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Hipótesis no verificables

El PSOE se enfrenta a su pasado reciente y debe resolver incógnitas como la de quién gestiona y dirige la oposición si hay investidura de Rajoy

El portavoz de la Comisión Gestora del PSOE, Mario Jiménez.
El portavoz de la Comisión Gestora del PSOE, Mario Jiménez.Chema Moya (EFE)

Hacer predicciones sobre hechos en los que se participa directa y decisivamente limita el riesgo al mínimo y se aproxima a la certeza sobre el resultado. Por eso no está bien visto que un árbitro o un portero apuesten sobre el resultado de un partido de fútbol en el que participan y, menos aún, si pronostican su derrota. Su actuación puede condicionar el resultado y, por tanto, garantizar el éxito de la apuesta, porque el que quiere perder, normalmente, acaba perdiendo.

Dirigentes del PSOE andan estos días haciendo eco a la teoría de que en las condiciones en las que está su partido es mejor abstenerse en una investidura de Mariano Rajoy que ir a unas terceras elecciones porque los españoles penalizarían su división.

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Esa tesis tiene mucha similitud con la apuesta del árbitro y el portero, porque les falta admitir que han hecho todo lo posible para llegar a estar en esas condiciones en las que unas terceras elecciones serían peor que cualquier otra cosa.

Se han empeñado en el último mes en tener razón, en que se perciba al partido inmerso en una situación imposible para ir a las urnas de nuevo. Un ejemplo reciente de profecía autocumplida se encuentra en esta sucesión de hechos: "Las elecciones vascas y gallegas serán un desastre, por eso no hacemos campaña allí y luego pediremos la cabeza de la direción del partido por esos malos resultados seguros". Y así fue.

Algunos de ellos sí explican que esa situación es culpa únicamente de la anterior dirección del PSOE, de la que cayó, precisamente, empujada por la actuación de quienes son ahora la máxima autoridad del partido. Pero tampoco explican que, con muy pocas excepciones, antes de esa gran explosión en vísperas del agitado Comité Federal de principios de octubre nunca habían expresado ni en público ni en reunión alguna del partido esa tesis que ahora les parece tan razonable e incuestionable.

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Ahora presentan como única salida del callejón dar marcha atrás y volver por donde entraron. Las bases se revuelven, solo algunos líderes explican claramente en público su posición y la situación se deteriora tanto que se acerca el punto de no retorno al que querían llegar y que usan como argumento: no estamos para elecciones en mucho tiempo.

En los próximos días se aprobará la abstención y se ejecutará la investidura de Mariano Rajoy. Y quedará como hipótesis sin verificar su argumento de que mejor una abstención que unas nuevas elecciones. Solo podrán constatar las consecuencias de sus actos recientes y próximos.

De la misma forma que siempre quedará la duda y nunca se verificará si era cierta la hipótesis de Pedro Sánchez y los suyos de que el “no es no” rompía el mensaje de la identificación “PP-PSOE” con buenas perspectivas para unas terceras elecciones. O si tenían razón los que se han impuesto con el argumento de que Sánchez iba directo al precipicio como Thelma y Louise, con todo el partido en el asiento de atrás.

La teoría del "¿qué hubiera pasado si...?" dominará el futuro del PSOE.

En todo caso, si no hay imprevistos, la nueva máxima autoridad del PSOE tendrá que resolver algunos problemas no menores.

El primero es quién pone cara y dirige la oposición en el Congreso, dado que los que parece que mandan están fuera del Parlamento. ¿Quién fijará la posición del PSOE sobre asuntos concretos?

La segunda que debe resolver es cómo sale de la situación atípica que supone la victoria momentánea de una o varias generaciones anteriores. Es decir, qué hacer cuando el conflicto generacional se resuelve en favor del pasado.

La tercera es cómo administrar la victoria de los dirigentes regionales, que mandarán con intereses diferentes y hasta contrapuestos.

La cuarta es qué hace con su democracia interna, porque los dos líderes elegidos directamente por las bases (José Borrell y Pedro Sánchez) han caído finalmente por la acción de los cuadros del partido. ¿Dónde entierra lo de “un militante un voto”? ¿Cómo exige que haya primarias por ley en los partidos, tal y como pide su programa electoral?

Y por último debe administrar su pasado reciente, el de los acontecimientos de estos meses, el de su doctrina de dureza frente a la corrupción del PP, su petición de dimisión de Rajoy y otras como la de Guillermo Fernández Vara cuando aseguró que la abstención de Izquierda Unida en Extremadura incapacitaba a la coalición a hacer oposición al PP.

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