_
_
_
_
_
Negociaciones para formar Gobierno
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Bloqueo deontológico

Mariano Rajoy podrá obtener el Gobierno, pero a un precio desorbitante

Fernando Vallespín
El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy.
El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy.Fernando Alvarado (EFE)

Una espesa niebla moral impregna todo el proceso de creación de un nuevo Gobierno. Ya no se habla de programas o medidas sobre las que consensuar el acuerdo. Ni siquiera de política. La Moral, con mayúscula, lo recubre todo. Ha sido así desde el principio. El famoso “no es no” de Sánchez operaba como un mandamiento categórico: “Nunca pactes con un partido corrupto”. También en el inicial acercamiento de Ciudadanos al PP, que le exigió una primera aprobación de medidas de regeneración ética antes de seguir hablando. Las discrepancias ideológicas pasaron a un segundo plano; antes estaban los condicionantes éticos. Después de los casos Soria y Barberá, los primeros de una larga lista que le esperan al PP, las cuestiones de ética pública se han convertido ya en el discurso único.

Más información
Cospedal se queda sola en el PP en su defensa de Barberá
El PP vota a favor de instar a Barberá a dejar su escaño en el Senado
Ninguna norma prevé la posibilidad de revocar escaños a senadores autonómicos

Desde este tipo de posicionamientos, y a falta de una retirada de Rajoy, estamos condenados a unas terceras elecciones. Por muy fuerte que sea la presión interna en el PSOE. Sánchez se ha ubicado del lado de lo “moralmente correcto”, y eso es imbatible en un espacio público polarizado entre “buenos” y “malos”, y donde cada cual otorga credenciales de moralidad o sinvergonzonería a la primera de cambio. La estética de estar del lado de la ética de la convicción es irresistible. Resultado: fiat iustitia et pereat Hispania. No cedemos aunque se hunda el barco.

Desde la ética de la responsabilidad, sin embargo, la cosa cambia. Hay también una responsabilidad moral y, desde luego, política, por tener a alguien al frente del país, y dar respuesta al mandato de las urnas. Y no es menor que el imperativo de regeneración ética de nuestra vida pública; es más, es su condición de posibilidad. Sin un Gobierno y un Parlamento con capacidad para decidir, de nada nos sirve nuestra ubicación incondicional al lado del bien. Es poco ya lo que podamos hacer por enmendar los escándalos retrospectivos del PP; ahora están en manos de los tribunales. Lo que hay que evitar es que puedan reproducirse en el tiempo y sigan erosionando la confianza ciudadana.

Los ciudadanos han colocado a Rajoy en una situación de debilidad parlamentaria extrema. A falta de una alternativa de gobierno viable, esta debilidad se debería aprovechar para condicionar su acción mediante las adecuadas medidas de regeneración política. Crear una pinza entre Parlamento y poder judicial puede ser decisivo para imponer al PP su regeneración desde fuera. Sería más sencillo que Rajoy se apartara, porque es el responsable político último de lo que ocurre en su partido. Allá él. Podrá obtener el Gobierno, pero a un precio desorbitante. Igual que es desorbitante la factura que habremos de pagar todos si esta operación fracasa, nuevas elecciones para encontrarnos en una situación peor de la que estamos. La ventaja de la ética de la responsabilidad es que incorpora al juicio moral las consecuencias de las acciones u omisiones.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_