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El Espíritu Santo frente a las urnas

Aires de cambio en la jornada electoral más abierta de la democracia

Patricia Ortega Dolz
Varias personas esperan su turno para votar en Córdoba.
Varias personas esperan su turno para votar en Córdoba.Rafa Alcaide (EFE)

Una palabra culebreó alrededor de las urnas: “Cambio”. España vivió este domingo una jornada electoral histórica. En cuestión de once horas los más de 35 millones de españoles convocados a votar dirimirían uno de los panoramas políticos más abiertos en casi cuarenta años de democracia, con una amplia gama de colores sobre las 57.739 mesas electorales repartidas por el país: azul, rojo, morado, naranja, magenta, verde…

Más tacos de papeletas entre los que elegir tras la irrupción de fuerzas políticas emergentes. Gente que se arremolinaba buscando sobres e identificando listas. El ambiente en los colegios hablaba de un agotamiento del bipartidismo, de un tránsito hacia la pluralidad de partidos, encabezados ya no sólo con nombres de políticos profesionales, sino también con los de poetas, filósofos metafísicos, profesores universitarios, activistas antidesahucios, jueces…

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Un día, el 24 de mayo de 2015, para confirmar o desmentir los reñidos resultados que desde hace meses venían vaticinando las encuestas. Empates e incertidumbres que llevaron a políticas ya bregadas, como la popular Rita Barberá —24 años alcaldesa de Valencia— a darse ánimos a sí misma: “Vamos chica”, se dijo en voz alta mientras introducía su voto. O a Esperanza Aguirre, a encomendar a los electores a Pentecostés: “Que el Espíritu Santo inspire a los madrileños para que voten lo mejor para Madrid”. Y a Ana Botella, a quien la lideresa aspira a sustituir en el puesto de alcaldesa de la capital, a meterse en una cabina para ocultar su voto, mientras su marido y exmandatario José María Aznar, se paseaba con sus sobres y sus papeletas por el colegio Everest de Monteclaro (Madrid). Otros expresidentes del Gobierno, como Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, directamente no aparecieron. Votaron por correo.

En cuestión de horas se dilucidaría si España abandonaba la llamada “vieja política” —la de “la casta” vapuleada por los escándalos de corrupción— e inauguraba una nueva con rostros nuevos. Un relevo, un testigo y toda la pista por correr —quizá de la mano de algún otro— hasta la próxima meta: las elecciones generales de noviembre.

Alguno se retiró antes de empezar la carrera, como el candidato de Ciudadanos en Dos Hermanas (Sevilla), Manuel Valera, que formalizó su dimisión después de votar alegando “razones personales” y negando haber cogido “ni un solo euro” para defenderse de las acusaciones de sus excompañeros de partido del PP. Albert Rivera, desde Barcelona, salió en su auxilio y confirmó que la renuncia se debía a cuestiones “familiares y personales” y que otras interpretaciones solo buscaban “hacer daño” a Ciudadanos.

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España votaba. Con pequeñas incidencias, como el fallo de los sistemas electrónicos instalados en Burgos —una de las 21 ciudades españolas que ensayaba ese experimento tecnológico—, que impidió momentáneamente votar a una veintena de personas que aparecían registradas como si hubiesen solicitado el voto por correo. O con suplentes de mesas detenidos por irrumpir borrachos para ejercer de presidentes “a toda costa”, como ocurrió también en Dos Hermanas. Y al revés: presidentas de mesa que fueron detenidas por darse a la fuga, como sucedió en Monforte de Lemos (Lugo). Pero en general, quitando algún listo que trató de votar dos veces, y alguna mochila sospechosa que obligó a desalojar por minutos algún colegio de Madrid, la jornada se caracterizó por la tranquilidad.

Los hubo madrugadores, como la candidata de Ahora Madrid, Manuela Carmena, que a las 10.00 y acompañada de sus nietos introdujo sus papeletas en las urnas recordando las palabras del pensador Emilio Lledó, recientemente galardonado con el premio Princesa de Asturias de Comunicación: “Esperemos que Madrid recupere su decencia”.

También los hubo que desde Vallecas hablaron para el mundo, en inglés, como Pablo Iglesias, el líder de Podemos: “Tonight the change begins in our town halls and regions, and it also begins in Spain” (“Esta noche empieza el cambio en nuestros ayuntamientos y comunidades, y también en España”). Y los que se dirigieron desde Barcelona a todos los españoles, como Rivera: “No vale con quejarse, hay que votar”.

Y por supuesto, poetas como Luis García Montero, candidato regional de IU en Madrid, que habló de la “ilusión de votar”. Y catedráticos de Metafísica como el exministro y candidato socialista a la misma comunidad, Ángel Gabilondo, que se refirió a la jornada como a esos momentos en los que “la palabra se hace acción” y, con tono platónico, apeló a una “transformación hacia lo mejor”.

La irrupción —en menos de un año— de nuevos partidos como Podemos y Ciudadanos en el mapa electoral español, y la celeridad con la que se han elaborado algunas listas, dieron lugar a situaciones paradójicas como la de la candidata a la alcaldía de Madrid por Ciudadanos, Begoña Villacís, que no pudo votarse a sí misma por no estar empadronada en la capital. Encomendados a Pentecostés o al destino, la participación se acercó al 65%, algo más de un punto menos que en 2011.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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