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La ‘jornada de reflexión’ es un invento español

El día de calma antes de las elecciones existe en otros países, pero se llama distinto

Jordi Pérez Colomé
Cartel electoral de Alberto Garzón en Madrid.
Cartel electoral de Alberto Garzón en Madrid.Samuel Sánchez

Cada jornada de reflexión electoral los medios hacen una pieza recurrente sobre su utilidad. Suelen preguntarse dos cosas: para qué sirve en tiempos de Twitter y qué es exactamente lo que está prohibido.

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El resultado sobre su necesidad es siempre similar. Hay expertos que lo ven una tradición simpática y otros que lo ven como un anacronismo sin sentido. Es lógico que lo vean así porque el resto de votantes también lo ve así. Este año EL PAÍS ha salido a la calle a preguntar a 15 ciudadanos. Ninguno usa el día para “pensar”. “No me encierro en la habitación a reflexionar desde las 12 de la mañana”, dice una joven. Incluso alguno ya había votado por correo.

Pero a pesar de no usar el día para su objetivo, 6 personas de las 15 consultadas creen que está bien que exista por si alguien quiere relajarse y consultar de nuevo los programas. Reflexionar es algo bueno, parece la conclusión.

Pero no hay por qué reflexionar. Hay muchos países que impiden hacer campaña un día o dos antes de la votación. Pero solo en España se llama algo parecido a “jornada de reflexión”. El catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid, José Ramón Montero, ha consultado para EL PAÍS fuentes originales y no ha encontrado ninguna referencia a la expresión: “Debió ser idea de algún democristiano, por eso de la reflexión”, dice.

Es probable. La primera vez que EL PAÍS publicó la expresión “jornada de reflexión” en un contexto electoral fue el 14 de abril de 1977. Fue en una breve nota sobre el consejo de ministros. Quedaban dos meses para las elecciones y el Gobierno había anunciado cómo iba a ser la campaña: “La campaña electoral finalizará el día 14 de junio a las cero horas. Esta fecha, jornada de reflexión, estará libre de toda acción electoral como la propia jornada de las elecciones”, decía este periódico. La expresión original iba en cursiva, por lo que no era habitual.

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La legislación que regulaba aquellas primeras elecciones solo decía que la campaña "deberá terminar a las cero horas del día inmediato anterior a la elección”. Pero el día no se había bautizado. Alguien en aquel consejo de ministros presidido por Adolfo Suárez debió proponer o imaginar la frase. Los cambios que ha vivido la ley en las décadas siguientes tampoco han introducido la expresión.

En otros países latinoamericanos donde existe algo parecido se le llama “silencio electoral” o “veda electoral”. Son nombres menos positivos. Implican callarse o prohibir -en algunos países está prohibida incluso la venta de alcohol y los espectáculos durante la jornada de votación. Quizá el “anacronismo” de tener una jornada de reflexión hubiera sido tratado con más severidad si el día se hubiera llamado “silencio” o “veda”. Los partidarios de la reflexión deberían agradecer al primer gobierno Suárez que saliera con esta ocurrencia.

El concepto de una jornada de reflexión en Europa es posterior a la Segunda Guerra Mundial. En España en la II República, “las leyes electorales no regulaban nada”, dice Montero. En las leyes de aquel régimen no hay ninguna norma sobre campañas ni su financiación. La única pequeña prohibición que ha encontrado Montero se refiere a las elecciones de 1933: “Las autoridades prohibieron que por la tarde del último día de campaña se retransmitieran mítines por radio; se podían hacer, pero no emitir”, dice Montero. El objetivo era evitar conflictos.

En la época estaban también prohibidos los acontecimientos deportivos o festejos en el día de la votación. “La excusa era si necesitaban guardias en otra parte”, dice Montero. La extensión del día de calma previo a las elecciones fue por tanto un modo seguro de evitar peleas políticas cuando más nerviosos estaban los militantes. En España se introdujo lógicamente al llegar la Transición: “Debieron ver algo en otras legislaciones y les pareció bien”, dice el catedrático José Ramón Montero. Así se instauran las tradiciones.

En inglés, nada

En inglés, la expresión más común es “silencio electoral”, pero apenas se usa: “Es muy interesante que, debido a una falta de uso en los países de habla inglesa, no hay una frase de uso común en inglés para describir este silencio”, escribe Magdalena Musial-Karg, de la Universidad Adam Mickiewicz en Poznan, en su artículo académico “El silencio electoral en democracias contemporáneas”.

En Estados Unidos, una limitación así no tendría que ver con la ley electoral sino con la libertad de expresión. Se consideraría como una restricción inaudita que alguien no pueda pedir el voto para quien le dé la gana cuando quiera. Un asunto más limitado llegó al Tribunal Supremo en el caso Burson v. Freeman. Los magistrados optaron por una libertad total excepto en un caso: dentro de los colegios electorales y en un radio de 30 metros durante el día de las elecciones.

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Sobre la firma

Jordi Pérez Colomé
Es reportero de Tecnología, preocupado por las consecuencias sociales que provoca internet. Escribe cada semana una newsletter sobre los jaleos que provocan estos cambios. Fue premio José Manuel Porquet 2012 e iRedes Letras Enredadas 2014. Ha dado y da clases en cinco universidades españolas. Entre otros estudios, es filólogo italiano.

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