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Burundanga, la droga que anula la voluntad y no es una leyenda

La escopolamina se extiende en robos y violaciones por “sumisión química”, pero es difícil de detectar y apenas hay datos

Jóvenes bailan en la pista de una discoteca after hours de Madrid.
Jóvenes bailan en la pista de una discoteca after hours de Madrid.MAN
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Burundanga: the stealth drug that cancels the victim’s willpower

No es una leyenda urbana la historia de una droga que le echan en la bebida a una mujer para luego abusar de ella, y ya ha llegado a ancianos intoxicados en pleno día a quienes sacan todo el dinero del cajero y de su casa. En los servicios de urgencia de los hospitales españoles se han familiarizado con este tipo de casos y una palabra, burundanga, nombre popular de la escopolamina, una sustancia que anula la voluntad, produce desinhibición y crea amnesia. Es la principal, aunque hay otras, y crece su uso por la facilidad con que se adquieren en Internet, a bajo precio. En algunos casos son plantas cuyas semillas venden portales de jardinería. Se ingiere sin ser percibida, oculta en bebidas, o incluso se inhala, soplada a la cara. Sus víctimas luego no recuerdan nada. Se llama “sumisión química”.

Es un tema delicado de abordar, porque puede crear un alarmismo excesivo y al mismo tiempo propagar esta técnica delictiva. En realidad es un fenómeno bien conocido en Colombia y otros países latinoamericanos, en robos y secuestros exprés, pero en España aún es subterráneo, y escurridizo, pues estas drogas desaparecen rápidamente del organismo y son difíciles de detectar en análisis. Por eso hay una brecha notable entre la experiencia médica en primera línea, el contacto con estos casos en urgencias, y los datos oficiales. Apenas llega a los juzgados y a las estadísticas, oficialmente casi no existe. Portavoces del Cuerpo Nacional de Policía, del Instituto Nacional de Toxicología (INT) y, en Madrid, de la consejería de Sanidad, son escépticos y transmiten que son muy pocos casos. “Ha habido algún episodio en el pasado, pero en España la incidencia es prácticamente nula”, afirma un alto mando de la Policía judicial.

Sin embargo, el día a día en urgencias puede ser muy distinto: “Tenemos dos o tres casos al mes, y esto solo en este hospital, así que imagina en los 35 de Madrid y en el resto de España, si todos estuvieran sensibilizados y actuaran correctamente”, apunta Andrés Santiago, jefe de Medicina Legal del hospital Clínico San Carlos, uno de los principales de la capital y pionero en la comunidad en la concienciación del fenómeno. Si no se conoce, no se identifican los casos ni salta la sospecha en los servicios de urgencia. Pero los expertos estiman que el 20-30% de las agresiones sexuales se deben a sumisión química. También en algunos casos de menores. En el Clínic de Barcelona confirman este porcentaje. “El problema es certificarlo, llegas a esa conclusión más por el relato de las víctimas que por lo que puedes probar científicamente, que por desgracia es poco”, confirma el doctor Manel Santiñà, del centro barcelonés.

Es un problema del que se tiene constancia desde 2003, con sendos estudios de casos en el Clínic de Barcelona, tras una serie de robos, y la universidad de Santiago de Compostela. El centro catalán, de referencia en agresiones sexuales, introdujo en 2008 un protocolo específico para identificar estos casos. Los hospitales de la Comunidad de Madrid adoptaron uno similar en febrero de 2015.

Los síntomas de 30 sustancias

Sustancias usadas. Son 30, entre ellas, alcohol etílico, benzodiacepinas (flunitrazepam y alprazolam), hipnóticos (zolpidem, zopiclona), cannabinoides, analgésicos-anestésicos (ketamina, fentanilo, escopolamina o burundanga), barbitúricos, ácido Gamma Hidroxi Butírico (GHB), disolventes orgánicos y drogas de abuso (opiáceos, cocaína y alucinógenos).
Los síntomas. Amnesia completa o parcial, resaca desproporcionada, desinhibición, parálisis sin pérdida de conocimiento, agitación o alucinaciones, pérdida de conocimiento, alteración del juicio, disartria y alteraciones en el habla, mareo o vértigo, alteraciones visuales, alteraciones de la motricidad o del equilibrio, somnolencia, nauseas o vómitos, confusión, comportamiento inusual.
Qué hacer. Muchos casos no se denuncian por vergüenza o confusión de la víctima, sea por agresión sexual o robo, al no estar segura de lo que ha pasado. Los médicos aconsejan acudir a un hospital o denunciar en comisaría si a la persona no le cuadran las cosas, no recuerda bien lo sucedido o se nota raro. Si pasa demasiado tiempo la sustancia no deja rastro en el organismo y desaparece. En sangre, en seis horas, y en orina, doce, aunque pueden quedar restos una semana.
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El hospital madrileño de San Carlos acaba de publicar una Guía de detección de la sumisión química, para uso del personal de urgencias. Porque lo esencial es conocer el problema para que surja la sospecha ante algunos síntomas y poder así actuar rápidamente. La guía, que denota la preocupación ante un fenómeno infravalorado, se abre con estas palabras: “España está viviendo junto con los países de su entorno un incremento en el número de casos de intoxicaciones con una intención de agresión sexual o robo. Gobiernos, administraciones, instituciones, sociedades científicas y los profesionales van tomando conciencia de la necesidad de evaluar la situación y proponer acciones para la detección precoz”. El texto asegura que es “una situación relativamente frecuente, pero de difícil diagnóstico”.

El problema clave a solucionar es precisamente ese, que la mayoría de los casos no pasan de ser una sospecha, por muy fundada que sea. Raramente se traducen en denuncia con pruebas, porque hay que moverse rápido, desaparece de la sangre en 2-6 horas. En la orina, la mayor parte se elimina a las doce horas, pero puede llegar a localizarse hasta una semana después. Es decir, a menudo las víctimas se enfrentan al drama de no ser creídas. En los casos de violación se añade otra circunstancia adversa: que no presentan lesiones genitales porque la droga anula la resistencia. En cuanto a los ancianos, los síntomas de desorientación y pérdida se pueden atribuir a senilidad, a un ictus o accidentes cerebro-vasculares.

Por otro lado, el examen debe seguir un protocolo legal estricto, de cadena de custodia de las muestras. La escopolamina hay que ir a buscarla con un análisis específico. Además, la sumisión química también está subestimada en las leyes. En contra de las indicaciones de Naciones Unidas y a diferencia de algunos países europeos, el código penal español no la considera un agravante y la incluye en el supuesto de abuso sexual son consentimiento, pero sin violencia o intimidación.

No solo es significativa la incidencia, también los métodos. En algunos hospitales madrileños, el de Henares y otros, revelan fuentes médicas, atendieron en 2015 casos sorprendentes de ancianos extraviados. Les habían robado pero no recordaban nada. La novedad es que se sospecha que la intoxicación fue a través de la piel: con folletos de publicidad repartidos en la calle e impregnados con burundanga. Luego se acercaba alguien, les pedía dinero y se lo daban, o se dejaban acompañar a casa. Otra técnica sería con cremas hidratantes.

La intoxicación cutánea es un punto controvertido, no todos los expertos la creen posible. “Es difícil de probar, pero hemos tenido sospechas en varios casos y puede suceder, estas sustancias se absorben fácilmente”, afirma Helen Dolengevich, psiquiatra y coordinadora del libro Nuevas drogas psicoactivas, publicado en 2015. No obstante, la Policía asegura no tener constancia de ningún caso y María Antonia Martínez, del Servicio de Drogas del Instituto Nacional de Toxicología, afirma que es “casi ciencia ficción”. Lo mismo opinan en el Clínic de Barcelona: “Es un mito, siempre es por ingestión”. Santiago cree que deberían ser dosis muy altas para tener efecto.

“Saldrán más casos, en unos años será un problema asumido”

“El tiempo nos está dando la razón, con indicadores de sospecha y personal bien entrenado en urgencias se consigue sacar a la luz los casos. La clave es sensibilizar al personal sanitario y a jueces y fiscales. La meta es lograr que la gente vaya al hospital o denuncie si sospecha los síntomas. En dos o tres años será algo generalizado, un problema conocido y asumido”, opina Andrés Santiago, jefe de Medicina Legal del hospital San Carlos de Madrid.

Uno de los obstáculos para tomar conciencia del fenómeno es la ausencia de datos. Acaban aflorando en publicaciones y congresos: un estudio de 306 casos de agresiones sexuales en Madrid entre 2010 y 2012 concluyó que un tercio, 107, podían haber sido víctimas de estas sustancias.

Solo llegan a los medios casos extremos o llamativos. Dos jóvenes muertos en 2011 en una fiesta en Getafe habían tomado burundanga. Un violador arrestado en 2012 en Madrid se hacía pasar por chamán y sometía a sus víctimas con esta sustancia. A veces las víctimas son menores: el pederasta de Ciudad Lineal, detenido en 2014, usaba golosinas con Orfidal, que contiene benzodiacepinas, otra sustancia muy usada.

Esta semana ha comenzado en Granada el juicio a dos hombres acusados de agresión sexual a una mujer en 2013 que, según la fiscalía, habrían usado escopolamina. La víctima, de 40 años, casada y con tres hijos, salió a una cena de empresa y regresó al día siguiente en estado de confusión, "como si viniera de una orgía", en palabras de su marido. Contó que había tomado dos copas en una discoteca. Los dos acusados le invitaron a la última y luego mantuvo relaciones con ellos. Ambos aseguran que fueron consentidas. Los análisis de sangre, orina y cabello no detectaron ninguna sustancia en la mujer, pero la fiscalía sostiene que el relato de la mujer es creíble y compatible con un caso de sumisión química.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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