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Cabezas llenas de musgo

El pasado y el lastre de ETA son un gran peso para EH Bildu, en crisis de identidad

Otegi, junto a las cabezas de lista de EH Bildu, Jasone Agirre, Miren Larrion y Maddalen Iriarte en Gernika.Vídeo: JAVIER ZORRILLA
Íñigo Domínguez

Lo más significativo del primer mítin de campaña de Arnaldo Otegi, el jueves en Bilbao, no fue nada que dijo, sino cómo lo dijo. El líder de EH-Bildu reclamó el derecho a “combatir” a los otros partidos y le salió instintivamente hacer unas comillas en el aire y añadir “democráticamente”. Para que no le malinterpretaran sobre a qué tipo de combate se refería. El verse obligado a ello evidencia el doble sentido en el que ha vivido hasta ahora la formación abertzale. Esa sombra, la de ETA, es un pesado lastre en su campaña.

Intentan disipar ese pasado tenebroso con carteles de colorines, sonrisas, caras nuevas y jóvenes, podrían llamarse EH Benetton. Dos de las tres cabezas de lista son periodistas de la tele. El jueves, tras la actuación de un deejay, Otegi, 58 años, salió vestido como siempre, de adolescente de la ruta del bakalao. “Él sabe perfectamente que lo representan como una cosa vieja. Quiere rodearse de gente joven, cambiar el equipo y sabe que el tiempo se le acaba”, dice Paco Egea, exconsejero socialista y que fraguó con él la famosa negociación con ETA de 1999 en Elgoibar, el pueblo de ambos.

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En una hora de mítin de EH Bildu, con cuatro discursos, apenas hubo más argumento que el cuán maravillosa sería Euskadi si fuera independiente, porque todos sus males vendrían de no serlo. Solo que entre esos males ya no está el peor con diferencia, ETA, y los otros no son tan apocalípticos como los pintan. Otegi habló con tremendismo de “familias a la intemperie”, cuando el sistema de renta básica vasco ayuda a 64.000 personas con 500 millones, un 47% del total de España.

“Las dificultades del discurso de Bildu es que nos damos cuenta ahora del enorme peso que tenía políticamente ETA, y cuando desaparece sus argumentos empiezan a perder trascendencia”, opina Egea. “La gente es mucho más libre, se ve en los comportamientos. Por ejemplo, para hacer deporte tenías que ir a un equipo de fútbol, de remo, de Batasuna, o PNV, ahora ha desaparecido esa latente catalogación. Antes no ibas a tal bar porque es de fulanito, pero ahora unos y otros se diluyen en una simbiosis social. En las sociedades cortadas a la mitad por obstáculos, cuando desaparecen, la reagrupación es rápida. La sociedad vasca ahora es más abierta, aquello ocupaba mucho espacio en nuestras cabezas”. Cita un verso en euskera del poeta Juan Antonio Urbeltz: “Musgo en nuestras pétreas cabezas”.

Alfredo Retortillo, profesor de Ciencia Política en la Universidad del País Vasco (UPV), opina que EH Bildu ha despertado de un ensueño. “Recibieron un premio exagerado e injustificado en las elecciones de 2011, con el fin de ETA”, reflexiona. “También acumulaban un voto que no era identitario, el de ‘dales caña’, que se ha ido a Podemos. Han seguido con el viejo discurso, pensando que les bastaría”. Retortillo cree que aunque Podemos baje en las autonómicas, EH Bildu no va a crecer, sus problemas son más profundos. “Podemos, gente totalmente desconocida, ha aprovechado la ventana de oportunidad, como nunca se ha dado, de un espacio propio para una izquierda no vinculada a nacionalismo étnico”, apunta Imanol Zubero, exmiembro de Gesto por la Paz y docente de Sociología en la UPV.

La sociedad vasca vive un empacho identitario y es una curiosa paradoja que EH Bildu, el partido de la identidad, se halle en una crisis de eso mismo. Zubero asegura que incluso han llevado a cabo una encuesta interna para saber qué les está pasando: “Es algo que nunca habían hecho, preguntarse en serio si lo están haciendo bien. Cuando les empujaba el viento de la historia ni se lo planteaban”. La irrupción de Podemos les ha descolocado. Candidatos de ambas formaciones podrían ser intercambiables, pero si eres de izquierdas y puedes elegir, muchos optan por la versión sin ETA. Podemos no tiene pasado. En cambio entras en la herriko taberna del Casco Viejo de Bilbao, pegada a la casa donde nació Unamuno, y es como esos garitos que se han quedado atascados en la movida. Sigue sonando Sarri, Sarri de Kortatu. Pero en las paredes solo hay fotos de 13 presos, cuando en su día era un santoral infinito. Te encuentras también una pegatina de un personaje tan siniestro como el jefe militar de ETA Xabier López Peña Thierry, el que rompió la tregua en 2006, pero está en el baño, como en el trastero o en el subconsciente.

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El otro factor de desgaste de EH Bildu es interno. “Han traicionado las promesas que han vendido sobre la paz y los sectores críticos se van a la abstención”, opina Retortillo. Ideas que antes eran anatemas están asumidas. Los presos, unos 400, están cada vez más relegados. La tradicional manifestación por los reclusos de ETA de las fiestas de Bilbao se desdobló el mes pasado: la oficial y la del núcleo duro -amnistía o nada-, y ya tenían un volumen similar.

El periodista Humberto Unzueta, autor de Nanclares vis a vis, un libro sobre los etarras que se acogieron a la vía de reinserción opina que “muchos jóvenes de ese mundo votan EH Bildu pero lo de los presos les queda muy lejos, lo viven sin épica ni drama. Solo mantienen esa batalla los muy politizados y las familias”. Unzueta relata que uno de los etarras que entrevistó le llamó llorando en el último momento para no salir en el libro, porque su familia lo iba a pasar mal en su entorno. Recuerda que una de estas exterroristas, Carmen Gisasola, después de 20 años en ETA y 24 de cárcel, desdeña así a quienes les exigen mantenerse anclados en el pasado: “Siguen en el folklore del abertzalismo sin haber hecho más sacrificio que llevar una pancarta”.

“Tras un conflicto la sociedad no soporta ni a las víctimas ni a los héroes”, analiza Zubero. Ese olvido alcanza al propio Otegi. Tras sus seis años en la cárcel, en general la calle piensa que fue injusto, igual que la inhabilitación, pero no tanto como para votarle por eso, como si fueran gajes del oficio. Nadie se libra del desinterés por el pasado.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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