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La trama que pudrió al PP de Rajoy

El primer juicio del 'caso Gürtel' sienta en el banquillo a una veintena de altos cargos del Partido Popular

Francisco Correa en la sede de la Audiencia Nacional de San Fernando de Henares.Vídeo: Chema Moya

Aquella foto casi en pleno del comité ejecutivo nacional del PP escoltando a Mariano Rajoy el 11 de febrero de 2009, cinco días después de la primera gran redada del caso Gürtel, le perseguirá e hipotecará toda su vida política. Entre Rita Barberá y Francisco Camps, el líder entonces cuestionado del PP optó por negar la evidencia y por una defensa numantina de un partido “víctima” de una trama ajena. El macrojuicio de Gürtel acusa desde este martes en la Audiencia Nacional a una veintena de cargos de primer nivel del PP de ese gran montaje de corrupción que salpicó a sus últimos tres extesoreros.

La de 2009 fue una comparecencia inusual que se quiso revestir de la máxima solemnidad para amortiguar la gravedad del momento. El juez Baltasar Garzón había ordenado hacía cinco días una redada en una operación que se bautizó como Gürtel por la traducción al alemán del apellido de su supuesto cabecilla, Francisco Correa, un personaje peculiar que se hizo fuerte en aquel PP de la etapa final de José María Aznar, en teoría por organizar viajes y actos de campaña. Correa era mucho más que eso, como la investigación de este caso que ha durado casi siete años y medio puso en evidencia. Correa se había hecho amigo íntimo de casi todos en aquel PP, del yerno de Aznar y, sobre todo, de los responsables electorales en la sede central y también en las organizaciones territoriales de Madrid y Valencia. El caso Gürtel, que ha costado al PP al menos unos tres millones de votos y una pérdida brutal de prestigio, no lo destapó como ella se quiso apuntar más tarde la expresidenta madrileña Esperanza Aguirre ni lo frenó ni controló jamás Rajoy.

José Luis Peñas, entonces un modesto concejal del PP del Ayuntamiento de Majadahonda, se reunió entre 2005 y 2006 varias veces en Madrid y la zona norte de la comunidad con Correa y su lugarteniente, Álvaro Pérez, El Bigotes, para sondear la posibilidad de formar un partido independiente en aquella rica localidad. Peñas no daba crédito a las conversaciones fanfarronas y de taberna que escuchó, y optó por grabarlas con sonido de piano-bar de fondo. Correa presumía de sus contactos políticos y esbozaba algunas de sus ensoñaciones urbanísticas. Cuando Peñas acumuló suficiente material, acudió a la Guardia Civil, entregó las cintas y la investigación del caso llegó a las manos del juez Baltasar Garzón en la Audiencia Nacional.

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Tras la redada y la explosión del escándalo el 6 de febrero de 2009 llegó la inaudita reunión de la cúpula nacional del PP con Rajoy. En el extremo izquierdo del escenario se situó Barberá y en el derecho, Camps. En medio se apretujaron Esperanza Aguirre, Federico Trillo, Ana Mato y hasta Javier Arenas y Alberto Ruiz Gallardón, de la vieja guardia popular en cuestión. Pero tampoco dejaron solo a Rajoy en aquel dramático momento sus nuevas escuderas, Soraya Sáenz de Santamaría y Dolores de Cospedal, que ya era la secretaria general tras el crítico congreso nacional del partido que se había celebrado hacía unos meses en Valencia y que estuvo a punto de derribar al líder por sus repetidas derrotas electorales. Fue un periodo crucial, que Rajoy no había olvidado, y que le dejó algunas ataduras simbólicas y políticas.

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Rajoy no reconoció ningún error, ni admitió el problema ni actuó con rapidez contra la corrupción interna surgida en el PP. El presidente popular eligió el contraataque como defensa: “Esto no es una trama del PP, como algunos pretenden; esto es una trama contra el Partido Popular, que es una cosa muy distinta”.

“En la legalidad”

El PP decidió entonces personarse en la causa abierta como perjudicado, denunció la operación en marcha y el líder se mojó en público hasta el punto de asegurar: “Todas las contrataciones de esta casa se han hecho en el marco de la legalidad. Todas, sin excepción, figuran en el Tribunal de Cuentas y de ninguna hemos recibido beneficio alguno”. La investigación desmontó rápido esa quimera. El PP pasó de acusador a acusado, sus letrados y sus dirigentes políticos empezaron a poner todo tipo de trabas a la investigación y al final la organización en su conjunto fue implicada por haber pagado con dinero negro incluso las obras de reforma de su emblemática sede central de la calle Génova.

El juez instructor y los fiscales no solo tienen ahora en su punto de mira por financiación irregular al PP en su conjunto, a los tres tesoreros nacionales que han llevado las cuentas de la organización desde hace 20 años y hasta el NIF del partido aparece como uno de los 21 responsables de una trama corrupta y de contabilidad b en la que se imputa de entrada, en este primer macroproceso, a 37 personas, de las cuales unos 20 son cargos ligados a la formación o empleados directos.

El nombre político más sonoro de esa operación es, además, Luis Bárcenas, al que Rajoy elevó el cargo de gerente a tesorero precisamente en el conflictivo congreso nacional de Valencia.

Rajoy se negaba a ver la evidencia de lo que todo el mundo en el PP intuía por el nivel de vida lujoso y por el comportamiento altanero de Bárcenas. Eran más que conocidos, y los matrimonios cenaban todos juntos en el chalé de Ana Mato y Jesús Sepúlveda. Pero Bárcenas levantaba más que suspicacias incluso en aquel PP de gastos sin freno. Estrenaba coches de alta gama, jugaba en el despacho a la Bolsa, se permitía las más extravagantes vacaciones en pistas de esquí, pero luego depuraba las facturas de los subalternos y los inferiores de nivel sin dar explicaciones. A alguno de los escasos jefes a los que respetaba hasta llegó a proponerle que se pusiera el sueldo que quisiera.

Rajoy, ante las primeras evidencias, le defendió a muerte aquel fatídico 11 de febrero de 2009: “Tengo que decir que la actuación del señor Bárcenas y la acusación que se ha hecho es absolutamente falsa... Estoy convencido de que nadie podrá probar que no es inocente. Esto es cuanto tengo que decir sobre ese asunto”. Pero el caso Gürtel se le complicó luego un poco. Bárcenas ha llegado a estar acusado de reunir ilegalmente hasta 50 millones de euros en diversas cuentas en Suiza. Rajoy tardó en desmarcarse. En julio de 2013 se conocieron unos mensajes privados que Rajoy envió por SMS en marzo de ese año a Bárcenas poco después de confirmarse judicialmente la cuantía de sus evasiones y que delataron su relación: “Luis, sé fuerte”.

El exedil José Luis Peñas, sentado este martes como imputado por este caso en la sala de la Audiencia Nacional en San Fernando, envió dos SMS de conclusión: “Conmigo empezó todo y sí, mereció la pena: Gürtel, el Estado de derecho contra la corrupción”.

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