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Poder compartido, no con partido

Las encuestas son claras: los ciudadanos piden acuerdos poselectorales como vía para la regeneración. Podemos condicionará las elecciones, pero C’s determinará los pactos

Los ciudadanos están hartos del modelo de hegemonía política que rige en España desde 1982 y están dispuestos a votar a los partidos emergentes para conseguir acabar con el bipartidismo e instaurar un nuevo esquema basado en pactos postelectorales que aseguren escenario de poder compartido (junto y con eme, no con partido). Esa es la primera conclusión del análisis de las últimas encuestas realizadas por Metroscopia para EL PAÍS. Además, los expertos de esta firma de demoscopia son tajantes al afirmar que “los españoles dieron la última oportunidad al bipartidismo en 2011 y los dos partidos dominantes, especialmente el PP, que obtuvo la mayor concentración de poder en la historia democrática, han suspendido el examen y han puesto fin a una historia de más de treinta años”.

En 1980, mientras España se preparaba para el segundo gran cambo de la transición (la llegada del PSOE de Felipe González al poder), el grupo sueco Abba lanzaba una canción que muy pronto se situó en los primeros puestos de las clasificaciones de ventas musicales: The winner takes it all (el ganador se lo lleva todo). Un titular premonitorio de lo que iba a ocurrir menos de dos años después y que iba a marcar la política española durante las siguientes tres décadas. En 1982, el PSOE se llevó el 48,1% de los votos en las elecciones generales e inició una larga temporada de gobierno; 13 años en los que no compartió el poder con nadie (tuvo que firmar algunos pactos con los nacionalistas), tras la experiencia negativa de los pactos municipales con el Partido Comunista en 1979. En 1996, con el PSOE agotado por la crisis económica y la corrupción, tomó el relevo el Partido Popular de José María Aznar, que lo devolvió al PSOE ocho años después, en los que tampoco tuvo que hacer excesivas concesiones.

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Lo verdaderamente significativo de los últimos 33 años es que el bipartidismo ha controlado entre un 63% y un 83% de los votos en las elecciones generales, lo que les ha permitido gobernar con cierta comodidad, con un modelo de hegemonía en el Parlamento e internamente en sus partidos. “El PP y el PSOE no han compartido poder ni en el escenario político nacional ni en sus propias organizaciones”, explica un analista de Metroscopia. Y recuerda el Congreso del PSOE de mayo de 1979 en el que Felipe González propuso renunciar al marxismo y, al fracasar en el intento, presentó su dimisión, aunque volviera triunfalmente en un congreso extraordinario en el que asumió todo el control del partido. En ese congreso, además de debatirse marxismo sí o no, hubo una discusión subterránea sobre democracia o eficacia en el funcionamiento interno del partido. Ganó la eficacia y Alfonso Guerra asumió el poder total del aparato del PSOE. Lo mismo le sucedió a Aznar en 1992 y a Rajoy en 2005; la eficacia eclipsó la democracia interna.

Ese modelo hegemónico ha muerto en la actual legislatura. En las elecciones generales de 2011, el PP batió todas sus marcas con un 44,6% de los votos y aunque el PSOE se derrumbara hasta el 28,8%, el bipartidismo se mantuvo por encima del 73% del electorado. Sin embargo, un año después, las encuestas empezaron a mostrar el agotamiento del sistema de the winner takes it all. Primero irrumpió Podemos y luego Ciudadanos, consiguiendo romper el monopolio que no habían podido ni agrietar IU y UPyD. Luego llegaron las elecciones europeas y las andaluzas, en las que se consolidó el ascenso de estas fuerzas emergentes, arrancando votos a diestro y siniestro. Y la última encuesta publicada por EL PAÍS hace una semana consolidaba el empate de las cuatro fuerzas políticas; con la curiosidad de que PP y PSOE se llevarían el 38,8% de los votos, mientras que Podemos y Ciudadanos acaparaban el 40,9%. Lo que en 2004 se repartían dos partidos, ahora lo hacen cuatro.

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¿Qué mensajes están enviando los ciudadanos en las encuestas y en las propias elecciones? Quieren sustituir el modelo hegemónico por un poder compartido real, en el que el diálogo, la negociación, las concesiones y los pactos formen parte de la naturalidad democrática. Curiosamente, el mismo modelo con el que se funcionó durante la transición y que ayudó a crear un entorno estable que posibilitó el desarrollo democrático en España.

El 77% de los españoles quieren que PP y PSOE dejen de ser hegemónicos y pacten con los emergentes

Los españoles llevan ya años reclamando pactos cada vez que se produce alguna crisis, pero ahora van mucho más allá. En la última oleada de clima social de Metroscopia, realizada entre los días 7 y 9 de abril, el 76% de los encuestados decían preferir que PP y PSOE dejen de ser los dos partidos predominantes en la escena política y pasen a compartir el protagonismo con otros. Un mensaje clarísimo que viene a confirmar la tendencia marcada en la intención de voto a lo largo de los últimos meses.

Dentro de menos de un mes llegarán las elecciones municipales, así como en 13 autonomías españolas. Los sondeos indican que, como en Andalucía, se acaba el tiempo de las mayorías absolutas y se inicia la era de los pactos, del poder compartido. Dentro de esos posibles acuerdos, los españoles prefieren que forme gobierno el partido más votado, en solitario, pero con apoyos puntuales. Es decir, que tenga que consensuar su acción de gobierno. Y en caso de necesitarse coaliciones, la más deseada es la del PSOE y Ciudadanos. Según los analistas, Podemos condiciona las elecciones, pero Ciudadanos determinará los pactos.

En Dinamarca, existe la costumbre de que la misma noche electoral, mientras avanza el recuento de las papeletas, los partidos empiecen a fraguar los pactos que se firman a los pocos días. Es una tradición tras muchos años sin mayorías absolutas. Aquí en España, hace casi un mes que se celebraron las elecciones en Andalucía y todo sigue empantanado, sin visos de un acuerdo inmediato. Eso se debe a que no hay costumbre de pactar. Ni el PP ni el PSOE tienen experiencia en compartir el poder. Como mucho, han pactado apoyos a cambio de proyectos o inversiones. Es el momento de educarlos, como a los niños cuando no dejan sus juguetes. Mariano, Pedro, Susana, María Dolores... ¡hay que compartir!

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