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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las cartas están casi echadas

Desde un punto de vista emocional, sentimental, el independentismo es imbatible

Francesc de Carreras

¿Las próximas elecciones autonómicas catalanas son elecciones plebiscitarias? La pregunta puede tener dos respuestas, una jurídica y otra política. Desde el punto de vista del derecho son meras elecciones en las que se elegirán diputados, unas elecciones más. Sin embargo, si nos quedáramos en eso, no diríamos toda la verdad. Porque su significado político, es decir, la lectura que se efectuará de sus resultados, es otra: cuántos son partidarios de la independencia y cuántos no. Así pues, son elecciones jurídicamente autonómicas y políticamente plebiscitarias.

Si vencen por votos —desde luego no por escaños— las candidaturas que se declaran partidarias de la independencia en su programa electoral, los efectos de las elecciones, quiérase o no, serán muy parecidos a los de un plebiscito o referéndum. Desde luego, no tendrá efectos jurídicos o, dicho de otra manera: sus resultados no serán vinculantes, pero el independentismo habrá ganado y ese resultado le otorgará una indudable legitimidad cara al futuro.

Naturalmente, aunque la nueva Cámara declare la independencia de Cataluña, no tendrá ningún reconocimiento del resto de Estados ni de la UE dado que, como hemos dicho, esas elecciones son para elegir una cámara parlamentaria, no para declarar la soberanía. El respeto al derecho interno de los Estados es uno de los principios que rigen el derecho internacional. Pero la legitimidad política del independentismo se habrá reforzado en Cataluña y la inestabilidad en la que entrará España tendrá consecuencias muy negativas, especialmente desde el punto de vista económico y de convivencia civil. Por el contrario, si las candidaturas independentistas pierden, en la misma medida, sucederá lo contrario: el independentismo se deslegitimará, se demuestra que los ciudadanos catalanes quieren seguir formando parte de España. Por tanto, se trata de mucho más que unas elecciones autonómicas; las consecuencias serán de una entidad mucho mayor.

Desde un punto de vista racional, los argumentos a favor de la independencia son casi inexistentes: ni a Cataluña ni a España le conviene la fractura. No hay razones económicas, ni históricas, ni culturales, ni cívicas. Todo lo contrario: les conviene la unidad. Sin embargo, desde un punto de vista emocional, sentimental, el independentismo es imbatible. Al nacionalista no hay argumento racional que le convenza, el corazón manda más que el cerebro; el nacionalismo es en cierta manera un sucedáneo de la religión: la fe puede más que la razón. Este ciudadano ya tiene decidido su voto.

Quizás no se ha debatido lo suficiente; los argumentos a favor y en contra seguro que no han llegado a todos, pero las cartas están casi echadas: a quien todavía no se ha enterado le quedan poco más de 15 días para hacerlo. Que los aproveche porque le va mucho en ello.

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