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Niebla de campaña
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La maldición del votante mediano

Los partidos políticos no venden helados sino propuestas políticas, pero las reglas de competencia son parecidas

María Ramos
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Si en una playa llena de gente hubiera dos personas vendiendo los mismos helados y al mismo precio, ambos acabarían por ubicarse en una posición intermedia de la costa. No porque el centro sea lo que preferirían los bañistas, sino porque la posición central es la racional para los vendedores. Estando en el centro se aseguran parte de la clientela en exclusiva: uno se quedaría al menos con la parte derecha y el otro con la izquierda.

Esta idea tan sencilla, que tiene su origen en la economía industrial, es la que inspiró en ciencia política el teorema del votante mediano. Según esta idea, en una lógica de competición política entre dos partidos se predice que la estrategia dominante es ubicarse en el centro.

Los partidos políticos no venden helados sino propuestas políticas, pero las reglas de competencia son parecidas en un mercado de productos y en un mercado electoral. La playa donde se sitúan los vendedores de helados para captar clientes no es más que el espectro ideológico donde se ubican los partidos para conseguir votantes.

En los modelos espaciales de voto los electores eligen la opción que les resulta más cercana, de ahí que el votante mediano sea pivotal. Si importa la pelea por el centro es porque desempata. Estos planteamientos están embebidos en una lógica bipartidista propia de Estados Unidos, pero han tenido una tremenda repercusión también al otro lado del Atlántico. Durante años se ha repetido que “las elecciones se ganan por el centro”. Ahora que no hay dos sino cuatro partidos sobre la arena, ya no es tan evidente que el celebrado teorema tenga la capacidad explicativa de antes.

La fragmentación de la oferta política ha fracturado también a los electorados. Si hay un votante mediano, ese sería el votante de Ciudadanos y, sobre todo, el del PSOE. Sin embargo, eso importa menos que antes porque estamos en la lógica de los nichos. De hecho, pese a estar lejos de zonas templadas, PP y Podemos tienen a sus votantes más movilizados y con preferencias de pactos más claras. Muchos votantes del PSOE, sin embargo, están dudando qué votar y no tienen claro si preferirían un Gobierno pactando a la derecha o a la izquierda. Está claro que si hay “centralidad del tablero”, ya no pasa por el centro político.

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El multipartidismo era esto.

María Ramos es investigadora en la Universidad Carlos III de Madrid y editora de Politikon.

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