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El fantasma de la epidemia de los años ochenta

Desde 2010, la heroína afgana ha bajado de precio mientras la cocaína de Suramérica no ha parado de subir

Un heroinómano a punto de inyectarse, en una imagen de archivo.
Un heroinómano a punto de inyectarse, en una imagen de archivo. REUTERS

El tráfico de heroína en Europa es uno de los principales ejes de distribución y negocio de los productores de opio de Afganistán al igual que lo son para EEUU los carteles de México y Colombia desde que en los años noventa añadieron la heroína blanca a su fabuloso mercado de estupefacientes como principales abastecedores de cocaína en el mundo.

La llegada de las mafias de la heroína a España es muy anterior a las de la cocaína hasta que los estragos de la jeringuilla y el tirón del consumo dieron la alternativa a los temidos cárteles de Medellín y Cali, a mediados de los años ochenta. Mientras los opiáceos penetraban en España por la única ruta de los Balcanes —bajo el control de las redes turcas— que permanece intacta hasta hoy, la cocaína comenzó a viajar imparable por el océano Atlántico hasta las costas de Galicia.

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Las organizaciones gallegas —junto con las del noreste de la Península— siempre han sido fieles aliadas de los traficantes de heroína, clanes emergentes del negocio del contrabando de tabaco como Los Charlines fueron pioneros en este negocio para acabar haciendo toda su fortuna con la cocaína. Pero la epidemia de los ochenta (que acabó con toda una generación de jóvenes con sida en una de las cunas del tráfico, Vilanova de Arousa) tuvo repercusiones sanitarias sin precedentes en España y marcó, desde entonces, un cambio en las tendencias del consumo.

Las mafias abrieron nuevos mercados como el del hachís desde el norte de África, primero, y luego con la cocaína de Suramérica; una droga cuya avalancha convirtió a España en el muro de contención de Europa por el número de cargamentos que requisa pero también a la cabeza del consumo de esta sustancia. La oferta de drogas de diseño es otro frente abierto que se ha multiplicado a gran velocidad en la última década.

La aprehensión de 56 kilogramos de heroína hace dos semanas en Tui (Pontevedra), en manos de distribuidores gallegos (el mayor alijo incautado en Europa este año) ha sido interpretado con suma cautela por los expertos en la lucha contra el narcotráfico aunque hay algunos síntomas que han hecho saltar las alarmas sobre un repunte del consumo de esta droga con el fantasma de fondo de la mortal epidemia de los años ochenta.

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En el transporte del alijo, valorado en casi dos millones de euros (aunque su venta en dosis hubiera al menos doblado esa cantidad) participaron bandas de proveedores turcos y albaneses que operan en los Países Bajos, principalmente Holanda, para abastecer, entre otros, el mercado de España y Portugal.

En los últimos 6 años, el precio de la heroína ha bajado sensiblemente hasta dar la vuelta a la tabla que maneja el Ministerio de Interior frente a la cotización de la cocaína, ahora más escasa y mucho más cara, lo que hace suponer una mayor oferta de esta droga en el mercado, aunque con fluctuaciones.

De 33.212 euros que costaba el kilogramo en 2010, ha pasado a costar 33.747 en 2014 hasta situarse ahora en los 32.781, manteniendo más o menos estable su bajo índice de pureza en un 40 por ciento de pureza. La cocaína ahora ha superado la barrera de los 35.000 euros el kilogramo —lo que explicaría en términos económicos que hubiese una mayor demanda del opiáceo— mientras que hace 6 años estaba más barata que la heroína.

Según Francisco Babín Vich, delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas (PNSD), “las estadísticas muestran una estabilización del consumo de heroína en nuestro país desde hace más de una década y en términos asistenciales, la demanda nueva de pacientes adictos a opiáceos no ha dejado de descender desde la epidemia de los años ochenta”.

Incautaciones a la baja

Babín, sin embargo, cree que hay que esperar al resultado de la encuesta que se está realizando desde el PNSD sobre consumo y en edades de entre 15 a 64 años. “Cuando los datos estén disponibles —dice— podremos concretar si se percibe algún aumento en el consumo de esta droga en la población con respecto al detectado en ediciones anteriores”.

“Las incautaciones de heroína en nuestro país revelan que los resultados en promedio anual también van a la baja, si bien operaciones puntuales (como esta última en Pontevedra) pueden romper las tendencias, pero aún así hay que interpretarlas con suma cautela, ya que la aprehensión de un alijo de gran cantidad puede deberse a distintos factores”, apunta Babín Vich.

Para el delegado es pronto para saber si responde a cambios en la estrategia de las redes criminales que unas veces optan por enviar un alijo mayor en un solo transporte o realizan varios envíos dispersos en distinto lugar y tiempo. “También hay que tener en cuenta que mucha de la droga que incautamos en España no tiene necesariamente como destino nuestro país sino que entra por la costa española y luego se distribuye a terceros países”, subraya Babín.  

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