Un torrente de creatividad

Elena era el disfrute absoluto, un terremoto de creatividad, una energía infinita. Siempre supe que era una de las artífices de la televisión en España, aunque mi primera charla con ella fue hace solo dos años.

EL PAÍS quería ser también un medio que se pudiese ver y Elena me animó a volver de Berlín y aceptar la propuesta del periódico. Era imposible decirle que no. Su visión de la realidad, de los proyectos, de los retos, era siempre mil veces más optimista que la de cualquiera de nosotros. Ese empuje la convertía en un genio que contagiaba ilusión en todas las salas de reuniones. Un día inventaba una serie de televisión, otro día organizaba un debate político, otro diseñaba formatos para youtubers. Vivía por delante, capturando el futuro, y trabajando siempre desde la generosidad.

En un mundo como el de la televisión, lleno de vanidades, Elena Sánchez inventaba el éxito para entregárselo a los demás. Consiguió todos los triunfos posibles, pero sobre todo, uno muy especial. Ser una persona que provocaba cariño y ternura en todos los que nos acercamos a ella.

Le dije muchas veces que ella era mi mentora, la razón de mis aventuras televisivas. Me habría gustado poder repetírselo muchos años más. Hoy, muy triste, Elena nos manda una última lección de energía. La vida es esto. Por eso hay que disfrutarla al máximo. Elena lo hizo y lo compartió con todos. Vamos a echarla demasiado de menos.