España pierde atractivo
España mira a las elecciones vascas por si el PNV resuelve el problema de gobernabilidad nacional
No fueron pocos los analistas que saludaron con regocijo la irrupción de nuevos partidos nacionales —Podemos y Ciudadanos— porque iban a desplazar a los nacionalistas como bisagras en la gobernabilidad del Estado en beneficio de la estabilidad nacional. Algunos callan ahora, pero otros, paradójicamente, miran a las elecciones vascas por si, gracias a alguna carambola, un partido nacionalista como el PNV resuelve el problema de gobernabilidad que los partidos nacionales, incluidos los nuevos, son incapaces de arreglar.
Lejos de mantener la discreción por su incapacidad, los líderes de los partidos nacionales anuncian un desembarco en Euskadi en campaña así como gran afluencia de ministros para dar consejos a los electores vascos. Resulta chirriante que Mariano Rajoy, con su credibilidad totalmente deteriorada tras el caso Soria, presente al candidato Alfonso Alonso —un político respetado en Euskadi como alcalde de Vitoria en tiempos duros— como "contrapeso imprescindible al nacionalismo" ante “el riesgo de la autodeterminación y la división de Euskadi y España”.
Este discurso tuvo sentido cuando en Euskadi el terrorismo etarra acosaba a populares y socialistas y el PNV, con Ibarretxe, erróneamente defendía el derecho a la autodeterminación como panacea para acabar con la violencia. Entonces existía en Euskadi un respeto a los líderes nacionales que representaban al Estado democrático en una comunidad en la que, a ratos, parecía que regía la ley del Oeste y sus representantes vascos eran premiados en las urnas.
Ese respeto se ha perdido hoy en Euskadi, como reflejan las encuestas, por la ausencia de responsabilidades políticas de Rajoy por la corrupción y por la falta de diálogo entre su Gobierno y un político moderado como Urkullu en cuestiones clave como la salida social a la crisis, la renovación del modelo de Estado y la consolidación del fin de ETA. La guinda es que España lleva ocho meses sin Gobierno, cuya responsabilidad se extiende a todos, incluidos los nuevos, quienes estaban llamados a sustituir a los nacionalistas en la gobernabilidad del Estado.
Estos hechos contribuyen a la desafección de Euskadi hacia una España que pierde atractivo y explican que los sondeos marquen a la baja a los partidos nacionales, incluido Podemos, en comparación con sus resultados en las generales. Los partidos nacionalistas, especialmente el PNV, resultan beneficiados no sólo por la naturaleza autonómica del 25-S sino por contraste con la política nacional.