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Pactos tras el 24M
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Espabilados

Iglesias y Sánchez coinciden en que su prioridad es sacar al PP de las instituciones mediante pactos, pero no a cualquier precio

Pablo Iglesias y Pedro Sánchez han coincidido en que su prioridad es sacar al PP de las instituciones mediante pactos, pero no a cualquier precio. Ese criterio fue traducido en el comité federal socialista del pasado sábado en pautas como votar investiduras pero sin entrar en Gobiernos de coalición; o como renunciar a desbordar al PP cuando casi alcanza la mayoría absoluta, o hay una gran diferencia de votos, o sería precisa una alianza de tres o más formaciones heterogéneas para sumar la mayoría necesaria. Estas autolimitaciones supondrán en autonomías y ayuntamientos importantes dar luz verde a que siga el PP.

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Lo cual es mal visto por sectores socialistas para los que el objetivo de desalojar al PP del poder donde sea posible es una obligación política y moral. Ese desalojo requeriría en casi todos los casos un pacto con Podemos, con o sin el refuerzo de IU. Pacto que según las encuestas es el preferido por los votantes de ambos partidos, pero que provoca reticencias en las respectivas direcciones.

En el caso de Podemos se ha visto claramente en la forma como han planteado su posible apoyo a la investidura de Susana Díaz: condicionando el inicio de la negociación propiamente dicha a exigencias previas presentadas como de sentido común y transversales, pero que, sobre todo, son de difícil cumplimiento: hubiera sido deseable que Chaves y Griñán dimitieran voluntariamente, pero obligar a que su partido les fuerce a hacerlo por orden de Podemos supone desconocer la psicología humana y solo se explica si se trata de encontrar razones para no pactar.

Algo que tiene que ver con su principio ideológico central según el cual PSOE y PP son siameses que practican la misma política a las ordenes de una élite que dirige el país. Es incoherente considerar que la prioridad es desplazar al PP del poder, para lo que admiten que tendrían que unir fuerzas con el PSOE, y mantener la teoría de los partidos siameses.

Y más ahora que se presentan como socialdemócratas a la vez que se proponen eliminar al principal partido socialdemócrata. Y al que apremian a “dar un giro de 180 grados” a la vez que le invitan a ser “más modesto”. Ensoñación en parte compartida por C’s, empeñado en condicionar su apoyo a decisiones como la de convocar primarias, pero de la que parece estar desenganchándose Rivera al admitir que el desbloqueo institucional es una necesidad en sí misma, sin que favorecerlo suponga “dar el visto bueno a nadie”.

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Las debilidades de los nuevos no impide reconocer su influencia dinamizadora de la política española. Sobre todo, haber sabido detectar la existencia de bases objetivas para un potencial conflicto generacional: los jóvenes se encuentran hoy en una situación de discriminación en el acceso al mercado laboral y a la vivienda, pero también en oportunidades de ocupar puestos de responsabilidad en diferentes ámbitos. Ese bloqueo ha provocado su distanciamiento de los partidos tradicionales, que se han visto obligados a espabilar.

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