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Debate a cuatro
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Salid gobernados de casa

El único momento emocionante ocurrió cuando las cámaras descubrieron que Rajoy había ido acumulando posits

Rajoy, Sánchez, Rivera e Iglesias, este lunes.Foto: reuters_live
Manuel Jabois
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El único momento emocionante de la noche ocurrió cuando las cámaras descubrieron que Rajoy había ido acumulando posits en su mesa, notitas manuscritas colgadas aquí y allá como en los corchos del FBI, de tal forma que si del debate no salía un presidente del Gobierno al menos conoceríamos al asesino. Allí estaba el suspense, en las pistas y conexiones que Rajoy leía obsesivamente cuando le hablaban; al terminar el debate su atril más parecía la cabaña en el bosque en la que John Nash vivió una vida imaginaria, persiguiendo imposibles llenos de fantasmas en Una mente maravillosa.

Para entonces el presidente en funciones ya era consciente de su supervivencia política. Lo había empezado a ser cuando en la presentación de los candidatos las cámaras enfocaron obsesivamente a Pedro Piqueras mientras saludaba Pedro Sánchez. Piqueras se asocia en el telediario a los desastres naturales y esa forma suya tan particular de anunciarlos. De esta manera, con la voz en off de Sánchez y el alarmismo por defecto de la cara de Piqueras, el socialista parecía estar informando de una pandemia; es imposible que un español escuche una voz con la cara sobreimpresa de Piqueras y no piense en la crecida de un río, un edificio desplomado o una matanza de perros.

Sánchez tardó en reincorporarse al debate. Cuando lo hizo fue para mirar a Pablo Iglesias como Sick Boy miraba a Begbie cuando Begbie contaba sus cafradas antes de tirar una jarra de cerveza al centro del bar. La misma mezcla de fascinación y espanto, “este maravilloso loco que en cualquier momento me cruje la espalda”. Hizo tres o cuatro bailes agresivos, casi siempre dirigidos a Rajoy, pero terminó sucumbiendo a otra mirada: cuando Rivera cargó contra Rajoy por la corrupción (“yo no te voy a llamar indecente; te voy a decir vete, amor”) Sánchez clavó los ojos en el candidato del PP como si Rivera le hiciera las veces de primo de Zumosol. Rivera ya había tenido su momento Love Actually al escuchar a Iglesias hablando de impuestos; sacó una portada de El Mundo y se mantuvo con ella delante de él en un gesto en el que sólo se echó de menos que no siguiese pasando cartelitos con letras que compusiesen en silencio la palabra “bolivariano”.

Puerta giratoria

La primera información relevante que llegó a los medios fue que la puerta giratoria del Palacio de los Congresos no iba a funcionar cuando llegasen los candidatos, como si estuviesen sin civilizar. Se trataba, dijo la Academia de Televisión, de evitar “situaciones incómodas”, por ejemplo que alguno quedase atrapado dentro, como en El Padrino. También existía el riesgo de que, al funcionar correctamente esas puertas, Iglesias soltase el primer mitin de la noche. El candidato de Podemos tuvo su momento pronto, cuando le subió a la condena del atentado de Orlando la felicitación porque hubiese lenguaje para sordos; Sánchez, que pudo haber superado el 8,90 de Podemos alabando a unos dependientes random, finalmente renunció. Hay territorios que pertenecen en exclusiva a Pablo Iglesias.

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— Supongo que también querrá decir algo de Orlando, le preguntaban los moderadores a los siguientes candidatos tras la exhibición de poderío de Rivera.

— Pues mire, no. Se sobreentiende que condeno esos asesinatos, de hecho, ya los condené donde debía, y aquí he venido a otras cosas, no a hacer pulsitos con las víctimas.

No hubo valor, y tras el protocolo comenzaron todos a determinar sus posiciones. Iglesias le hizo a Sánchez lo que Vigo a Pontevedra, que son dos ciudades históricamente enfrentadas sin que ningún vigués se haya enterado. Rajoy, cómodo cuando lo rodean, titubeó de forma emocionante cuando los moderadores le recordaron que a él se le daba el último turno del bloque económico porque así lo había exigido.

— Pero estaba de coña, mujer.

— Señor Rajoy, tiene el privilegio.

— A ver. Pues gobernar es muy difícil, y hay que venir estudiao de casa.

Así resolvió la dramática exigencia de que él tenía que terminar ese bloque porque le iba la vida en ello. En la insistencia de que gobernar es muy difícil, frase que repitió sin dejar de repasar mentalmente el gol de Piqué, había un sentido paternalista: tratar de hacer desistir a los chavales como esos padres que le dicen a sus hijos que no vayan a la excursión de fin de curso a Ibiza porque “se duerme poco” y al final “es cansado”.

No hubo ganador. Por lo tanto, como siempre que no pasa nada, que no se aclara nada y que no hay nada en ninguna parte, ganó Rajoy.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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