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ANÁLISIS
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Yo, me, mí, conmigo... o contra mí

Se acabó el tiempo de los pactos, que no se han conseguido por exceso de personalismo y falta de visión de Estado

Mariano Rajoy, durante la rueda de prensa tras reunirse el martes con Felipe VI.Foto: reuters_live | Vídeo: ZIPI (EFE) / QUALITY

La primera persona del singular siempre ha conjugado muy mal en política. Salvo con mayorías absolutas, regímenes presidencialistas o autoritarios, el yo es un hándicap para gobernar y, sobre todo, para llegar a acuerdos cuando el voto está muy repartido. Ayer mismo se acabó el tiempo de los pactos, que no se han conseguido por exceso de personalismo y falta de visión de Estado. Y, además, los líderes que han sido incapaces de formar Gobierno volverán a encabezar las listas en sus respectivos partidos.

Siendo justos, hay que reconocer que dos de los cuatro lo han intentado, de verdad, cambiando el yo por el nosotros y haciendo cesiones mutuas para formar un Gobierno “reformista”. Pedro Sánchez y Albert Rivera, muy dados al yo en sus partidos respectivos, han hecho un esfuerzo que hay que reconocer, aunque el resultado haya sido baldío. Hay quien dice que esa actitud será premiada por los electores el 26 de junio, pero es muy pronto para saber lo que decidirán los españoles dentro de dos meses.

A ambos lados de ese intento de coalición se han situado dos fuerzas de bloqueo, con dos líderes que han abusado de la primera persona del singular. Mariano Rajoy ha usado insistentemente el yo, aunque no haya puesto verbo alguno detrás. Tras un primer amago, se ha limitado a esperar el fracaso de los demás para recoger los frutos en las siguientes elecciones. Y ha bloqueado el tú cuando en su propio partido empezaban a plantearse alternativas para presidir un Gobierno de coalición. Al final, nadie en el PP se ha atrevido a dar un paso al frente.

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El caso de Podemos es el más paradigmático del yo, me, mí, conmigo y, sobre todo, contra mí. En estos cuatro meses largos hemos conocido al Pablo Iglesias real. El que se propone como vicepresidente, insulta al partido con el que dice querer pactar, fulmina a quien le quiere hacer sombra (¿qué número tendrá Íñigo Errejón el 26-J en la lista de Madrid?), escenifica actuaciones ridículas en busca de la foto en unos medios de comunicación a los que luego quiere denigrar y acaba la función ayer mismo intentado culpar a los demás de bloquear un acuerdo que él hizo imposible.

La última muestra del yo en la política nacional es la rapidez con que los líderes de los nuevos partidos han asumido los defectos de la más vieja política. Iglesias y Rivera se volverán a presentar sin convocar primarias, haciendo la trampa de decir que no son unas nuevas elecciones, sino una segunda vuelta. ¡Lo que hay que oír! 

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