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Elecciones País Vasco 25-S
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La reforma territorial requiere consenso

Los votantes de Podemos y el PNV comparten la ambigüedad del “derecho a decidir”

Luis R. Aizpeolea
Pablo Iglesias interviene en un mitin de la campaña vasca junto a la candidata a lehendakari, Pili Zabala
Pablo Iglesias interviene en un mitin de la campaña vasca junto a la candidata a lehendakari, Pili ZabalaL. Rico (EL PAÍS)

En una campaña en la que predomina el discurso socioeconómico llamó la atención el énfasis que el líder de Podemos, Pablo Iglesias, otorgó a la reclamación del derecho a decidir y al reconocimiento de Euskadi como nación, en contraste con la prioridad que su candidata vasca, Pili Zabala: las propuestas sociales. Con la excepción de Bildu, los partidos vascos pasan de puntillas por la política territorial porque no está entre las primeras preocupaciones ciudadanas.

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¿Por qué Iglesias lo esgrimió enfáticamente en Barakaldo? Porque Podemos compite por la segunda plaza con Bildu y aspira a recortar al PNV la supremacía de las encuestas. Iglesias sabe que el derecho a decidir, aunque lo precise con su rechazo a la independencia, franquea la entrada al electorado nacionalista. Le ha funcionado en su disputa con Bildu. Y en su afán atrapalotodo pretende morder en el PNV.

Pocos saben que los votantes de Podemos comparten con los del PNV perfil en materia territorial: ambos rechazan mayoritariamente la independencia —58%—, pero comparten la ambigüedad del “derecho a decidir”. Aunque el PNV y Podemos están muy distanciados en políticas socioeconómicas, apuntan cierta complicidad en política territorial por la dificultad del PNV de acordar con los demás. El PNV está alejado de Bildu por su reivindicación independentista, y del PP y Ciudadanos por su oposición a revisar el modelo territorial.

Los socialistas plantean una reforma constitucional federalista, urgida por el desafío catalán, con delimitación nítida de competencias entre el Estado y las autonomías así como un reconocimiento de singularidades. Pretenden trasladar estas bases a la reforma pendiente del Estatuto vasco, que se traduce en el reconocimiento de Euskadi como “nación cultural” sin derecho a la secesión, además de la delimitación competencial y un referéndum legal de ratificación.

La propuesta del PNV es muy ambiciosa y tiene complejo encaje con la socialista: reconocimiento de Euskadi como nación, bilateralidad con el Estado, blindaje de competencias ante el Tribunal Constitucional y ratificación en una consulta legal. Iglesias defiende el reconocimiento de Euskadi como nación y el derecho a decidir. La de Podemos es la propuesta territorial menos definida. Su ambigüedad le resulta útil en campaña porque le permite maniobrar.

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La gravedad de la situación en Cataluña apremia que se aborde la cuestión territorial cuando haya Gobierno en España. La reforma del Estatuto vasco no está en las prioridades de la población. Lo más importante es que avance con consenso y para eso necesita tiempo. En esa clave están el PNV y PSE. Acelerarla artificialmente por tacticismo sería, además de una irresponsabilidad, una burla cuando en esta campaña los partidos vascos dedican su atención preferente a la salida social de la crisis, auténtica preocupación ciudadana.

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