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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Elecciones autonómicas, pero…

El nacionalismo, como todo populismo, siempre necesita mantener la tensión inventando falsos agravios del enemigo exterior que ha escogido, en este caso, España

Francesc de Carreras

La convocatoria de elecciones autonómicas que anteayer dispuso Artur Mas es obvio que se atiene a la ley. Dentro de las competencias del presidente de la Generalitat figura la facultad de disolver el Parlamento y, a la vez, convocar nuevas elecciones siempre que ello se formalice de acuerdo con los requisitos de tiempo y forma que, en este caso, como en todos los anteriores, se han cumplido. No era de prever, por tanto, ningún problema. Pero como siempre hay que dar la sensación que el acoso del Estado a Cataluña nunca cesa, era preciso inventarlo.

Así, para ir caldeando el ambiente, los medios de comunicación catalanes, una vez más, han intentado durante los últimos diez días mostrar la intrínseca perversidad de lo que ellos llaman Madrit creando la sospecha de que el decreto de convocatoria podría ser recurrido por el Gobierno para impedir que se celebrasen las elecciones. Naturalmente, en caso de transgredir la legalidad el Gobierno no solo tendría el derecho sino también el deber de impugnarlo ante los tribunales.

Pero no había ningún síntoma de ello, en ningún caso Artur Mas había dado muestras de pretender otra cosa que convocar elecciones autonómicas para el día 27 de septiembre desde que lo acordó formalmente este invierno con ERC, la Asamblea Nacional Catalana, Omnium Cultural y la Asociación Catalana de Municipios para la Independencia. Es obvio que anunciarlo con tanta antelación es algo anormal, pero ya sabemos que Mas es desde hace tiempo una marioneta en manos de Esquerra y que aquello que es anormal en las democracias occidentales es habitual en la Cataluña. Por tanto, nada nuevo bajo el sol.

El nacionalismo, como todo populismo, siempre necesita mantener la tensión inventando falsos agravios del enemigo exterior que ha escogido, en este caso, España, el Estado español, en definitiva, Madrit, este término que lo engloba todo y lo personifica en una ciudad y en un club de fútbol. Si acabamos con ellos, si nos separamos de esta rémora insufrible, causa de todos nuestros males, seremos libres, prósperos y felices. Esta mentira histórica, esta simplificación de los hechos, es lo que trasmiten cada día los medios de comunicación catalanes, públicos y privados.

El ciudadano cansado, agotado, harto de esa farsa, está a punto de tirar la toalla. Este es el peligro del 27-S, que este ciudadano no acuda a votar. Son elecciones autonómicas, no plebiscitarias, un oxímoron imposible. Pero los contrarios a la independencia deben ser conscientes que no son unas elecciones cualquiera, que su resultado será interpretado en clave de plebiscito y que se juegan mucho. Por ello, hay que ir a votar: para dejar claro cuál es la mayoría y cuál la minoría. Abstenerse sería el mayor error.

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