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España, una etapa en el camino hacia Alemania

Refugiados llegados a España aspiran a alcanzar el norte de Europa ante las estrecheces del sistema español de acogida

Refugiados sirios, a la espera de poder viajar hacia Alemania, en un hotel de Madrid.
Refugiados sirios, a la espera de poder viajar hacia Alemania, en un hotel de Madrid.Carlos Rosillo (EL PAÍS)

Munich, Hamburgo, Berlín. Las ciudades alemanas son el objetivo declarado del grupo de sirios que ha recalado en un pequeño hostal en la periferia madrileña. Este es un lugar de tránsito. En cuanto reúnen el dinero y las fuerzas suficientes, los refugiados continúan ruta a Alemania. Cada semana sale gente de aquí hacia el norte de Europa.

Mientras la guerra de cifras de acogida de refugiados arrecia en el debate político, sobre el terreno, las cuotas son casi lo de menos; la necesidad se impone. Buena parte de los que llegan emigran en cuanto pueden a países con ayudas más generosas que las españolas. Saben que aquí no hay trabajo y que el entramado de acogida es incapaz de cubrir las necesidades básicas para todos. Las tupidas redes familiares asentadas a estas alturas en el norte de Europa se encargan del resto. Por eso, mientras en las ciudades alemanas o suecas despliegan campamentos militares para acoger a los recién llegados, España vive hasta cierto punto ajena al mayor éxodo de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial.

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Uno de los jóvenes que se arremolina en los sofás del hostal madrileño es Hakim, de 24 años. Le faltaban dos años para completar sus estudios de dentista en Damasco cuando le llamaron a filas. No quiso formar parte del sanguinario Ejército de Bachar el Asad y desertó. El paso siguiente y obligado era huir. Invirtió el dinero que tenía en cruzar el norte de África y llegar a Marruecos. Desde Castillejos nado hasta Ceuta. Su mujer pagó 2.000 euros para incrustarse en los bajos de un coche. De allí, les llevaron a Sevilla porque su hijo estaba muy enfermo y lo ingresaron en el hospital. Ellos fueron acogidos en un centro de refugiados. Allí permanecieron los seis meses que marca la norma española, con 50 euros al mes de dinero de bolsillo. Después, asegura, la calle. Ahora su familia le envía dinero con el que malvive. “No tengo nada, ni para pagar el hostal. ¿Por qué España no ayuda a los refugiados?”, pregunta Hakim, que como los demás tiene claros sus planes de futuro. “Alemania, inshallah”.

Berlín, la más demandada

Alemania es el país europeo más demandado por los refugiados, que prevé recibir 800.000 solicitudes de asilo este año. Berlín, además, acaba de renunciar a aplicar el Reglamento del Dublín para los sirios, que podrán quedarse aunque hayan entrado por otro país de la UE. El proceso de asilo suele durar unos seis meses, durante los que el cabeza de familia recibe 360 euros al mes además de alojamiento. Una vez aceptados como refugiados tienen las mismas prestaciones que el resto de los alemanes, incluido apoyo a la vivienda sin limitación en el tiempo si lo necesita explica Harald Löhlein, al frente del departamento de migraciones de Der Paritätische Gesamtverband, el paraguas que agrupa a 10.000 ong alemanas.

Abed Abu Al Sayed, un palestino de Nablús, de 51 años, es otro de los refugiados condenado a la indigencia. “Estoy desesperado, me voy a volver loco”, dice este hombre que duerme a la intemperie entre cartones. Su mujer y sus hijos llegaron después que él y están en un centro de refugiados. A él, asegura que ya no le admiten porque agotó los seis meses reglamentarios. “¿Qué va a pasar con mis hijos cuando se les acaben los seis meses?. Vine para darles una vida decente en España”.

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El sistema de acogida español está desbordado, según el análisis de las organizaciones que trabajan con los refugiados. España no ha sido capaz de adaptarse al incremento de solicitudes de los últimos años a raíz de la guerra de Siria ni al nuevo perfil de los que llegan traumatizados y no hablan español. El incremento de solicitudes de asilo —6.202 en lo que va de año, según Interior más que en todo 2014 y que las 2.588 de 2012— no ha venido acompañado de un aumento proporcional de fondos. El resultado es que hay menos recursos para cada refugiado. La Agencia de la ONU para los Refugiados, Acnur consideró recientemente “que tanto la duración de los programas como la actual infraestructura de los servicios, incluidos los CETIS de Ceuta y Melilla no están dando una respuesta adecuada [...] y están exponiendo a muchas personas a situaciones de riesgo y de marginación”.

Fuentes del ministerio de Empleo alaban el sistema y aseguran que se han ampliado las plazas de acogida sin ofrecer cifras, pero reconocen que “los ritmos de las Administración no son todo lo ágiles que nos gustaría” y que las estrecheces, provocadas en parte por los recortes de 2012, han obligado “a priorizar a los más vulnerables”. “España empezó el año pasado a adaptarse y redimensionarse”, añaden las fuentes. Empleo contempla un aumento de fondos, de un 449,9% para 2016, hasta 53,08 millones de euros.

Hoteles, barracas militares y pisos compartidos en Suecia

Casi desde el inicio de la guerra siria, hace ya cuatro años, Suecia se percató de que el conflicto expulsaría a millones de refugiados, tal y como ha sucedido. Desde entonces, han puesto en marcha un complejo despliegue logístico para acoger a los refugiados. Este año se prevé la llegada de unos 74.000 demandantes. El Gobierno echa mano de hoteles, barracas militares, pisos compartidos y en general de cualquier lugar habitable para asentar a los refugiados. Disponen además de unos 250 euros de bolsillo al mes por cada adulto y algo menos para cada niño. Esos beneficios duran lo que dure el proceso administrativo hasta que los solicitantes obtienen la residencia. Después son trasladados a viviendas del Estado o subvencionadas, donde se cuentan con un seguimiento muy personalizado para tratar de que encuentren un empleo. Reciben clases intensivas de idiomas, además de diversas ayudas. Ese proceso, hasta que puedan caminar solos, puede durar cerca de dos años, según explica una portavoz de la Agencia de las migraciones sueca.

Desde la Comisión Española de Ayuda al Refugiado, Cear, explican que si antes, los solicitantes de asilo pasaban entre 9 y 12 meses en los centros de acogida, ahora es muy excepcional que sobrepasen los seis. Antes de la crisis, muchos se marchaban antes porque encontraban trabajo en la construcción. Ahora, esa situación ha cambiado radicalmente. “En seis meses es casi imposible aprender un idioma y encontrar trabajo, sobre todo para gente traumatizada”, considera Estrella Galán, secretaria general de Cear.

A los que llegan se le suman los que vuelven. El reglamento de Dublín, que  determina qué país examinará las solicitudes de asilo, establece que los refugiados se asentarán en el primer país de la UE por el que entren. Sólo este año, España ha recibido 2.686 peticiones de devolución por Dublín. “Han aumentado muchísimo las personas retornadas a España por Dublín”, asegura José Javier Sánchez, subdirector de migraciones de Cruz Roja, quien asegura que planean duplicar el número de plazas de sus centros en las próximas semanas, cuando reciban una nueva subvención.

Países como Alemania o Suecia, muy demandados por los refugiados tienen claro que la integración es clave. Que es al Estado al que le interesa que aprendan el idioma y encuentren un trabajo cuanto antes, porque a nadie le conviene eternizar la dependencia ni crear focos de marginación. Son conscientes también de que necesitan la mano de obra que los refugiados suministran. Ese sentido común queda aún muy lejos de los que se encuentran varados en territorio español, en un hotel de paredes desnudas y que sueñan con tocar cuanto antes suelo alemán.

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