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Elecciones 25S
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Sobrado y casi sin rivales

Alberto Núñez Feijóo y Mariano Rajoy, el 22 de septiembre.
Alberto Núñez Feijóo y Mariano Rajoy, el 22 de septiembre.ÓSCAR CORRAL
Javier Casqueiro

El Alberto Núñez Feijóo que venció ayer en Galicia casi nada tiene que ver con el aspirante envarado y un poco autómata, con currículo gris de alto funcionario, tímido y precavido que se presentó para recuperar el feudo de Manuel Fraga en 2009. Feijóo y Rajoy, ambos en horas bajas y con muchos cuestionamientos internos, sabían lo que se jugaban entonces. Se sentaron y pactaron un reparto de papeles que con el tiempo les ha agradado y que han depurado al máximo. Feijóo, procedente de una aldea rural, emigró a la ciudad para estudiar y progresar y ahora pasea su estela de presidente por foros de empresarios, claustros universitarios, despachos del poder y por las grandes urbes de la costa atlántica. Rajoy, hijo de magistrado que se crió sobre todo en Santiago, León y Pontevedra, encuentra en los paisanos y ancianos de los pueblos y aldeas de Lugo y Ourense el cariño y aprecio que echa en falta en ese Madrid tan arisco. No es que se rechacen o escondan, es que se reparten ese juego, calculado y astuto.

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“Mira, compara y, si resiste un análisis, vota en consecuencia”. La frase la suelta un miembro del equipo de Feijóo para subrayar que su jefe, de 55 años, lleva en cargos institucionales desde 1991, ostentó puestos medios en varias consejerías, fue presidente del Insalud, director de Correos, consejero de Obras Públicas, vicepresidente gallego y presidente desde 2009. Algunos de sus rivales llevan tiempo en política, pero todos fueron elegidos para su actual responsabilidad entre hace dos meses (Luís Villares y Cristina Losada) y cuatro (Xoaquín Fernández Leiceaga) o cinco meses (Ana Pontón). El grado de conocimiento de Feijóo es del 98% y el de sus contrincantes apenas alcanza el 50%.

“Soy como soy y ya no voy a cambiar” o “A estas alturas nadie me va a imponer lo que tengo que decir excepto los gallegos”. Son dos frases que ha repetido a diario el candidato del PP. Luego se ha presentado como el adalid y ejemplo de la moderación y la estabilidad frente al caos multipartito. Y en su pretensión de alcanzar el voto de todos los centristas de Ciudadanos y del PSOE que creen en España, el orden y las reglas de juego, ha llegado a ofrecerse como su único presidente posible: “Os respeto y os represento”. El PP no ha parado de cuestionar el tono duro para venir de un magistrado como Luís Villares (Mareas) o las arremetidas del león del BNG en la sombra, Xosé Manuel Beiras (80 años).

Feijóo ha ido en estos años confeccionando el PP gallego a su antojo. En primavera acometió su última renovación, pero no se atrevió con el feudo del gran cacique ourensano, Xosé Manuel Baltar, hijo de su antecesor. Ahora ha construido un discurso sobre que las pasiones familiares por la democracia no se pueden ni deben truncar. Y espera una excusa judicial para librarse de su único escollo en una organización rediseñada a su medida. En el PSdeG, las Mareas y el BNG las disputas internas han sido noticia todo el verano aunque luego sus candidatos han salido refrendados por primarias abiertas con soltura.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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