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Trampas mortales cazaciclistas

Aumentan las denuncias de los aficionados a la bicicleta de boicots en las sendas Un aficionado ha fallecido en Cantabria tras chocar con un cable colocado en un camino

Ciclistas de montaña en La Pedriza, en el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama.
Ciclistas de montaña en La Pedriza, en el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama.Santi Burgos

Jesús Ángel Santos, zamorano de 43 años, padre de familia y ciclista aficionado, murió el pasado 25 de julio en Arenillas de Ebro (Valderredible, Cantabria) por un cable atravesado en un sendero balizado del Gran Recorrido que parte de Fontibre y va buscando el cauce del río hasta su desembocadura. El obstáculo, situado a la altura de la cadera, era un pastor eléctrico de esos que se utilizan para controlar al ganado, pero en ese lugar, extendido entre dos postes, cortando el paso en una vía señalada y oficial, no podía estar. Santos tropezó con el cable y se partió el cuello en la caída.

Hay dos vecinos de la zona imputados por homicidio imprudente por la primera muerte en España a causa de los obstáculos que los ciclistas se encuentran en el monte. Su número aumenta, según los ciclistas, y en algunos casos están colocados de tal forma que parecen auténticas trampas. Los deportistas creen que las ponen personas que no quieren compartir el monte e intentan mantenerles alejados de campos de cultivo, pastos o cotos de caza.

La Xunta y colectivos de monte preparan un código de buenas prácticas

Ha habido denuncias en Galicia, Madrid, Asturias, Cantabria, País Vasco o Andalucía de alambres de espino atravesados en caminos, de clavos enterrados en el suelo, de socavones abiertos o enormes piedras después de un cambio de rasante… Y ha habido heridos. Algunos, por cortes en el cuello. A otros, como a David Fernández, un alambre de espino le desfiguró la cara en la primavera de 2014 cuando salió a pasear entre las localidades asturianas de Bueño y Palomar.

En el caso fatal de Cantabria, los lugareños rechazan hablar de “trampas”, aunque alguno admite la imprudencia de colocar el cable (que no estaba puesto dos días antes del accidente) en mitad de un pasto atravesado por la ruta. El pastor eléctrico tenía atada una bolsa de plástico (se suelen poner para advertir del obstáculo), pero estaba justo después de una bajada de más de 100 metros y varias curvas. “Es una desgracia, un caso muy triste, pero no entiendo que nadie quiera hacer daño”, dice Raúl Guillarón, secretario general de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores y Ganaderos (Asaja) de Cantabria.

Algunos obstáculos se colocan sin conciencia de las terribles consecuencias que pueden tener, pero otros tienen la firme intención de intimidar, según Víctor Tarodo, vicepresidente de la Asociación Internacional de Bicicleta de Montaña (Imba, en sus siglas en inglés). “Era solo cuestión de tiempo que hubiera alguna desgracia como esta”, se lamenta.

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Intereses encontrados

Otro ciclista está a la espera de juicio tras sufrir

“Hay trampas donde hay monte. Porque el monte está lleno de intereses”, explica Juan Torrado, presidente de Asciga (Asociación de Ciclistas Galegos). “Allí coincidimos propietarios de terrenos, ganaderos, cazadores, pirómanos que no quieren ser descubiertos… Y los últimos en llegar fuimos los deportistas. Algunos creen que les espantamos las presas, otros se quejan porque hay algún ciclista que, sin permiso, abre pistas nuevas”. Cada vez que los ciclistas localizan un obstáculo, alertan a la Guardia Civil, pero si no hay víctimas la experiencia les dice que “al final no se buscan culpabilidades”, añade Torrado.

Fuentes de la Guardia Civil reconocen su existencia y su peligrosidad, pero comentan que no todas se ponen para los ciclistas. Por ejemplo, hay con pinchos colocadas por cazadores furtivos para que los motoristas del Seprona o los agentes forestales no puedan perseguirlos.

Galicia es la zona donde más problemas ha habido con presuntas trampas para ciclistas —y también para motoristas aficionados, aunque estos últimos tienen legalmente vetado el acceso a muchos más espacios naturales—. Y en esa autonomía se ha producido otro de los accidentes más graves. Fue el de Diego González, un vigués que en 2014, con 37 años, saltó por los aires al chocar con una enorme piedra colocada en medio de una bajada para ciclistas, escondida tras un salto en el terreno. Sufrió una lesión medular que le ha dejado sin sensibilidad desde el cuello, en todo su cuerpo. Por este caso están imputados cuatro miembros de la Comunidad de Montes de Valadares, una zona forestal en el término municipal de Vigo. Pero el juicio todavía no tiene fecha y la víctima no ha cobrado ningún tipo de indemnización.

El mes pasado, dos décadas después de sus duelos sobre dos ruedas en el Tour y el Giro, Induráin y Chiappucci se encontraron en una prueba deportiva en Galicia y firmaron dos maillots: uno para Diego y otro para sortear entre admiradores y conseguir algo de dinero para el ciclista herido.

En busca de convivencia

Tras el accidente de Diego, se convocaron reuniones entre los dispares colectivos que comparten el monte y representantes de la Xunta de Galicia. El objetivo, de momento no alcanzado, era elaborar una especie de código de buenas prácticas. “No hay colectivos culpables, hay gente que comete barbaridades, pero los hay entre los cazadores y los ganaderos y también entre los ciclistas”, asegura Tarodo. “De lo que se trata es de perseguir al que actúe mal y de ponernos de acuerdo para compartir el espacio natural”, añade.

Desde la Real Federación de Caza rechazan cualquier práctica que pueda poner en peligro a alguien, sin embargo, reclaman que se ponga orden y se señalice claramente para distinguir los caminos de uso público —aunque atraviesen fincas particulares— de los espacios privados en los que se han abierto rutas a las bravas. Esa necesidad la admite Juan José Trueba, presidente de La Federación Cántabra de Ciclismo. Esta ha pedido a los deportistas que les envíen fotografías de los puntos conflictivos. “Nos han llegado cuatro o cinco y son todas de pastores eléctricos”. dice Trueba.

En la zona donde se mató Jesús Ángel Santos hay más de un punto donde suelen poner esos cables. En una ruta claramente señalada e incluida en el catálogo de caminos naturales del Ministerio de Medio Ambiente, la solución sería sustituirlos por pasos canadienses (suelos de barras metálicas por los que los animales no se atreven a pasar) o puertas metálicas de fácil apertura para el paseante. Son más caras, pero infinitamente menos peligrosas.

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