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Las interrogantes diez días después de la agresión en un colegio de Palma

La fiscalía y la Consejería de Educación de Baleares contradicen el relato ofrecido por la familia de la víctima

El colegio público del barrio de Son Roca de la capital balear.Foto: atlas

El pasado cinco de octubre cayó una fuerte tormenta sobre Palma a las nueve de la mañana, justo la hora en la que los niños entran a clase. Con las calles encharcadas y las carreteras atascadas comenzó la jornada para la niña de ocho años que esa tarde terminó en el hospital después de que seis compañeros de colegio le agredieran en el patio del centro escolar durante una disputa. “Una cría súper cariñosa y parlanchina”, según sus familiares, que la describen como una niña “muy extrovertida” a la que le gusta jugar al fútbol y esforzarse por sacar buenas notas.

Una mañana de miércoles que arrancó “como todas” en la casa familiar, en la que la menor vive con su hermana de doce años y sus padres. Una familia grande. Las niñas tienen dos hermanas por parte de madre y otros dos hermanos por parte de padre que viven fuera de Baleares. Del barrio de Son Roca “de siempre”, aunque por circunstancias de la vida tuvieron que trasladarse a otra zona más céntrica de Palma hace un año, un cambio que obliga a la madre y las menores a coger dos autobuses para llegar al colegio.

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A las nueve las hermanas entraron al aula. Clase de mates, de lengua y luego patio. A jugar al fútbol como a la niña le gusta hacer, aunque a otros compañeros no les haga tanta gracia que lo haga según se quejó la pequeña a su madre. “Siempre le han insultado, le llamaban marimacho porque le gusta jugar a fútbol”, dice su hermana mayor Jessica Millán. Fue precisamente tras un partido cuando se desencadenó la agresión. La niña contó a su madre que un chico se puso encima sujetándole mientras otros, seis han sido identificados por la Policía Nacional, le daban patadas cuando estaba en el suelo. Nadie en la escuela llamó a casa para comunicar lo sucedido y la profesora sólo se lo dijo a la madre cuando fue a recogerla por la tarde, según afirman los familiares. “Ha habido una trifulca, pero la niña está bien. Eso le dijeron a mi madre”, dice Millán. Al quejarse la menor en casa, la madre fue al hospital donde la niña quedó ingresada según la familia “por un desprendimiento de riñón, una fisura en una costilla y algunas contusiones”.

Una narración de los hechos que suscita todavía numerosos interrogantes puesto que no hay una versión oficial de lo sucedido por parte de la Consejería de Educación, que a través de dos inspectores trata de aclarar lo ocurrido en el patio del centro escolar. Falta información y no se conocen todavía las conclusiones del expediente que tramitan, pero el consejero Martí March ha desmentido a la familia de la víctima que desde un principio ha mantenido que no había profesores vigilando el patio en el momento en el que ocurrieron los hechos. “Había dos docentes”, subrayaba March esta semana en su primera comparecencia para hablar de lo sucedido seis días después de producirse.

Las lesiones sufridas por la menor también han sido objeto de controversia. El fiscal superior de Baleares, Bartomeu Barceló, insistía esta semana en que las heridas de la niña “eran de consideración leve”, según los partes médicos que ha manejado la Fiscalía y que la familia de la víctima no ha dado a conocer. El ministerio público ha cerrado la investigación al constatar que los implicados en el suceso no alcanzan los 14 años de edad y son, por tanto, inimputables penalmente, mientras que la fiscalía de menores sólo mantiene abiertas diligencias informativas civiles para salvaguardar los derechos tanto de la víctima como de los implicados.

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Mutismo del centro

A la espera de conocer los resultados de la investigación de la Consejería y mientras se mantiene el mutismo por parte de la dirección del centro, los hechos han provocado una suerte de revolución entre algunas madres de alumnos de este colegio de Son Roca, una zona separada físicamente de Palma por un polígono industrial que hace las veces de frontera y que eclosionó en los años 70 con la construcción de varias promociones de pisos de protección oficial que fueron ocupados por vecinos que habían llegado procedentes de la península para trabajar en Mallorca. Un reducto de emigrantes andaluces en sus inicios, donde el paro ha castigado con dureza a sus habitantes durante los peores años de la crisis económica. Con el paso de los años, el barrio ha ido abriendo sus puertas a residentes de diversas procedencias, lo que también tiene su reflejo en la escuela.

Algunas madres han decidido que sus hijos no acudan a clase por el momento. Unas tienen miedo, otras exigen un castigo para los implicados. “He ido a llevar a la niña y he visto a los chicos que agredieron a la muchacha y me he llevado a mi hija”, relataba una de las progenitoras a los periodistas que esta semana se han congregado a las puertas del centro escolar, poco acostumbrado a la presencia de cámaras y micrófonos. Otro de los padres protestaba por la intimidación que algunos menores sufrían en el patio del colegio al coincidir físicamente con los presuntos agresores de la niña, que han seguido yendo a clase.

“La niña no había tenido quejas por el colegio hasta el curso pasado”, dice su otra hermana, Melissa Suero, que aclara que a finales del curso anterior la niña comenzó a recibir algunos insultos por parte de compañeros de patio. Dice que tres días antes de la agresión su madre fue a pedir explicaciones al colegio porque algunos niños se metían con la víctima y su hermana de 12 años, aunque aclara que todo se había limitado siempre a “insultos”.

María José Díaz- Aguado catedrática de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad Complutense de Madrid y experta en acoso escolar: esta especialista considera que estamos ante un caso claro de acoso escolar porque cumple la que considera “la condición más importante” en estas situaciones: “La víctima no se puede defender por sí misma y el acosador (el matón, acoso viene de Bullying/matonismo) abusa de su fuerza. La familia de la menor asegura, además, que se cumple también la segunda condición. No se limita a un acontecimiento aislado, se repite y se prolonga en el tiempo. El Ministerio de Interior, la Policía Nacional y la Consejería de Educación de Baleares mantienen que en este caso se trata de una agresión, no de un caso de acoso.

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