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“¿En qué se diferencia su sufrimiento del mío?”

Dos familiares de víctimas de los GAL y de una escisión de ETA comparten su dolor

Iñaki García y Axun Lasa en un centro de estudios universitarios de San Sebastián.
Luis R. Aizpeolea

Iñaki García Arrizabalaga y Axun Lasa son dos de las 17 víctimas del terrorismo comprometidas con el programa de encuentros de víctimas en las aulas vascas, organizado por la Secretaria de Paz y Convivencia del Gobierno vasco y que ha llegado a más de 3.000 jóvenes estudiantes. Su fin es deslegitimar el terrorismo y reivindicar la convivencia. El padre de García Arrizabalaga, Juan, delegado de Telefónica en San Sebastián, fue asesinado por los Comandos Autónomos Anticapítalistas, una escisión de ETA, en 1980. El hermano de Lasa fue secuestrado por el GAL en 1983, torturado, asesinado y enterrado en cal viva. Los actos de reconocimiento a las víctimas del terrorismo se multiplican en Euskadi.

EL PAÍS ha organizado un coloquio entre Iñaki García Arrizabalaga y Axun Lasa:

Mensaje en las aulas

Iñaki García Arrizabalaga: Transmito a los jóvenes que el odio es un sentimiento natural ante la circunstancia extrema del asesinato de un ser querido. Pero es necesario salir de él porque sólo perjudica a uno mismo. Y se puede transformar en mensaje en favor de la convivencia.

Axun Lasa: Les digo que he sentido rencor, que me ayudó a salir el reconocer el dolor que tenía y que están las víctimas de ETA, la mayoría, pero también otras a las que no se escucha.

I. G. A. Que la convivencia es posible y necesaria entre diferentes y que por encima de ideas hay que reconocer el sufrimiento que ha existido aquí. El perdón descoloca a los chicos.

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Preguntas sorprendentes

A. L. Me conmueve si preguntan “¿Por qué os han hecho eso?” Llama la atención el respeto.

Iñaki: “Ahora se empiezan a reconocer los abusos policiales”

I. G. A. Y la pregunta “¿Por qué no el ojo por ojo?” Me preguntaron: “Si tuviera una pistola apuntando a la cabeza del asesino de tu padre, ¿qué haría?” Preguntas descarnadas e inocentes a la vez.

Recorrido

I. G. A. Mi padre fue secuestrado y asesinado el 23 de octubre de 1980 por una escisión de ETA. Tras el shock inicial pensé en el ojo por ojo. Entré en una espiral de odio. En 1984 fui a estudiar fuera y entendí que estaba arruinando mi vida. Coincidí con Cristina Cuesta, también victima del terrorismo, que tomó la iniciativa de trabajar por la reconciliación, y me apunte. Hasta hoy.

A. L. En 1982 me detuvieron y fui torturada. Al año siguiente desapareció mi hermano. Estaba en un caos total. En 2007 me impliqué en Glencree. Fui con miedo a conocer otro tipo de víctimas y me sirvió para aceptarme tras conocer sus vivencias.

Apoyo social

I. G. A. Recuerdo que nadie de la autoridad municipal, provincial ni del Gobierno vasco ni del español ni de la Iglesia se acercó a mi familia a testimoniar su solidaridad. Estuvo mi familia sola. Hubo gente que respondió y quien dejó de saludarnos. El origen de la violencia sufrida por la familia de Asun es distinto al de la mía. ¿Pero el sufrimiento en qué se diferencia? Me molesta cuando alguien monopoliza el sufrimiento. Lo que no significa equiparar situaciones. Deberíamos tener los mismos derechos.

A. L. Nosotros tuvimos apoyo social, pero no institucional ni mediático. Me sorprendió comprobar que las víctimas de ETA no tenían todo el apoyo institucional que pensaba Y oírlo repetir ahora me conmueve. Esa soledad que cuenta Iñaki. No hablamos de ideas. Hablamos de lo que hemos sufrido, del dolor intencionado. Cuando oí a un concejal socialista, escoltado durante mucho tiempo, contar el sufrimiento que había padecido, me impresionó. Descubrí a victimas a las que no había tenido en cuenta.

El trato de la justicia

I. G. A. No ha habido ni trato ni justicia. Mi padre fue asesinado en 1980 y hasta 2013 nadie del poder judicial nos dijo nada. En 2013 supimos que el caso estaba a punto de prescribir, con lo que va a quedar en la impunidad más absoluta. Te queda la sensación de que algo ha fallado. Las víctimas necesitamos, aunque sea simbólicamente, un juicio.

Axun: “Cuando oí a un concejal lo que había padecido me impresionó”

A. L. En mi caso lo pasamos muy mal y costó mucho. Pero conseguimos llevarles a juicio. Un coronel de la Guardia Civil, un teniente coronel, un gobernador civil y varios guardias fueron condenados a más de 300 años de cárcel. Están todos en la calle y eso es duro porque la justicia no se aplica igual. Pero, al menos, hubo juicio y condena.

I. G. A. ¿Reconforta?

A. L.Reconforta mucho que se haga justicia y los culpables tengan nombre y apellidos.

I. G. A. En nuestro caso, lo sabemos. Uno murió en Brasil, en un accidente de tráfico; del otro, el Gobierno venezolano denegó su extradición.

Reconocimiento

I. G. A. Con las victimas del terrorismo de ETA el reconocimiento institucional ha avanzado, aunque el primer acto del Gobierno vasco fue en 2007. Hay instituciones del Estado que ponen trabas para reconocer a las víctimas del GAL y no permiten que hablemos en el Parlamento con ellas. Pero ha habido un avance y se empieza a reconocer a víctimas de abusos policiales.

A. L. Los reconocimientos en el caso de los GAL y de abusos policiales son sobre el papel, con la excepción del caso Lasa y Zabala en el que hubo juicio. Falta empatía.

I. G. A. Se necesita tiempo. En un coloquio en Salamanca algunos sostenían que era propaganda filoetarra decir que en Euskadi había víctimas de controles policiales. Hay mucho desconocimiento. Mucha miopía. Intervine hace poco en el Ayuntamiento de Donosti. Un medio gipuzkoano dijo que a mi padre le habían “ejecutado”, el verbo que utilizó en 1980. Son incapaces de decir “asesinado”.

Asociaciones de víctimas

A. L. Las asociaciones de víctimas no deben estar politizadas. Deben defender a las víctimas.

I. G. A. Cuando entramos en política perdemos la legitimidad que tenemos como víctimas. No es nuestro papel decidir la política penitenciaria. Nos hace perder empatía y genera hastío en la gente.

A. L. Aquí los políticos tienen su responsabilidad.

I. G. A. Nos han utilizado y, cuando la situación les ha desbordado, nos han dejado de lado.

El futuro común

I. G. A. Contribuir con nuestra historia y dejar que los historiadores hagan la historia con mayúsculas.

A. L. De acuerdo. Deben ser los historiadores.

I. G. A. Para alguna gente, tu y yo teníamos que estar enfrentados. Pero si somos capaces de estar aquí charlando, ¿por qué no podemos pedir al conjunto que haga un esfuerzo de convivencia?

A. L. Descoloca cuando nos ven juntos. Alguna vez me han dicho: “¿Qué haces tu con esa gente?” Y yo les he contestado: “Esa gente soy yo”.

I. G. A. La mayoría de las victimas hemos educado a nuestros hijos en la convivencia y el respeto. Mis hijas saben cómo murió su abuelo, pero crecen sin odio.

A. L. Además, el dolor te deja descolocado, sin fuerzas. Para la venganza hay que tener energía. Y ese dolor no lo quieres para nadie. Ni para tu enemigo. A mis hijos les alivia verme sin odio.

La reinserción

I. G. A. Si una persona reconoce la injusticia del daño causado y pide perdón, tiene derecho a una segunda oportunidad. Creo en la reinserción. Hace poco vi a un ex alto cargo decir en televisión que el GAL fue un mal necesario. Esa persona no está recuperada. Tampoco me basta que otros digan que tácticamente no es buena la violencia. Tienen que reconocer que éticamente fue un desastre.

A. L. Tienen que decir que nunca debieron tomar ese camino.

I. G. A. Cuando se habla del derecho a la verdad hay que reconocer que las víctimas del Estado lo tienen más difícil. El Estado tiene que reconocer que nunca debió existir el GAL ni la tortura. Es bueno que las víctimas del terrorismo hagamos ese reconocimiento extensivo a ellas. Pero avanzamos, y los jóvenes crecen de mejor manera que nosotros.

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