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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Vértigo

Convergència no es lo que era: escasea allí materia gris y experiencia política

Francesc de Carreras

Se habla poco de política catalana. Desde el exterior a veces da la impresión de eso significa calma. Falsa percepción de la realidad. Algunos no paran, ni pararán, hasta que el tren se estrelle. Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible.

Sin embargo, con el nuevo gobierno Puigdemont se ha operado un cambio significativo. Antes las tensiones se producían entre separatistas y unionistas; ahora se están trasladando al interior del mismo separatismo.

Por un lado, Convergència y Esquerra, los partidos que componen Junts pel Sí, aunque estén unidos por el separatismo, representan sensibilidades políticas, económicas y sociales distintas. Los que confiaban en la habilidad elegante de Miquel Roca, incluso en la capacidad política de Pujol, no les debe ser fácil digerir la simpleza y los modos de Junqueras y Rufián. No por casualidad sumaban más votos separados que juntos.

Convergència se está desintegrando. Ya resultaba algo grotesco que, tras su fracaso, se encargara la renovación a Artur Mas. Pero ahora resulta que se plantean hacer una consulta para decidir si hay que renovar el partido o crear otro nuevo. La ocurrencia hace sospechar que carecen de confianza en sí mismos y que las disputas internas son importantes. ¿Es distinto renovar un partido a crear otro nuevo? Lampedusa, en El Gatopardo, lo resolvió de forma más inteligente. Convergència no es lo que era, escasea allí materia gris y experiencia política. Se nota mucho.

Por otro lado, el pacto de investidura entre Junts pel Sí y la CUP está resultando como era previsible. Ahora la CUP pide algo muy razonable: que se cumpla la Declaración independentista aprobada por el Parlament el pasado 9 de noviembre. Es lo normal: para eso están los acuerdos. Pero ello entraña ignorar una sentencia del TC e incurrir posiblemente en un delito de desobediencia. Lo que pide la CUP es coherente, lo irrazonable es lo que firmó Convergència.

A los convergentes les empiezan a temblar las piernas: sólo les quedan quince meses para romper con España y con Europa. Otro grave error: fijar una fecha sin ninguna garantía. Empiezan a ver que se han metido en un lío del que no podrán salirse. Piden ayuda internacional y nadie les hace caso. En Cataluña comienzan a perder apoyos internos. En España están para otras cosas: véase el pacto entre PSOE y C’s. Asomados al vacío, contemplando su realidad, sienten vértigo.

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