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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Desilusión

Las bases sociales que se sumaron a la marea del "sí se puede", encarnizado en Podemos, parecen resignadas al reflujo del "no hay salida"

Enrique Gil Calvo

Hace un año, una oleada de expectativas de cambio recorría España, pues la crisis política parecía a punto de dar paso a la regeneración democrática. Y el fermento catalizador era Podemos, el partido que tras irrumpir en las elecciones europeas lideraba el voto de castigo al bipartidismo para refundar un nuevo sistema político. De ahí el clima de optimismo que sacó de la abstención y el desencanto a descontentos y desafectos, para movilizarlos con entusiasmo en una confluencia masiva de voluntades de cambio. Pero ahora esa ilusión ha decaido, y las bases sociales que se sumaron a la marea del "sí se puede" parecen resignadas al reflujo del "no hay salida". ¿Qué ha pasado?

Ciertas razones se deben a circunstancias externas ante las que Podemos poco pudo hacer. Es el caso del experimento de Syriza en Grecia, cuyo fracaso en su lucha contra el directorio europeo demostró que no hay alternativa. Una derrota que hace dudar del otro experimento que ahora se inicia en Portugal. Y un efecto análogo ha tenido el proceso catalán de secesión, al abrir una crisis que amenaza la continuidad de la democracia española, eclipsando el proyecto regenerador de Podemos y reforzando al partido conservador en el poder. Lo que ha permitido al presidente Rajoy afianzarse en su resistencia inmovilista manteniéndole incólume ante el viento del cambio.

Pero la mayor responsabilidad sobre su declive hay que atribuírsela al mismo Podemos, que si bien acertó en 2014 a despertar grandes expectativas no ha sabido después desarrollarlas con éxito, siendo sustituido por Ciudadanos como sucedánea esperanza, y declinando finalmente en una peligrosa deriva hacia la irrelevancia. Su primer error fue el control de tiempos, pues la prisa por aprovechar la ventana de oportunidad les impulsó a dar la sorpresa con excesiva precipitación, olvidando que no por mucho madrugar amanece más temprano. Si las elecciones hubieran sido en primavera hubieran arrasado, pero quemado el factor sorpresa ahora ya es demasiado tarde.

Pero su mayor error ha sido estratégico, al ser incapaces de lograr la confluencia colectiva de todos los desafectos. Y esto es más grave si tenemos en cuenta que su estratega Ínigo Errejón se proponía aplicar en España el modelo de Ernesto Laclau, que exige integrar en un solo bloque popular al conjunto de los grupos heterogéneos que se sienten agraviados por las injusticias del sistema. Pues bien, en lugar de construir la confluencia, las tácticas leninistas de Podemos sólo han logrado el efecto contrario: dividir y fragmentar todavía más al movimiento de resistencia popular, acabando por debilitarlo.

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