“Los políticos estamos demasiado encorsetados”

Dicen muchos lugares comunes los políticos. Estamos demasiado encorsetados. Lo exige el mundo de hoy: los cortes de televisión han de ser de 10 segundos, los de la radio de 20; pierdes espontaneidad. Y a los políticos se nos exige ser genuinos.

 Dicen argumentarios. Hay cosas que parten de convicciones profundas. Pero se utilizan términos que acaban vaciándose de contenido. Por ejemplo, hablar de justicia social tiene mucha carga, aunque también suena a tópico. Pero sigue siendo necesaria la justicia social.

¿Qué forma parte del corsé? Los canales a través de los que nos comunicamos exigen un lenguaje simple, y el 99% de las veces nos enfrentamos a problemas muy complejos, que requieren explicaciones más largas. Hay que salvarlo, no tengo la fórmula pero sé que de forma simplista no se resuelven los problemas de fondo.

Los periodistas se cuelgan demasiado de las anécdotas

Los tópicos también los tenemos los periodistas. Ahora que tiene más contacto, ¿cómo nos ve? Primero, que no están suficientemente valorados socialmente ni tampoco por sus empresas. Sin ánimo de criticarlos, lo que veo es que se cuelgan demasiado de las anécdotas: de la tramitación de una ley explican una anécdota en lugar de estudiarse la ley. He sido ponente de bastantes leyes y casi nunca se ha acercado un periodista para preguntar por qué la proponíamos.

¿Perjudica el rifirrafe entre partidos a la relación de la gente con la política? Los ciudadanos nos piden que nos entendamos, pero hay muchos otros que quieren ver reflejadas las posiciones de los partidos. Esa dialéctica no perjudicaría si después fuéramos capaces de consensuar políticas.

Y no es posible. No. Hay temas pendientes de un gran pacto de Estado. La educación es uno. Este es un país que cada cuatro años cambia de ley de educación, una de las bases fundamentales para crear una sociedad mejor.

Los resultados electorales nos conducirán al diálogo: no habrá mayorías absolutas

Da la impresión de que donde únicamente se produce el diálogo es en su casa [su marido es José María Lasalle, secretario de Estado de Cultura del Gobierno del PP]. Tampoco diría tanto, hay muchos sitios donde se puede dar el diálogo. Los resultados electorales nos conducirán a eso: no habrá mayorías absolutas. Esa pluralidad tendrá que ser articulada mediante acuerdos. Si no, no se podrá gobernar, y eso sí pasará factura.

¿Qué le enseñó la vida, también la de pareja, para la vida política? Me ha enseñado que es muy importante el respeto por el otro, curiosidad por lo que piensa. No hay verdades absolutas, o muy poquitas. En las tertulias no soy muy eficaz porque tiendo a aceptar argumentos contrarios. Y en la tertulia se busca confrontación.

Trabajar por lo común une mucho cuando es una vocación sincera

Sobre su diálogo doméstico: ¿ayuda a practicar la tolerancia? Las relaciones domésticas tampoco son permanentemente de debate político: hablamos de quién recoge a las niñas [tiene dos mellizas], qué se hace para cenar, quién va a por zanahorias… Y después, las inquietudes: los libros, el cine. Es más natural y fluido. Trabajar por lo común une mucho cuando es una vocación sincera.

La número 2 del PSOE por Madrid, ¿qué prometerá que sea creíble? Hay medidas de impacto para mejorar la vida inmediata de las personas, pero los cambios de verdad tardan en verse. La crisis no habría sido igual si no hubiese gente joven sin formación. No habría sido lo mismo si no hubiera habido burbujas artificiales.

¿Tiene miedo de que la engulla el lenguaje político? Sí, confieso que tengo miedo, pero está identificado y eso ya es un buen antídoto. El problema es si no ves venir el riesgo. Espero que no pase y que no me lo permitan quienes me acompañen.