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Los espectaculares secuestros del señor Gagik

La policía detiene al líder de una red de secuestradores armenios que actuaban en España

Patricia Ortega Dolz

Para todos era conocido como el señor Gagik. Un hombre de unos cuarenta años, buenas entradas en su cabellera morena, mediana estatura y cara de bonachón. Iba siempre perfectamente trajeado y se presentaba como presidente de la Cámara de Comercio de Armenia, como un representante del Gobierno de ese país. Así, con coches de alta gama, chófer y directo desde el aeropuerto de Málaga, llegó un sábado de octubre de 2015 a la almazara de un empresario malagueño. Le acompañaban los dos intermediarios españoles, dos catalanes que habían establecido los contactos entre las partes. "Está interesado en importar a Armenia toda tu producción de aceite, pero quiere verlo con sus propios ojos. No se fía", le dijeron al empresario andaluz. Así que este les abrió las puertas de su almazara en fin de semana.

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Allí mismo, el señor Gagik manifestó su interés, pero puso una condición: "El acuerdo comercial se firmaría en Armenia, adonde tendría que viajar el principal representante de la empresa española". Al abogado del aceitero malagueño le sonó raro aquello, así que optaron por otorgarle poderes legales a uno de los empleados que se desplazaría con el mismo abogado y otro representante de la empresa hasta el país caucásico. Días más tarde volaban hacia Ereván, la capital, directos a adentrarse en la boca del lobo, la del llamado señor Gagik.

El pasado 4 de mayo, tras meses siguiéndole la pista, los agentes de la Sección de Secuestros y Extorsiones de la Policía Nacional le ponían las esposas al supuesto comercial armenio, cuando aterrizaba en el aeropuerto del Prat de Barcelona dispuesto a firmar otro "acuerdo" con empresarios vinícolas granadinos. Pero entretanto sucedieron muchas cosas.

Encuentro con otro secuestrado catalán

Al llegar al aeropuerto de Ereván no estaba el coche que habían reservado en la organización del viaje. En cambio, sí estaba el señor Gagik, con sus dos aliados catalanes y un séquito de coches todoterreno de alta gama. "No se preocupen", les dijo el resuelto trilero, "yo me encargo de todo". Así fue como les condujo a otro hotel distinto del que habían contratado y les introdujo en su mundo, aislándolos al mismo tiempo de cualquier conexión con el propio. 

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Los tres empresarios españoles no sospecharon nada hasta al día siguiente. Al amanecer, desayunaron en el hotel con uno de los ayudantes del señor Gagik, que apareció poco después listo para formalizar el contrato. De nuevo subieron a los coches de alta gama y todo comenzó a volverse extraño cuando dejaron atrás la capital. Hicieron horas de kilómetros con la excusa de que iban a encontrarse con un familiar del señor Gagik que pertenecía al Gobierno. Al llegar a su destino, una casa en medio de un pueblo del que ninguno recuerda el nombre, la hospitalaria actitud de los anfitriones armenios cambió drásticamente: "Les quitaron los móviles, los ordenadores y les encerraron en una de las habitaciones de la casa", aseguran fuentes de la investigación. "Allí había otro empresario catalán, un inmobiliario, que llevaba días retenido y que hacía las veces de mayordomo", cuentan las mismas fuentes.

El chantaje

"Teníamos el dinero listo para pagaros en cuanto se descargaran los camiones de aceite en la frontera, pero alguien ha dado un chivatazo y han detenido a nuestro hombre con el dinero, así que ahora nos tienen ustedes que pagar ese mismo dinero", les dijo el señor Gagik, que para entonces ya había cambiado su cara de bonachón por la de matón.

Finalmente, los empresarios andaluces lograron contactar con alguien de la empresa para que ingresara el dinero en la cuenta acordada. Días antes, el propietario de la almazara ya había denunciado la desaparición de los tres empleados a la policía, que ya estaba sobre la pista y había descubierto los antecedentes del señor Gagik y sus secuaces, ya detenidos por los Mossos d'Esquadra por hechos similares en años anteriores. 

Fue el propio hermano del señor Gagik quien fue a comprobar que se efectuaba la transferencia. También fue el primero en caer, tras enviar un mensaje de móvil de confirmación del pago. Horas más tarde, el señor Gagik abandonaba a los cuatro empresarios españoles en el hotel en el que inicialmente les había hospedado y les dejaba allí. Fue entonces cuando los andaluces cayeron en la cuenta de que el supuesto mayordomo del señor Gagik, el que les llevaba el agua y con quien apenas les dejaban hablar, era otro empresario catalán secuestrado, a quien Gagik había terminado de desplumar. En plena crisis inmobiliaria firmó con el supuesto comercial armenio unas escrituras a la desesperada y le entregó dinero por una liberación que jamás recuperó. Los cuatro regresaron en el mismo vuelo a España, sanos y salvos. Pero el señor Gagik seguía campando por sus respetos.

Hasta el pasado 4 de mayo. Tras el seguimiento de algunos de sus familiares en Barcelona y con la colaboración del grupo de crimen organizado de la capital, consiguieron centrarlo y comprobar que venía en un vuelo directo al aeropuerto del Prat con la intención de reunirse en Granada con unos empresarios vinícolas para firma otro "acuerdo comercial". A su llegada, los agentes le dieron la bienvenida calzándole las esposas. Hoy permanece en prisión acusado de pertenencia a grupo criminal, extorsión, secuestro y amenazas. Su hermano, en cambio, que hacía las veces de cobrador del frac, ya está libre de nuevo. Será un juzgado de Barcelona, tras inhibirse el de Málaga, el que finalmente juzgue los espectaculares secuestros del señor Gagik.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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