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De pequeño quiero ser youtuber

El acceso de menores a tabletas y móviles ha creado una nueva audiencia, ajena a la televisión, con mulitud de niños prodigio. Asistimos a un curso para niños youtubers

Íñigo Domínguez

Hay ocho niños y dos niñas de entre 11 y 14 años sentados ante el ordenador el primer día de clase del curso de verano de la Universidad Francisco Vitoria, cerca de Madrid, para aprender a ser youtuber. Es decir, para abrir su propio canal en esta web audiovisual, grabar sus vídeos, editarlos y saber cómo montárselo para conseguir muchas visitas, crear una comunidad de fans y que acaben dando dinero. “Los niños de hoy ya no quieren ser futbolistas y sus ídolos no son cantantes de rock, son youtubers, quieren ser como ellos”, explica Patricia González, profesora del seminario y directora de marketing de 2btube, la principal empresa española de canales de Youtube. Por eso este mes de julio han abierto este curso, dentro de un campamento de verano de Enforex, que es el primero de Europa de este tipo.

La clase parece una charla de empresa para reciclar a los empleados en el mundo digital, pero lo cierto es que ellos ya saben mucho del tema, de forma autodidacta. La primera lección, “Encuentra tu esencia”, enseña que la base es volcar en ello una pasión personal. “Lo que sepáis hacer bien, aunque sea bailar a la pata coja”, les explican. En Youtube vale todo. “Un youtuber es como un empresario, el canal es tu empresa y tienes que pensar lo que quieres vender”, les advierten. El esquema es: “Crea una canal-haz que te encuentren-consigue que se enganchen-gana fans”. O el ciclo de vida del creador: “Sé feliz-consigue espectadores-haz felices a los espectadores-Sé feliz-etc”. Los chicos se presentan, todos parecen espabilados, y solo a tres les gusta el fútbol, a uno el boxeo y la afición favorita de todos es jugar a la PlayStation. Su sueño, ser youtuber. Para divertir, entretener y hacer gracia, según sus palabras. Y las primeras preguntas son sobre cuándo se llega a ganar dinero, aunque les advierten de que no se hagan ilusiones, que es difícil, y mejor que lo hagan porque les gusta.

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El acceso de los niños a tabletas y móviles –según un reciente estudio del CIS, los hijos de más de la mitad de los encuestados había comenzado entre los 6 y los 11 años- ha creado una nueva audiencia: la infantil, pero autónoma, que elige lo que quiere ver. Controlados por sus padres, pero por su cuenta. Y ven a otros niños o adolescentes, que pueden abrir un canal a partir de 14 años o con autorización de sus padres si son más pequeños. Lo que hacen y lo que triunfa puede parecer absurdo, pero son sus gustos, sus códigos: niños construyendo con piezas de Lego, estrenando regalos, paseándose por tiendas de juguetes, probando material escolar, jugando al fútbol, monólogos de adolescentes e incluso recomendación de libros. No sabes si estás ante monstruitos o el más listo de la clase. Muchos son buenos comunicadores, tienen ya una familiaridad natural con la cámara, con un lenguaje propio, entre presentador y vendedor. Mueven mucho las manos, es curioso hasta dónde ha llegado la influencia del rap en el lenguaje corporal.

“No empiezan por el dinero, y además se lo desaconsejamos. Empiezan por pasarlo bien y para ellos hay una parte de afirmación, de encontrar gente con sus mismos gustos. La palabra que define esta generación es ‘seguir’, los seguidores”, opina Bastian Manintveld, holandés, presidente de 2btube. “Es como antes en el patio del colegio, pero a mayor escala, el que más llamaba la atención hoy es el que tiene más seguidores. Pero diría que hay puntos buenos, el criterio es diferente a cuando yo era joven. Una cosa mola o no mola, al margen de conceptos de clases o culturas, da igual de dónde viene. A mí me gustaba música que no estaba de moda, la gente a mi alrededor se vestía de otra forma, y ahora en las redes sociales es muy fácil encontrar gente que comparta tus gustos, tu círculo es el mundo, no el patio o el barrio”.

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Los más famosos son chavales que simplemente se graban a sí mismos jugando a un videojuego mientras comentan lo que hacen. Gamers, se llaman. La Play es a menudo el vehículo para llegar a Youtube, porque hay todo un mundo de vídeos alrededor de los juegos. Los canales de chicas son más de maquillaje, recetas de cocina e ir de compras. Enseñan lo que se han comprado en Primark. Lo más extraño es un género llamado unboxing. Consiste simplemente en abrir un regalo o una caja de un producto. El momento clave del consumo, y el consumismo. El extremo es niños abriendo huevos Kinder para sacar la sorpresa, un subgénero que arrasa. El dinero que generan las visitas y la publicidad, recuerda que son cosas de niños, con adultos detrás que ganan dinero con ellas. Es un inmenso mercado. A partir de 1.000 seguidores se puede hablar con marcas para insertar publicidad, o hacerla con lo que se muestra en el encuadre, y desde 100.000 ya puedes vivir de ello.

Dilema ético

Antonio Muñoz de Mesa, actor y blogger, tiene desde 2014 un canal con su hijo de 10 años, Hugo Marker, dedicado al fútbol, y reconoce que piensa cada día en los dilemas éticos que plantea. “Soy muy consciente, lo que quiero es que tenga una infancia sana y el día que vea que no, cierro el canal”, explica. Él proviene del teatro y le ve toda una parte creativa, pero admite que las primeras dudas llegan cuando te llaman marcas para que les hagas publicidad, por ejemplo en su caso, abriendo cajas de zapatillas deportivas. Muñoz apunta que están pensando en donar lo que recauden a una ONG. Va casi por 170.000 seguidores y con el canal, y otro personal suyo, gana cerca del sueldo medio bruto español, que está en torno a 1.800 euros. Y conoció esta realidad por su hijo, porque él solo usaba Youtube para recetas de cocina y arreglar un grifo. Ahora hace dos vídeos al día y dedica a ellos unas seis horas diarias.

La sede de 2btube está en el centro de Madrid, y tienen otras dos en México y Miami. Con 50 empleados, gestionan 600 canales –buscan talentos, les asesoran, consiguen publicidad- y la media de sus youtubers ronda los 21 y 22 años. Tienen uno de ocho años, El Pequeño Iker. “El canal está gestionado por un adulto que se encarga de editar los vídeos, el niño por supuesto solo se encarga de jugar y divertirse”, aclaran en la nota informativa. El objetivo es que todos seconviertan en profesionales, como una discográfica que ficha artistas. En Estados Unidos ya es un negocio colosal: la Disney compró hace dos años la mayor empresa de este tipo, Maker Studios, por 500 millones de dólares.

La firma 2btube produce 400 millones de vídeos vistos al mes, 7.500 millones de minutos, y el 50% de su audiencia es de menos de 24 años. “Yo trabajaba en televisión y mis hijas veían los dibujos en la tele, hasta que un día volví a casa y no estaban. Dejaron de ver la tele. Yo vivía de eso y me pregunté: ¿pero dónde se ha ido la audiencia? Estaban en su habitación viendo canales de Youtube. Les parecen más cercanos y auténticos”, cuenta Manintveld. Decidió cambiar de negocio y en 2014 fundó la empresa con Fabienne Fourquet, también procedente de la televisión. “El dinero siempre acaba siguiendo a las audiencias”, apunta.

Mundo subterráneo

El de los pequeños youtubers es un mundo subterráneo que si no tienes hijos o trabajas con niños no te enteras de que existe. Elena Carrera, madre de uno de los niños inscritos en el curso, cuenta que su hijo empezó con 9 años, viendo a un famoso jugador, Vegetta777, un joven con 14 millones de seguidores. “El mundo de Youtube lo he conocido por él, que me pidió abrir un canal. Yo no tenía ni idea, pero le di una serie de pautas: no puedes dar tus datos, cuidado con lo que dices, no puede aparecer tu cara, sale solo su voz, y nunca le dejo subir un vídeo sin verlo antes. Ha empezado con lo de las partidas, juega y lo comenta”, relata. Señala que el principal problema es controlarles el tiempo. “Se tiran cinco horas sin enterarse, no les puedes dejar, se aíslan. Si tienes uno que le cueste socializar, que no esté bien integrado en el cole, acentúas un aislamiento que no es sano. Mi hijo es superderportista, si no, no le hubiera dejado”.

A estas edades el juego se empieza a mezclar con rasgos ya instalados en el mundo digital de los adultos, como el narcisismo, el exhibicionismo y el vouyerismo. Igual que la confusión entre lo público y lo privado. Son dilemas para los que ya no existe un límite de edad. Rebeca Stones, nacida en 2000, empezó con 11 años, y tiene un vídeo titulado “50 cosas sobre mí”, en el que cuenta su vida. “Mi sueño es ser actriz y voy a luchar mucho por ello”, asegura. También aparecen pronto problemas de la exposición pública como los insultos y los comentarios hirientes. En otro, llamado “¿Soy una guarra por llevar escote?”, responde con un monólogo a algunos insultos. Es crisis adolescente en vivo con casi 400.000 visitas. Otra joven, Teresa Macetas, confiesa entre lágrimas cómo le han afectado las críticas de sus seguidores en el vídeo “Cómo me siento yo ahora en youtube”. Pero mientras lo hace aparece publicidad de alquiler flexible de vehículos. En el pasado había una Marisol, un Joselito o un Jorge Sanz entre millones de niños, eran una excepción. Ahora es al revés, hay cientos de menores que cada día abren su canal y se lanzan al espectáculo. Y por muy marciano que parezca a los adultos están configurando la audiencia y el entretenimiento del futuro.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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