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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Nacionalización

Aún parece más probable que Cataluña esté en estos momentos más cerca del siglo XIX que del XXI

Felipe González no fue el primero en notar que lo que ocurre en Cataluña desde hace un tiempo presenta un cierto parecido con cosas que tuvieron lugar en Europa en los años 30, pero sí es quien ha llenado de mayor indignación a las fuerzas motoras del independentismo, ansiosas, en los días que corren, de agravios a los que responder con firmeza. Sin embargo, no era intención del expresidente referirse al nazismo y al fascismo en su apogeo criminal, como se ha querido interpretar. De no ser así, el señor González hubiese incurrido en lo que Leo Strauss llamó reductio ad hitlerum,la falacia retórica consistente en señalar como fascista al adversario con la intención de repudiar todos sus argumentos y expulsarle del diálogo. Observemos de paso que, en España, ese anatema no se pronuncia solo con las palabras “nazi” y “fascista”, también se usa a menudo la palabra “franquista”; por ejemplo, para negar toda legitimidad al orden constitucional.

Como ya se encargó él mismo de aclarar, Felipe González quiso referirse a la voluntad declarada de varios portavoces del independentismo de no acatar las leyes vigentes. Eso es algo que, en efecto, no había ocurrido en la Europa democrática desde la época aludida, y no veo por qué la comparación no es pertinente. Ahora bien, hay que instalarse en el absurdo para encontrar similitudes entre el horror de los regímenes totalitarios y el fenómeno que hemos visto desplegarse en Cataluña en estos últimos años. Los cientos de miles de manifestantes que desfilan cada Once de Septiembre —a los que el presidente de la Generalitat gusta de considerar un millón y medio, y de los que Pilar Rahola dice que nunca han tirado un papel al suelo—, con sus caras alegres, sus aparejos festivos y sus vivos colores, nada tienen que ver con las sombrías multitudes que en los años 30 señoreaban las calles en Alemania y en Italia. Lo que indican inequívocamente los atributos de nuestros manifestantes es que parte del pueblo catalán —esa parte adherida al Procés en cuerpo y en espíritu— se ha convertido por fin en una verdadera masa nacionalizada.

Las masas empezaron a ser nacionalizadas en distintos países europeos hace unos 200 años con la intención de invocar y materializar la “voluntad general” que había anunciado Rousseau y que el romanticismo popular cultivó con emoción a lo largo del siglo XIX. En La nacionalización de las masas, George L. Mosse (historiador norteamericano de origen alemán) muestra con claridad las raíces del populismo y la facilidad con que las masas sucumben al sentimentalismo organizado. En la Alemania romántica se obtuvieron excelentes resultados concentrando multitudes al aire libre, en general, alrededor de monumentos patrióticos, y también ayudaron mucho a la cohesión nacional los grandes cantos corales, la promoción del deporte, y la exaltación de las costumbres locales y el folclore. En algunos países, esas demostraciones acabaron desembocando en el fascismo; en otros, alimentaron el comunismo, y en otros dejaron un leve rastro que la democracia liberal iría desdibujando. Después de la Segunda Guerra Mundial, en las sociedades abiertas, el concepto de nacionalización no hacía pensar en nada bueno. No obstante, la idea romántica que dio origen a las fantasías nacionalistas, la idea de la “voluntad general”, situada por encima de todos los avatares y encarnada en la lengua y el carácter, y en el amor que un pueblo se profesa a sí mismo, se ha mantenido latente en algunas conciencias, y, tras un notable esfuerzo de programación, en Cataluña ha vuelto a ser tomada en serio.

He oído a más de un representante del independentismo responder a las objeciones que se le presentan exclamando que “todo eso” —todo lo que se le pueda objetar— ya es muy antiguo, ya forma parte del pasado. Es probable que así sea; sin embargo, aún parece más probable que Cataluña esté en estos momentos más cerca del siglo XIX que del XXI.

Ferran Toutain es escritor.

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