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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Fotografía vasca tras cuatro años sin terrorismo

Bildu trata de aprovechar la moderación del PNV para monopolizar el discurso independentista vasco y revalidar su inesperado resultado de hace cuatro años

Luis R. Aizpeolea

Desde 1977, nunca el nacionalismo vasco se había comprometido tanto en unas elecciones generales como estas del 20-D. El PNV necesita contar con una fuerte presencia en las Cortes para influir en una reforma constitucional que afectará al modelo territorial de España, lo que no le sucedió en 1978. Una reforma ante la que se muestra cauteloso por una posible recentralización como reacción a la deriva soberanista catalana. A su vez, Bildu trata de aprovechar la moderación del PNV para monopolizar el discurso independentista vasco y revalidar su inesperado resultado de hace cuatro años, tras su revés en las municipales.

La singularidad vasca no culmina en que los dos partidos que pugnan por la primera posición sean nacionalistas. Tampoco en que un partido emergente en España, como Ciudadanos, presente nefastas expectativas electorales por su beligerancia contra una pieza clave del autogobierno: el Concierto.

La principal singularidad vasca radica hoy en la demanda de sosiego, de acuerdo entre los vascos e, incluso, de cierto aplanamiento ideológico, tras 43 años de terrorismo y confrontación, durísima en algunas etapas, entre nacionalistas y no nacionalistas. Es reveladora la caída del independentismo en Euskadi al 21%, en plena efervescencia soberanista en Cataluña, según el Sociómetro del Gobierno vasco; el rechazo a la vía rupturista catalana del 63% de los vascos, que sube al 80% por el pacto con la CUP. Y en contraste, la mejor valoración de la política en comparación con España así como la escasa preocupación por la corrupción, el 7%, mientras en España encabeza el récord. Es la fotografía de Euskadi tras cuatro años sin terrorismo.

El principal beneficiario de ella, según los sondeos, es el PNV por su viaje a la moderación y distanciamiento del radicalismo nacionalista, y por una gestión razonable, apoyada por el PSE en política económica y social, en una de las comunidades menos castigada por la recesión.

El PSE tuvo su premio en 2009-2012 cuando Patxi López, con apoyo del PP y una izquierda abertzale ilegalizada, fue lehendakari. Capitalizó su esfuerzo en el fin del terrorismo y se benefició de la deriva soberanista de Ibarretxe. El apoyo del PP le acabó pasando factura, y hoy, como el PSOE, padece las consecuencias de la crisis de la socialdemocracia de la que pretende aprovecharse Podemos que, pese a su caos interior en Euskadi, presenta buenas expectativas electorales.

Bildu es otro posible caladero de votos de Podemos. Pero es otro síntoma de normalidad que Bildu ya es juzgada por su gestión —y castigada en las pasadas elecciones municipales—, tras haber sido premiada en las municipales y generales de 2011 por su contribución al cese definitivo de ETA, en su tramo final.

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El PP también fue premiado por los vascos cuando ETA atacó con saña a sus militantes en la etapa final del terrorismo, de modo que Jaime Mayor estuvo a punto de ser lehendakari en 2001, con el apoyo del PSE. Pero el problema del PP vasco hoy, además de la repercusión negativa en Euskadi de la política de Rajoy, es no haber sabido adaptarse al final de ETA.

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