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Euskadi: complejo, sí; rupturista, no

La irrupción de Podemos alterará el equilibrio de poder forjado entre PNV y PSE en la legislatura vasca que termina en verano

Luis R. Aizpeolea

Si las elecciones del 20-D se extrapolaran al Parlamento vasco, Podemos sería primera fuerza con 21 escaños, seguida del PNV (18), Bildu (12), PSE (10), PP (10), Ciudadanos (3) e IU (1). Todo el mundo coincide en Euskadi en que las elecciones vascas de octubre ofrecerán otro mapa político, pero nadie duda tampoco de que la irrupción de Podemos alterará, en algún modo, el equilibrio de poder forjado entre PNV y PSE en la legislatura vasca que termina en verano. De ahí que lo que suceda en Euskadi hasta octubre tendrá rango provisional, como las propuestas de la reforma pendiente del Estatuto de Gernika que este martes desvelaron los partidos tradicionales vascos. No solo falta el dato clave de la futura composición del Parlamento vasco. También, la evolución de la situación catalana y la constatación de que el Congreso inicia un proceso de reforma constitucional.

No obstante, los partidos tradicionales vascos ofrecieron este martes pistas que marcarán el futuro. Bildu no sorprende con su apuesta unilateral por la independencia, siguiendo el modelo catalán de ruptura de Junts per Sí y la CUP. El PSE sigue la pauta de la Conferencia de Granada, de tiempos de Rubalcaba: blindaje de competencias; reconocimiento de Euskadi como nación, pero sin efectos secesionistas, y cesión a la reforma constitucional de una posible regulación de la consulta. El PP se muestra reticente a la reforma estatutaria.

El PNV incide en el reconocimiento de Euskadi como nación en una España plural y de la bilateralidad pactada con el Estado. Es su rasgo diferencial, basado en la foralidad, y protagonizará, previsiblemente, la gran batalla en la ponencia vasca de autogobierno, tras las elecciones autonómicas de octubre, por encima del “derecho a decidir”, tan polémico en Cataluña.

Los peneuvistas están abiertos a participar en una reforma constitucional que, antes o paralelamente a la reforma estatutaria vasca, aborde la consulta. A diferencia del nacionalismo catalán descarta un proceso unilateral y reitera su apuesta por la legalidad, a través de una reforma pactada con el Estado, en línea con la centralidad que ocupa en Euskadi. El lehendakari Iñigo Urkullu ha insistido estos meses en la idea de “diálogo, negociación, acuerdo y ratificación” dentro de Euskadi, con un amplio consenso entre los partidos vascos, y fuera con un pacto con el Estado.

El PNV ha sabido captar la demanda de tranquilidad en la Euskadi post-ETA. No quiere rupturas. Ha aprendido de su experiencia rupturista en la etapa de Ibarretxe, superada con creces por el proceso soberanista catalán, del que marca claras distancias porque sabe que no tiene futuro en Europa. Se va a situar entre el rupturismo de Bildu y la tendencia inmovilista del PP. En ese terreno intermedio tratará de encontrar puntos de encuentro con el PSE y Podemos que, cuando entre en octubre en el baile, tendrá que precisar cómo entiende el derecho a decidir: como una consulta a las bravas entre secesión y unión; o como ratificación de un pacto. Esta última es la apuesta del PNV. También la del PSE, con matices dispares. Se abre en Euskadi, a un año vista, un panorama complejo pero no rupturista.

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