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Tribuna
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Cuando la tribu manda

El PSC imita a los nacionalistas para distinguirse del PSOE y ser buen catalán

Francesc de Carreras
El líder del PSC, Miquel Iceta.
El líder del PSC, Miquel Iceta.TONI ALBIR (EFE)
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El PSC siempre ha sido un partido bastante raro, ya desde su nacimiento en plena Transición política. Allí se juntaron dos sectores sociales y culturales de procedencia muy distinta.

Por un lado, un sector obrero, pero obrero obrero, de aquellos obreros que ahora ya no existen: pelo negro, tez morena, manos callosas, nacidos en familias campesinas de la España del centro y del sur, emigrados a Cataluña en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, que vivían hacinados en ciudades cercanas a Barcelona o Tarragona que, en estos mismos años, habían visto multiplicar, como mínimo, su población por diez. Era la Barcelona metropolitana, políticamente denominada entonces como “el cinturón rojo”. Esta fue una componente del PSC, exactamente la que aportaba los votos.

El otro sector estaba formado por clases medias que se sentían antifranquistas, entre los que destacaban jóvenes profesionales bien formados. Bastantes se sentían catalanistas, muy distintos, decían ellos, a los nacionalistas de Jordi Pujol. Si el sector obrero ponía los votos, este sector mesocrático ocupaba los cargos. Excepto en la mayoría de Ayuntamientos metropolitanos, donde los alcaldes estaban acomplejados ante la superioridad intelectual y profesional de los socialistas catalanistas.

Algunos creyeron que se podía distinguir entre nacionalista y catalanista. Un esfuerzo meritorio pero vano, como se ha demostrado. Al final, te llames como te llames, la tribu manda y exige: has de definirte. Como decía El Roto en una de sus filosóficas viñetas: “El odio al otro es el cimiento de las naciones”. Hubo odio, sutilmente lo fue inoculando el pujolismo. Odio a España, naturalmente, y el PSOE forma parte de España. El PSC es un partido distinto, cada vez más distinto. Entonces nunca ganaba en las elecciones autonómicas, pero siempre ganaba en las generales, en las que se votaba al líder del PSOE.

De esta amalgama sale Iceta, listo, hábil, culto y con experiencia de partido. Por cierto, para nada nacionalista, hasta ahora. Todo se ha ido transformando, ya no hay obreros de los de antes, los más nacionalistas se fueron no hace mucho. Y, sin embargo, el PSC es una piedra en el zapato del PSOE, ahora más que nunca. Desobedece Artur Mas las leyes, desobedece Iceta al PSOE. La cuestión es imitar a los nacionalistas, distinguirse del PSOE, ser buen catalán.

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El nacionalismo ha dictado desde hace años que el enemigo a batir es el PP; pues a combatir al PP. El PSC de Iceta es el PSC de siempre, pero peor. Iceta está acomplejado, debe demostrar que no es el que piensan, sino un fiel servidor de la tribu, debe cumplir las exigencias de quienes mandan y demostrar que el PSOE es España.

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