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Siete claves de la lucha contra el yihadismo en la frontera sur

La cooperación con la policía española, vital en la eficacia de los agentes marroquíes El país magrebí desmanteló 14 células yihadistas en 2014 y lleva otras 14 este año

Francisco Peregil
Dos soldados y un agente, miembros de la Operación Vigilancia, patrullan por la avenida Mohamed VI, de Rabat, el pasado viernes.
Dos soldados y un agente, miembros de la Operación Vigilancia, patrullan por la avenida Mohamed VI, de Rabat, el pasado viernes.FRANCISCO PEREGIL

En las principales ciudades de Marruecos patrullan desde mayo cientos de tríos formados por un policía al que flanquean dos soldados. Forman parte de la operación Hadar (Vigilancia), contra el yihadismo. Se podría alegar que para combatir el terrorismo es mucho más eficaz la buena información que la presencia en las calles. Pero Marruecos hace bien lo uno y lo otro. En 2014 sus agentes desmantelaron 14 células terroristas y en lo que va de año suman 15. La cuarta operación antiyihadista entre Marruecos y España en lo que va de año se ha saldado este domingo con 10 detenidos, seis en Casablanca (Marruecos) y otros cuatro en España

La anterior red fue desarticulada la semana pasada, con la detención de seis personas que, según las autoridades marroquíes, planeaban un atentado suicida contra una cárcel de alta seguridad para liberar a presos del Estado Islámico. Y el 25 de agosto, agentes marroquíes y españoles consiguieron detener en una operación conjunta a 14 presuntos yihadistas que planeaban perpetrar matanzas en los dos países. Raro es el mes en que Marruecos no detiene a alguna célula islamista. De esa eficiencia se benefician directamente Francia y España. Si España pudo alertar a Francia en 2014 sobre la peligrosidad del marroquí Ayoub El Khazzani, de 26 años, que atentó el viernes 21 de agosto contra los pasajeros del tren Ámsterdam-París, fue gracias a que antes ya se había recibido la información desde Marruecos.

La presencia de unos 1.350 marroquíes en las filas del Estado Islámico no ha conseguido extender el terror hasta Marruecos. La eficacia de las fuerzas de seguridad marroquíes contrasta con las de sus vecinos del Magreb. En Argelia murieron nueve soldados el pasado julio en una emboscada tendida por una célula de Al Qaeda. Y un mes antes cayeron 38 turistas en Túnez a manos de un terrorista del Estado Islámico. Desde entonces, Marruecos se encuentra en estado de máxima alerta. El país lleva cuatro años esquivando atentados.

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Varios expertos consultados analizan las claves de esta eficacia.

1.- Estrechísima cooperación internacional. Marruecos colabora con España y Estados Unidos como nunca antes lo hizo. Hasta el punto de que en los últimos meses se han desarrollado tres operaciones conjuntas con agentes marroquíes en España y policías españoles en Marruecos.

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2.- Detenciones muy preventivas. Un alto mando policial español lo describe de esta forma: “En Marruecos no existen las mismas exigencias legales que en España para encarcelar a alguien. Así que en, cuanto alguien asoma ya no la cabeza sino el meñique... van a por él”.

3.- El atentado de Casablanca (mayo de 2003) dio muchas pistas. En la noche del 16 de mayo de 2003 un grupo de terroristas suicidas colocó bombas en varios lugares de Casablanca. Murieron 45 personas, entre ellos 12 de los 14 terroristas. El presidente del Centro Marroquí de Estudios Estratégicos, Mohamed Benhamou, explica que aquel día marcó una inflexión en la lucha contra el terrorismo. “En los días siguientes se detuvieron a 2.000 personas en todo el país. Eso no es lo ideal en materia de derechos humanos. Pero aquella medida permitió conocer la estructura y conexiones de estos grupos. El Estado conoció a este nuevo enemigo, pudo infiltrarse en él y a partir de ahí se logró una mayor coordinación entre los distintos cuerpos de la policía”.

4. La creación del “FBI” marroquí. En marzo pasado se inauguró en Salé, ciudad vecina a Rabat, la Oficina Central de Investigaciones Judiciales (BCIJ por sus siglas en francés). En seguida fue bautizada por la prensa local como el FBI marroquí. En sus pocos meses de vida consiguió desmontar varias células. “Han llevado a este cuerpo a gente muy joven y preparada”, explica un alto mando policial español. “Pero yo no diría que ellos sean el factor principal de la lucha antiterrorista. Son, sobre todo, el brazo ejecutor, una pequeña élite bien organizada”.

5. Operación “Vigilancia”. Los grupos de un policía y dos soldados que patrullan ante los principales edificios de Marruecos cumplen al menos el cometido de tranquilizar al ciudadano. “El objetivo de los terroristas”, explica el presidente del Centro Marroquí de Estudios Estratégicos, Mohamed Benhamou, “es meterle el miedo a la gente y debilitar al Estado. Y esos soldados y policías sirven para recordar al ciudadano que el Estado está ahí para protegerlos”.

6. La “desradicalización” en las cárceles. El Estado marroquí intenta moderar a determinados presos islamistas que cuentan con seguidores dentro del yihadismo. José María Gil Garre, responsable de Estudios sobre terrorismo del centro de análisis Instituto de Seguridad Global, recuerda que Marruecos se ha apuntado éxitos notables en este campo. Destaca el caso de Mohamed Fizazi, un líder religioso que había sido detenido en 2003 tras los atentados de Casablanca, como “inspirador” de los terroristas. Fizazi ejerce ahora una gran labor como predicador contra la violencia. El rey Mohamed VI asistió el pasado marzo en calidad de “Comendador de los Creyentes”, máxima autoridad religiosa del país, a un acto religioso celebrado en Tánger por Mohamed Fizazi.

7. Una buena red de informadores. Un funcionario europeo destacado en Marruecos sostiene que en este país no hay grandes aparatos de vigilancia, pero “cada tendero guarda una libreta donde apunta todo sobre sus clientes”. Es decir, en cada barrio hay una nutrida red de confidentes.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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