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'Caso Nóos'
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Apocalipsis de cuñados

Los hermanos Tejeiro empiezan a derribar las coartadas de defensa de Torres y Urdangarin

Íñigo Domínguez
Marco Antonio Tejeiro (izquierda) y su hermano Miguel Tejeiro.
Marco Antonio Tejeiro (izquierda) y su hermano Miguel Tejeiro.ULY MARTIN
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Este miércoles era el temible día del cuñado en el juicio del caso Nóos. El testigo clave, Miguel Tejeiro, lo es de Diego Torres; es hermano de su mujer Ana María. Le tocaba declarar, aunque al final, como era el último de la lista y se acumuló retraso, se quedó para este jueves. Tanto Torres como su socio Iñaki Urdangarin han descargado sobre él, por ser su asesor fiscal, toda la culpa de los desmadres de Nóos. La otra coartada de su defensa es que la Casa del Rey estaba al corriente de sus cuentas, y el actual monarca es el cuñado de Urdangarin. Enfrentarse a un cuñado es arriesgado, a dos es temerario y si uno es el rey de España adquiere matices suicidas. Es el cuñado definitivo, seguramente se lo digan correctamente, y no cuñao, como todo el mundo. Además, es que hay otro cuñado acusado, Marco Antonio Tejeiro, el contable, que en su declaración se despachó a gusto contra los socios de Nóos, y encima este miércoles se coló como testigo un cuarto, Luis Tejeiro, otro contable de la trama. Torres, el muy inconsciente, cavó su tumba rodeándose de cuñados.

No se esperaban grandes cosas de Luis Tejeiro, siendo el menor de la familia y no el más avispado, pero superó las expectativas: aunque parecía despistado en videoconferencia y le daba la risa nerviosa desmontó sin miramientos las explicaciones de Torres y Urdangarin. Aseguró que eran los únicos que mandaban y organizaban todo, que se repartían a medias el dinero, que luego se lo llevaban al extranjero y que el tinglado de sociedades de ambos eran una misma cosa. “Diego controlaba todo”, repitió varias veces. También dijo que Urdangarin “venía aprendido”, en el sentido de que no era ningún ingenuo en las triquiñuelas contables. Y se supone que este Tejeiro era el menos peligroso. Pero el hombre es un cuñado para el hombre, ha dicho Pepe Colubi. Era impensable que si cobras 16 millones de empresas y administraciones públicas tu cuñado no tenga nada que decir. Sobre todo si, como confesó Luis, él mismo era empleado ficticio y le chuleaban la nómina.

La vista de este miércoles fue muy familiar, propició el drama íntimo, porque tras el fin de las declaraciones de los imputados la semana pasada les dieron permiso para irse y han quedado cuatro gatos. Uno de ellos, Diego Torres, que ha querido asistir en persona a su despedazamiento a manos de los parientes. También colaboraron en mayor o menor manera en la tarea los otros testigos. Uno de ellos causó un profundo impacto visual al aparecer en la pantalla por videoconferencia: en un lamentable lapsus de imagen iba vestido con rayas blancas y negras horizontales, como un preso de cine mudo o un golfo apandador. Pero el interés de este miércoles en la sala, con todo el mundo mirando los móviles y cuchicheando, también estaba en los polémicos mensajes del Rey y la Reina publicados por la mañana. Se comentaba qué hubiera pasado si a la Infanta le hubiera pillado este otro apocalipsis familiar en la sala, delante de las cámaras.

En este desapacible espectáculo de autolesiones al final el abogado de Torres preguntó a Luis Tejeiro si con lo que estaba diciendo quería perjudicar a sus familiares, dado que por el camino se estaba llevando por delante a Ana María Torres, y él replicó apesadumbrado: “Mi pobre hermana ni pincha ni corta ni tiene nada que ver, hace lo que le dice su marido y hace lo que hace, lo que aguanta”. Vino a decir que Torres ha arruinado la vida de su hermana, una tesis muy de cuñado. Lo cierto es que el exprofesor de Esade, en su defensa, ha tratado al menos de salvarla. A ella y a la Infanta, en un último pacto in extremis con Urdangarin de cuñados desesperados. Dos familias, una noble y una plebeya, unidas en un mismo destino.

Han salido muy tocados, pero no es nada para lo que se prevé este jueves, cuando llegará el cuñado duro, Miguel Tejeiro, que puede rematar la faena. También es el testigo más esperado porque hasta el inicio del juicio estaba en el banquillo, pero se bajó en marcha justo antes de que arrancara. La abogada de Manos Limpias, Virginia López Negrete, la única que le acusaba, igual que es la única que acusa a la Infanta, retiró sus imputaciones por sorpresa. Se ha rumoreado mucho sobre las misteriosas razones de esta maniobra y cuál puede haber sido la contrapartida —“estrategia procesal”, ha explicado ella— pero hay un hecho claro: como testigo, Miguel Tejeiro está obligado a decir la verdad. Y un cuñado siempre te la dice. Le han puesto en la posición ideal. Desde ahí se supone que destrozará las argumentaciones de Torres y Urdangarin y, lo que más morbo tiene, estará obligado a hablar con franqueza de cuñado del papel de la infanta Cristina.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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