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¿‘Kale borroka’? ¿Eso qué es?

Un debate en la universidad vasca muestra que el silencio civil ha dejado lagunas en los jóvenes sobre el pasado violento

Más de medio millón de personas asistieron a la manifestación en protesta por el asesinato de Miguel Angel Blanco.
Más de medio millón de personas asistieron a la manifestación en protesta por el asesinato de Miguel Angel Blanco. ANDREU DALMAU (EFE)

Cuatro años y medio después del cese del terrorismo de ETA, el conflicto está prácticamente ausente de las aulas universitarias vascas. De las jornadas de lucha, de las amenazas y de los atentados quedan rescoldos aislados. Desaparecida la violencia, la nueva generación de universitarios vascos percibe lejano aquel pasado, sobre el que desconoce muchas cosas. Hay una brecha generacional entre estos jóvenes y aquellos que convivieron con el terrorismo. Son conclusiones de una experiencia en tres universidades de Euskadi —Universidad del País Vasco (UPV), Deusto y Mondragón— con 300 jóvenes.

Dos profesores de la UPV —Peio Urkidi y Gaizka Lores—; uno de Deusto —Iker Usón— y otra de Mondragón —Nerea Alzola—, narran para EL PAÍS este debate sobre el terrorismo abierto en la universidad entre octubre y diciembre de 2015 con la pretensión de facilitar el diálogo y aprender del pasado, promovido por la Secretaría de Paz y Convivencia del Gobierno autonómico. Para suscitar el diálogo se apoyaron en documentales, como el de Glencree, inspirado en la experiencia de Irlanda del Norte, que narra el encuentro entre víctimas de ETA y de la guerra sucia.

Constatan la lejanía con la que los jóvenes universitarios perciben el terrorismo y la vinculan a la calma en que viven desde hace cinco años; eran muy jóvenes o ni siquiera habían nacido cuando la violencia estaba presente en las aulas de manera intensa.

“No sólo desconocen cuando nació ETA, sus escisiones o cuándo murió Franco. Hay que explicarles incluso quién era Juan Mari Jáuregui, gobernador civil asesinado por ETA en 2000, incluso qué era un gobernador civil. O quiénes eran Lasa y Zabala, asesinados por los GAL. O un fenómeno tan cercano aún como la kale borroka”, señala Usón.

Atribuye el desconocimiento a que “el terrorismo nunca se abordó en las aulas”. “El estudio de la España contemporánea terminaba con Adolfo Suárez en el Gobierno y la aprobación de la Constitución”. Además, “en las familias, ETA y el terrorismo eran un tema tabú”. “Como para la generación anterior lo era hablar de la Guerra Civil”, puntualiza Urkidi.

Mayor empatía

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Sin embargo, coinciden en que los universitarios de hoy tienen mayor capacidad de empatizar con el sufrimiento de las víctimas que las anteriores generaciones. “Atrajo mucho su atención la grandeza de víctimas como Fernando Garrido —su padre, gobernador militar de Gipuzkoa, su madre y hermano, fueron asesinados por ETA—, que procuraban comprender el dolor de víctimas de los GAL. O cómo Asun Lasa, cuyo hermano fue asesinado por los GAL, trataba de comprender a las víctimas de ETA. El dolor que les unía emocionó mucho a los universitarios”, señala Alzola.

Coinciden en destacar otro cambio en los universitarios de hoy: el respeto a los derechos humanos por encima de las reivindicaciones políticas o patrióticas. “No hay visiones de parte. No hay debates intensos, como en el pasado, entre quienes justificaban el terrorismo de ETA, los del ‘algo habrá hecho’, y quienes lo rechazaban. Está muy asumido el rechazo a cualquier violencia, sea de ETA o de la guerra sucia. Ha crecido el respeto a los derechos humanos y a la vida por encima de todo”, coinciden.

No obstante, aún queda algún rescoldo. Gaizka Lores señala cómo durante la proyección de Glencree en la UPV “hubo algunos resoplidos de protesta, muy minoritarios” cuando algunas víctimas relataban su sufrimiento por el terrorismo de ETA.

A los profesores les ha llamado la atención en sus alumnos el “desconocimiento y desinterés por el pasado violento, que se traduce en su baja participación en estos debates pues son víctimas del silencio civil del pasado”. Alzola considera que “hoy existe pluralidad de opiniones, lo que es bueno, pero, a la vez, poca memoria del pasado, que no lo es”.

La mayoría comparte con Usón su preocupación por la “brecha generacional abierta” porque “aunque los universitarios de hoy rechazan la violencia, eso tiene que probarse en la práctica para evitar que se repita y eso sólo se asume de verdad después de conocer las lecciones del pasado”.

Alzola estima que los universitarios de hoy “tienen otras preocupaciones, más relacionados con el empleo, con la inseguridad laboral que afrontan, y menos con las militancias políticas del pasado”. “No se les pasa por la cabeza que el terrorismo que hemos vivido vuelva a ser un problema”.

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