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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Pactos difíciles

Hay que olvidarse de que uno puede gobernar y mantener la virginidad programática

Fernando Vallespín

A la luz de las encuestas estaríamos casi condenados a los pactos de Gobierno o a los Gobiernos de coalición. La situación en Andalucía está demostrando, sin embargo, que no va a ser tan hacedero como lo pintan. En los partidos hay un temor casi supersticioso a retratarse, seguramente porque se intuya que todo pacto puede pasar factura en elecciones posteriores: dime con quién pactas y te diré quién eres. La actitud dominante es la de ponerse estrechos, no dar la impresión de que uno se deja seducir con facilidad; mostrar que se tienen principios o “propuestas programáticas” que no pueden ponerse en riesgo así como así. Y eso afecta sobre todo a los partidos nuevos, que no por casualidad se presentan como alternativa a los viejos, no como sus mamporreros.

Hay temor a retratarse, porque se intuya que todo pacto puede pasar factura

Con todo, ya empiezan a asomar maneras y tendencias que habrá que confirmar en la próxima convocatoria electoral. Como la jactancia del partido “más votado”, que contempla toda concesión a otros como un signo de debilidad. Es un tic muy propio de los viejos partidos, que todavía siguen pensando que el mero hecho de quedar por delante ya les da derecho de pernada. O que sólo son factibles los pactos entre alguno de ellos y uno de los nuevos: Ciudadanos como comodín universal, que habría de estar dispuesto a casarse con Susana en Andalucía y con Esperanza en Madrid, por poner dos ejemplos posibles.

Lo cierto es que todavía sigue vivo el bipartidismo metodológico. Un ejemplo de ello es la propia encuesta de Metroscopia que publicaba este periódico el pasado domingo. Ahí, en las opciones de pactos posibles no figuraba la de los nuevos entre sí, Ciudadanos y Podemos, cuando sería perfectamente factible si el objetivo al que ambos aspiran es la renovación a fondo de la política española y conjuntamente sumaran mayoría absoluta. Siempre tiene que haber alguno de los viejos en todas las combinaciones, a pesar de que la propia encuesta daba a cada uno de los cuatro grandes un peso aproximadamente igual.

Nos cuesta interiorizar un sistema de gobernabilidad más complejo

Es muy posible que ello se deba a la enorme extrañeza que sentimos cuando nos apartamos del eje izquierda-derecha. Aunque todos sabemos que a él se le superpone el otro de nuevo-viejo, en el fondo seguimos pensando que es una distinción artificial y que, llegado el caso de la decisión límite, la de sumar mayorías, cada cual acabará inclinándose por afinidades ideológicas. De ahí la ventaja de C’s como partner universal aparente, el pivote que desde el centro puede oscilar hacia un lado u otro, algo que, insisto, todavía está por demostrar.

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El caso es que aún no hemos dado con una cultura de pactos y nos cuesta interiorizar un sistema de gobernabilidad más complejo, aquél que se construye sobre las concesiones mutuas. O compatibilizar la inveterada práctica de dar leña en la campaña para acabar después sentándose a conciliar con los que antes hemos puesto a caldo. Lo que ya podemos empezar a abandonar es la idea de que uno puede contribuir a gobernar y mantener a la vez su virginidad programática.

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Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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