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Desaparecidos en el Atlántico

El paradero de los tres tripulantes del helicóptero militar que se accidentó frente al Sáhara sigue siendo un enigma seis días después de que se perdiera su rastro

Miguel González

El padre del sargento Johnander Ojeda, uno de los tripulantes del Super Puma accidentado el pasado jueves a 40 millas de Dajla, la antigua Villa Cisneros (Sáhara Occidental), cree que su hijo y sus dos compañeros —el capitán José Morales Rodríguez y el teniente Saúl López Quesada— están secuestrados. En otras circunstancias, esa sería una noticia inquietante. En estas, es una esperanza. Porque si están secuestrados, están vivos. Y es difícil pensar que estando libres no hubieran dado señales de vida en casi seis días.

El ministro de Defensa, Pedro Morenés, contempla la hipótesis del secuestro, pero no la considera “la más plausible”. No hay antecedentes de piratería en la zona. Los piratas actúan más al sur, en el golfo de Guinea, y, a diferencia de los somalíes, carecen de infraestructura para secuestros largos y se dedican al pillaje de sus víctimas. De confirmarse el secuestro, opinan los expertos, sería una acción oportunista: un barco de contrabandistas habría pescado casualmente a los militares y los habría vendido a algún grupo yihadista de los que operan en Mauritania para completar ingresos.

Pero antes de especular con el paradero de los tres militares hay que comprobar que no están dentro del helicóptero hundido en el Atlántico. Defensa ha localizado ya algunos restos del aparato dispersos por la zona, pero no la cabina. La baliza que se activó tras el siniestro facilitó las coordenadas del lugar donde se hundió, con una profundidad de solo 40 metros, pero las corrientes pueden haberla arrastrado muy lejos: la búsqueda abarca un área de 24 por 16 kilómetros, que 20 submarinistas, apoyados por el buque Olympic Zeus, con dos robots, y los cazaminas Turia y Segura, dotados con un sónar de barrido lateral, peinan hasta ahora sin éxito. La localización de la cabina permitiría despejar la incógnita de si los tripulantes sobrevivieron al accidente y pudieron abandonar el helicóptero. Morenés ha asegurado que el aparato “no estaba especialmente roto”. Se basaba en las dos fotografías que, antes de que se hundiera, tomó un avión de patrulla marítima CN-235. En las imágenes, en poder del juzgado togado militar, se aprecian las aspas sobre la superficie del agua y la mayor parte del aparato sumergido.

Antes de amerizar, los tripulantes desplegaron los flotadores del helicóptero, lo que activó la baliza del aparato. En cambio, no pusieron en marcha la baliza del equipo de emergencia que va con la balsa. El CN-235 y el F-18, que sobrevoló la zona a mayor altura y con menor visibilidad, vieron la mancha verde del colorante que se usa para facilitar la localización desde el aire. Expertos militares aseguran que la bolsa del colorante debe romperse manualmente, lo que implica que al menos un militar estaba vivo y consciente tras el siniestro. Otras fuentes no descartan que el colorante se esparciera accidentalmente. Ni el F-18 ni el CN-235 vieron ninguna balsa, pero el primero creyó divisar una bengala. Por su lado, el piloto de un helicóptero Puma marroquí aseguró haber visto la balsa y la bengala. Eso sí, aunque pertenecía al servicio aéreo de rescate, se dio la vuelta sin haber prestado ayuda alguna.

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Morenés niega que se suspendiera la búsqueda por la falsa noticia del rescate

Más valor puede tener el testimonio del capitán del mercante holandés que pasó por la zona del accidente cinco horas y 40 minutos después, cuyo interrogatorio ha ordenado el juez. Sostiene que envió una embarcación ligera para atar el helicóptero y evitar que se fuera al fondo del mar, aunque sin éxito. Y añade que no vieron a nadie en la cabina, pero no aclara si miraron dentro o si estaba vacía.

No hay precedentes de secuestros en la zona. Los piratas están al sur

Para añadir confusión, la Gendarmería marroquí informó esa tarde a la Guardia Civil de que los tres militares habían sido rescatados por un pesquero que iba hacia Dajla. Nunca llegó. Y, al día siguiente, la Gendarmería se disculpó alegando que la noticia procedía de la Marina de Senegal. Una excusa poco creíble, ya que los senegaleses podrían haber informado directamente a los militares españoles destacados en Dakar. ¿Provocó la falsa buena noticia que se suspendiera la búsqueda en momentos críticos? Morenés sostiene que no, pero esa será la principal cuestión a dilucidar, si sobrevivieron al accidente.

Morenés vuela en otro Super Puma

M. G.

El ministro de Defensa, Pedro Morenés, ha realizado este martes un vuelo a bordo de un helicóptero Super Puma, similar al siniestrado, hasta el lugar de su hundimiento, a 280 millas de la base aérea de Gando (Gran Canaria) . Morenés ha tomado en Buque de Acción Marítima (BAM) Rayo, con plataforma para helicópteros, desde donde ha seguido las tareas de búsqueda desarrolladas durante la jornada, de momento sin éxito, y a las 18.30 ha regresado a la base aérea de Gando y se ha reunido de nuevo con los familiares de los tres militares desaparecidos, según ha informado su departamento.

A última hora de la tarde se han incorporado al dispositivo de búsqueda los cazaminas Turia y Segura, que pueden realizar tareas de rastreo “las 24 horas del día”, según Defensa, y que se suman a las inmersiones sucesivas de los 20 buzos de la Armada y del Olympic Zeus, fletado por el Ministerio de Fomento, que dispone además de dos robots submarinos.

Desde su llegada a la zona, el comandante de la Flotilla de Dragaminas, a bordo del Turia, ostenta el mando de la operación, mientras que el Rayo ha sustituido al buque Camino español en tareas de apoyo.

“Los medios aéreos empleados en la búsqueda en superficie han trabajado hasta el anochecer y a primera hora de la mañana reanudarán sus operaciones”, ha explicado el ministerio. La colaboración con Marruecos es completa: un avión español CN-235 de patrulla marítima se turna con un Defender marroquí y un helicóptero Super Puma español con un Puma marroquí. Un CN-235 y un C-295 efectúan vuelos entre Gando y Dakhla, mientras que otro C-295 y dos F-18 están alertados.

El rastreo submarino, a la búsqueda de los restos del aparato, abarca una zona de 384 kilómetros cuadrados, mientras que la vigilancia aérea, centrada en la presencia de pesqueros o de una balsa a bordo de la cual pudieran encontrarse los militares, se extiende por un pasillo de 400 kilómetros de largo por 60 de ancho.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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