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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Pactar, ganar, unir

De las lecciones aprendidas en este nuevo tiempo político, la más importante está por llegar

Sandra León

Transcurridos más de cien días desde las elecciones generales y en la recta final del hasta ahora fracasado intento de formar Gobierno, toca hacer un breve balance. Esta etapa deja lecciones para ciudadanos y partidos que serán fundamentales para que los primeros determinen cómo votar en el futuro, y para que los segundos repiensen sus estrategias de negociación.

¿Qué han aprendido unos y otros? Los ciudadanos se han familiarizado con el dilema entre representación y gobernabilidad: tener más partidos permite una mejor representación de la pluralidad de intereses, pero dificulta las mayorías parlamentarias. También han aprendido la diferencia entre lo que es aritméticamente posible y lo que (de momento) es políticamente viable. Quizás la mayor sorpresa en este sentido ha sido la imposibilidad de un mínimo acuerdo entre Ciudadanos y Podemos, dos partidos que se estrenaron en la política nacional bajo una misma demanda de regeneración política e institucional, pero cuyas diferencias ideológicas se han revelado insuperables.

La lección para los partidos es que la formación de Gobierno está abocada al fracaso si se negocia pensando al mismo tiempo en elecciones y pactos. Lo primero conlleva marcar líneas rojas, lo segundo implica diluir fracturas ideológicas o territoriales. Si a ello se añaden las limitaciones derivadas de los equilibrios de poder interno en cada partido, el triángulo de objetivos —pactar, ganar si hubiera elecciones y minimizar las divisiones internas— se vuelve imposible.

La obsesión de los partidos por evitar la culpa del fracaso revela que el latente pulso electoral ha sido el factor más influyente en las negociaciones, con ciertos matices. Pedro Sánchez pactó con Ciudadanos en gran parte forzado por una batalla de liderazgo dentro su formación. Su papel en la negociación le ha otorgado visibilidad, pero el pacto con Rivera puede debilitarle electoralmente, bien porque desvirtúa su crítica a Ciudadanos o porque las cesiones sean penalizadas por la izquierda. La estrategia de Podemos ha estado dominada tanto por el atractivo de ir a una segunda vuelta como por los equilibrios de poder interno. En cambio, con una organización interna relativamente controlada, a Ciudadanos el pacto con el PSOE le ha proporcionado el protagonismo que perdió tras el pinchazo del 20-D, algo que la opinión pública parece estar premiando. Finalmente, el PP es un partido secuestrado por la estrategia de supervivencia de Mariano Rajoy, quien lo fía todo a unos nuevos comicios.

De todas las lecciones aprendidas en este nuevo tiempo político, la más importante está por llegar. Si hay que pasar de nuevo por las urnas y los costes son altos para todos, los partidos aprenderán a eliminar la repetición de elecciones de su horizonte de negociación. Y el cansancio de los votantes quizás les haga más proclives a aceptar cesiones y alianzas que a día de hoy parecen políticamente inviables.

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