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Tribuna
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Mal diseño: confusión y conflicto

El reciento conflicto del PSOE es un ejemplo, todavía latente, de mala arquitectura institucional

Francesc de Carreras
Ambiente ante la sede de Ferraz en el último Comite Federal del PSOE.
Ambiente ante la sede de Ferraz en el último Comite Federal del PSOE.Carlos Rosillo

En política, los malos diseños institucionales siempre tienen consecuencias negativas tanto en los órganos del Estado como en los partidos. El reciente conflicto del PSOE, todavía latente, es un ejemplo de esto último. Veamos.

Que el secretario general sea elegido en primarias, por sufragio directo de los militantes, y el Comité federal sea elegido mediante un sistema más complejo, basado principalmente en el sufragio indirecto, al menos en apariencia origina un conflicto de legitimidades.

Pedro Sánchez fue elegido por el voto directo de los militantes, los miembros del comité federal que forzaron su dimisión como secretario general habían sido elegidos por las agrupaciones territoriales y otros órganos del partido. Sánchez se creyó libre de ataduras porque no era políticamente responsable ante un Comité que no le había elegido; en cambio, el Comité se creía más representativo de las bases del partido, de sus militantes, porque los representaban de forma más equitativa y equilibrada. Todos tenían algo de razón, pero ninguno la tenía toda, y de ahí la confusión y el subsiguiente conflicto.

Un buen diseño institucional debe dejar las cosas claras. El presidente del Gobierno, elegido por un mayoría del Congreso, designa a los ministros que, por esta razón, son políticamente responsables ante él: si los nombra también los puede cesar. Estos ministros no son políticamente responsables ante el Congreso, ni ante los ciudadanos, sólo ante el Presidente. Ahí hay un buen diseño institucional, no hay confusiones, se evitan los conflictos, todos saben ante quien son políticamente responsables, es decir, a quien deben rendir cuentas: aquel que los nombra y los puede cesar. Además, naturalmente, todos son responsables ante la opinión pública, pero se trata de una responsabilidad difusa, de naturaleza distinta, no institucional.

La inclusión de las primarias en la elección de cargos internos de partido o de candidatos electorales se ha hecho de forma precipitada, sin calcular las consecuencias. Se trata de un injerto extraño en el tronco de organizaciones partidarias basadas en principios distintos. Todo es defendible, partidos en los que se eligen los cargos mediante primarias o que se eligen por un sistema representativo. Lo que no es defendible es una mezcla confusa y conflictiva. Falta reflexión sobre este problema, se improvisaron las primarias para poner un parche al mal funcionamiento interno de los partidos. El parche estaba justificado, pero era provisional, debía pensarse mejor para que la reforma resultara coherente.

Ahora, el doblemente derrotado en las elecciones generales Pedro Sánchez parece que va a iniciar un peregrinaje por las agrupaciones del PSOE buscando el apoyo de los militantes. Mientras, el grupo parlamentario deberá volcarse en contribuir a la gobernación del país. Una triste y desgraciada situación debida a un mal diseño institucional.

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