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En busca de petróleo en las costas españolas

Una decena de proyectos de grandes compañías tratan de encontrar hidrocarburos en el mar Los sondeos en el Mediterráneo se han reactivado

Elena G. Sevillano
Plataforma petrolíera Casablanca, situada frente a Tarragona.
Plataforma petrolíera Casablanca, situada frente a Tarragona.Carles Ribas

Los científicos alertan de que el planeta no puede seguir emitiendo dióxido de carbono si quiere evitar que la temperatura global suba más de dos grados. Estiman que un 90% de las reservas de carbón, un 35% de las de petróleo y la mitad de las de gas deberían dejarse bajo tierra. Sin embargo, decenas de compañías siguen buscando hidrocarburos por medio mundo. También en España, donde la mayoría de los nuevos permisos de investigación que se conceden lo son para el medio marino. Una decena de proyectos pretenden comprobar si las costas españolas albergan gas o petróleo en cantidad suficiente para ser extraídos.

Un estudio reciente de la Asociación Española de Compañías de Investigación, Exploración y Producción de Hidrocarburos (Aciep) estimó que hay más gas y petróleo convencionales frente a las costas —en inglés, offshore— que en tierra. El texto distingue siete dominios en el mar con posibilidades: golfo de Valencia, Mediterráneo sur, mar de Alborán, golfo de Cádiz, margen Atlántico, golfo de Vizcaya y Canarias.

“El potencial geológico de España es notable, y puede contribuir a paliar la dependencia energética de nuestro país. Hay que seguir trabajando en conocerlo mejor. Si no exploramos no podremos llegar a saber cuál es ese potencial”, asegura Francisco de la Peña, presidente de Aciep, que avanza que su asociación está trabajando con el Instituto Geológico y Minero de España (Igme) para calcular con mayor precisión las posibles reservas de hidrocarburos.

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El último informe anual sobre el sector energético del Ministerio de Industria, La energía en España, recuerda que en 2013 se solicitaron 14 nuevos permisos para investigar presencia de hidrocarburos, “principalmente en medio marino”, lo que “pone de manifiesto el interés del sector en el offshore español”. Grandes compañías multinacionales como Repsol, Cairn Energy, Spectrum o Schlumberger tienen proyectos de exploración. Se trata, señala De la Peña, de actualizar el conocimiento que ya se tiene sobre estas zonas gracias a las mejoras tecnológicas. Spectrum, empresa especializada en sondeos sísmicos, asegura que España tiene 189 pozos exploratorios en la costa, la mayoría perforados en los años setenta.

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La caída del precio del crudo no parece haber desanimado a las compañías, opina Carlos Bravo, portavoz de una de las organizaciones más activas contra las prospecciones marinas, Alianza Mar Blava. “El interés sigue vivo. Seabird le acaba de vender a Schlumberger, una empresa muchísimo más grande, el permiso para hacer una campaña sísmica frente a la Costa Brava, entre el golfo de León y el norte de Menorca. Una compañía así no invertiría en ir a buscar a una zona si cree que no hay nada”, explica. “Se han producido algunas renuncias y parece que el ritmo se ralentiza, pero, al menos en el Mediterráneo, los proyectos siguen muy vivos”, añade.

Cañonazos de aire rodeados de polémica

Los sondeos marinos en busca de hidrocarburos —campañas de adquisición sísmica en jerga técnica— no son una novedad en el Mediterráneo, pero en los últimos años han generado una enorme polémica porque se conocen mejor los efectos que pueden producir en la fauna marina. Se necesita una evaluación de impacto ambiental previa.

La exploración sísmica marina se utiliza para confirmar si hay estructuras geológicas susceptibles de almacenar hidrocarburos. Una embarcación recorre (en líneas paralelas y perpendiculares, hasta crear una especie de malla) la zona que se quiere investigar arrastrando unos cañones de aire comprimido que emiten sonidos (alcanzan los 250 decibelios). Estos atraviesan la capa de agua y parte del subsuelo y rebotan hacia la superficie. Los ecos que generan se procesan y sirven para elaborar mapas de las estructuras marinas.

Repsol es una de las compañías que ha renunciado a proyectos. La multinacional ha descartado los sondeos frente a las costas de Málaga (proyecto Siroco) porque, explica, tras la compra de la canadiense Talisman Energy en mayo pasado, ahora cuenta con proyectos exploratorios más avanzados y más rentables en otros lugares. El permiso de investigación que tenía expiró el 20 de agosto y no ha sido renovado, explica a EL PAÍS un portavoz de Repsol. La compañía, añade, tampoco tiene previsto perforar el segundo pozo que tiene autorizado en Canarias.

La escocesa Cairn Energy renunció a buscar petróleo y gas en el golfo de Valencia después de que un informe del Ministerio de Medio Ambiente desaconsejara las prospecciones en la zona por afectar a especies protegidas, como cetáceos y tortugas. Pero los planes para conocer si hay reservas de crudo recuperables en el Mediterráneo han cobrado nuevo impulso este verano. Spectrum pretende conocer la estructura geológica del Mar Balear en un área de 14.000 kilómetros cuadrados. Según Bravo —el Ministerio de Industria no ofreció información—, la compañía ya ha presentado el estudio de impacto ambiental, que ahora tiene que someterse a información pública. La oposición ciudadana al proyecto de Spectrum generó en 2014 más de 128.000 alegaciones, récord histórico en un procedimiento de evaluación ambiental en España, recuerda Bravo.

Los sondeos en el Mediterráneo son los que mayores enfrentamientos políticos han generado, incluso dentro del PP. Los Gobiernos valenciano y balear rechazaban las prospecciones mientras el Ministerio de Industria los apoyaba. Mañana, la Alianza Mar Blava y otras plataformas ciudadanas han convocado a un acto público a los partidos para pedirles su compromiso y lograr que el Congreso declare por ley el Mediterráneo como “zona libre de prospecciones petrolíferas”.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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