud que aparentemente refrenda un estudio presentado en el congreso del Grupo de Estudio de Sida (Gesida) que se celebra coincidiendo con el Día Mundial del Sida que se conmemora hoy. En él se ha encuestado a 225 personas de hasta 35 años, con un resultado llamativo: el 51% tiene “un perfil de alto riesgo” de contraer la infección, explica la psicóloga Isabel Cuéllar, de la red Coriste, que es la que ha presentado el trabajo. Esta situación de vulnerabilidad se define por tener tres o más parejas sexuales en un año y no usar siempre el preservativo con ellas.

Además, el estudio tiene otras conclusiones llamativas: si bien el 100% de los encuestados, con una edad media de 25 años, sabe que el VIH se transmite por vía sexual, “el 27,9% creía que la transmisión es posible al donar sangre; el 17,3% por la picadura de mosquito; el 4,9% por utilizar lavabos públicos por el que han pasado pacientes de VIH, el 4,4% por beber del vaso de una persona contagiada y el 4% por ser hospitalizado junto a una persona con VIH”.

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La muestra es pequeña, admite Cuéllar, y tiene dos sesgos: se trata de personas preocupadas por el tema y en más de un 60% universitarios, lo que, a juicio de Cuéllar, permite suponer que en grupos menos concienciados y de menor nivel cultural la situación sea peor. Además, señala otro aspecto: estos comportamientos de riesgo son más frecuentes entre los consultados gais.

Con estos datos y testimonios, la conclusión parece clara: el VIH no se detiene en España (ni en el mundo occidental en general) por el tantas veces repetido descenso en la sensación de riesgo de los más jóvenes. Pero esto es una realidad solo parcial. “Me confié, y es posible que si no supiera que el sida ahora es una enfermedad crónica y no mortal, habría tenido más cuidado”, admite Alejandro, de 27 años y diagnosticado hace un mes después de su “única relación sin protección”. Pero él presume de que hasta “aquella vez”, sabiendo la actual situación del VIH, siempre había tomado precauciones. Y no le quita importancia a estar infectado. “Estudio, y he tenido que faltar a clases. Voy a tener que estar yendo al hospital cada poco. Y tendré que empezar a cuidarme, dejar de fumar e ir al gimnasio”, dice.

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Los datos del Ministerio de Sanidad dicen, sin embargo, que apenas hay más casos de VIH en jóvenes que antes: entre 2004 y 2009, cuando se generalizaron los tratamientos antivirales de alta eficacia y ya la mayoría de los diagnósticos no se daban mayoritariamente en consumidores de drogas inyectadas, el 25,9% de los nuevos afectados tenía menos de 30 años. En 2014, último año con datos, los de este tramo de edad representaban el 29,4%, un porcentaje muy similar que, además, puede deberse a que “ahora la gente tiene más conciencia de que hay que hacerse la prueba, y tardan menos en analizarse”, dice Mario Blázquez, responsable del programa de prevención del VIH del Cogam. “Lo que sucede es que tendemos a sobreproteger a los más jóvenes. La mayor parte de los diagnósticos se da en los mayores de 30 años, pero nos parece mucho peor lo que sucede entre los de menos de 25”, indica Blázquez.

“Siempre ha habido quienes se han protegido, y quienes no lo han hecho, sea por el motivo que sea”, señala el activista. Miguel Ángel, también militante, le da la razón. Los casi 20 años de diferencia de edad entre ambos permiten matizar las opiniones, aunque hay una base común.

Ahora hay bugchasers, en inglés, cazadores de bicho, personas a las que no les importa o directamente buscan infectarse”, dice Blázquez. “Pero ahora se les conoce porque están en las aplicaciones de móvil y lo dicen. Antes iban a los bares y lo hacían igual”. El responsable del Cogam no entra a juzgar este comportamiento, pero da algunas claves: “Es gente que no soporta la tensión de dudar si está infectado después de cada relación. Sabiendo que lo están, se evitan las pruebas, la incertidumbre”.

En una aplicación dedicada a facilitar relaciones entre hombres sin condón, un usuario de 34 años que se define como bugchaser lo resume: “Sé que lo voy a pillar antes o después. Así sé que lo tengo, me medico y me quito el miedo”.

Quizá sea esta facilidad para contactar con posibles parejas sexuales a través de Internet o el móvil la mayor diferencia que ha habido con el tiempo, señala Miguel Ángel. “Pienso sobre todo en el medio rural, de donde yo vengo. En una ciudad, el que quiere ligar o tener relaciones siempre lo ha tenido fácil. Ahora también lo es en un pueblo”. Pero eso solo indica más facilidad para tener relaciones, no que estas vayan a ser sin protección, replica Blázquez.

En esta situación de estancamiento de la epidemia, “el VIH continúa siendo un importante problema de salud pública y no se puede bajar la guardia al respecto”, dice Antonio Rivero, presidente de Gesida. Y recuerda: “Aunque el desarrollo de los tratamientos ha permitido reducir el número de fallecimientos, aún hoy día siguen muriendo pacientes por el VIH en nuestros hospitales, por lo que es necesario tener una mayor conciencia de que muchos jóvenes, en su gran mayoría por una cuestión de ignorancia, están poniendo en juego su salud y su propia vida”.

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