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Las caries que ha abierto la crisis

La salud dental se resiente y las alternativas solidarias no alcanzan a las clases medias

Carmen Morán Breña
Un madre ayuda a su hijo en el dentista solidario de la Cañada Real, en Madrid.
Un madre ayuda a su hijo en el dentista solidario de la Cañada Real, en Madrid. álvaro garcía

La crisis ha profundizado sus raíces por todos los sectores, y allá donde no se espera aparece una caries. O desaparece una muela. La sanidad pública protege la salud en tiempos precarios... pero los dentistas cuestan, y la principal diferencia entre una sociedad rica y una pobre está en las sonrisas. ¿Qué ha pasado en las bocas españolas durante los años de crisis? A Juan Pérez los dentistas de la sanidad pública ya le han sacado tres muelas, porque en estos años de atrás, la mala vida creció pareja a la pérdida de ingresos y abandonó su salud dental. Todo lo que puede hacer, por ahora, son extracciones gratuitas para ir saneando el desaguisado. Los empastes e implantes tendrán que esperar.

Los últimos datos que maneja la Sociedad Española de Periodoncia, que analizan la situación que ha dejado la crisis, indican que un 90% de los mayores de 65 años solo conserva una media de seis a 12 piezas dentales. Más de la mitad de la población no fue al dentista entre 2011 y 2012. La fragilidad de la economía, sostienen, ha originado un descenso de las revisiones de un 35%. La mayoría de los padres no lleva a sus hijos a las revisiones periódicas y entre un 37% y un 55% de los críos en edad escolar tiene caries. La crisis no ha hecho más que agravar una asignatura que España jamás aprobó con nota.

El sector odontológico ha visto desaparecer en estos años buena parte de su clientela por falta de dinero para costear un servicio que tiene precios libres. Pero también han aflorado iniciativas solidarias para rebajar estos costes entre los más necesitados: dentistas sin fronteras, odontología solidaria, fundaciones y las clínicas universitarias donde se forman los futuros dentistas. Pero todo el mundo no puede acceder a estos descuentos: a veces hay que ser un menesteroso estricto.

Más de la mitad de la población no fue al dentista entre 2011 y 2012

Juan Pérez ha elegido este nombre falso para contar su itinerario de los últimos meses hasta acabar sin tres muelas. Acudió dolorido al médico de cabecera, en Madrid, le recomendaron una extracción urgente y le remitieron a la trabajadora social para que le orientara sobre ayudas para quien no tiene un duro: dentistas sin fronteras, odontología solidaria... El pliego incluía casi una decena de posibilidades, pero en alguna ya avisaba de que conseguir cita no era cuestión de días, sino de meses. “Llamé a la facultad de Odontología de la Complutense y me han dicho que para hacerme un primer diagnóstico me llamarán en un año más o menos. También fui a la clínica de la Universidad Europea y me hicieron su presupuesto, pero no me alcanza. Es mucho el deterioro y poco el dinero que tengo”, sonríe, aún sin grandes mellas.

Otros modelos

GABRIELA CAÑAS / PABLO GUIMÓN, París / Londres

En Francia la sanidad pública se hace cargo del 70% de la tarifa que el sistema fija, por tanto, si una limpieza está tasada en 28,92 euros el Estado se hace cargo de unos 20 euros. Pero los dentistas no suelen aplicar las tarifas fijadas, sino que las sobrepasan. Y el coste adicional lo pagará el paciente. Para las prótesis dentales también se cubre el 70% y Francia paga el 100% de la ortodoncia si el dentista respeta las tarifas oficiales y previa supervisión del presupuesto.

El sistema de salud británico también ofrece un tratamiento dental completo, que evite el dolor y garantice una correcta higiene dental, pero lo limita a determinados colectivos, como las embarazadas o que hayan dado a luz en los 12 últimos meses, los menores de 18, estudiantes a tiempo completo menores de 19, ingresados en los hospitales o personas con ayudas sociales. De no ser así se impone una horquilla de precios en función del tratamiento.

En España, sin embargo, la asistencia dental en el sistema público es escasa y muy desigual por comunidades autónomas. La crisis no ha ayudado a que esto vaya a mejor. Y la publicidad engañosa, que el Consejo de Odontólogos tiene denunciada en algunos casos, se extiende.

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Los cuidados dentales no han sido nunca plato fuerte en España, el país, junto a Rumanía, donde menos se visitan las clínicas. Y la asistencia pública no cubre apenas nada, parecido a otros países, como Portugal o Italia, pero los modelos francés, belga, austriaco, alemán son mucho más proteccionistas. “Se pagan impuestos, sí, pero el Estado presta más ayuda”, zanja el presidente del Consejo de Odontólogos de España, Óscar Castro. En España la protección dental alcanza solo a los menores entre seis y 14 años y a unas cuantas operaciones que no incluyen la ortodoncia. Para los adultos, solo las extracciones y alguna intervención de urgencia. Castro advierte de que las ventajas para niños son muy desiguales por comunidades.

Los precios en las alternativas solidarias son variadísimos y dependen de la renta que acredite el paciente. Por poner unos ejemplos: un empaste en la clínica Reto puede costar unos 27 euros, que en centros ordinarios alcanza entre 40 y 60. Unos 10 euros cuesta en dentistas sin fronteras, algo que no cubre los costes de la intervención, dicen. Pero en este caso solo aceptan a personas derivadas de Cáritas.

Algunas de las opciones más baratas tienen una larga lista de espera

En la facultad de Odontología de la Complutense, las batas blancas y azules se cruzan entre aparatos y pacientes de esta clínica universitaria donde los alumnos de 4º y 5º curso de carrera atienden a personas de toda edad bajo la supervisión de los profesores. La fama de este servicio les ha reportado una cartera de clientes que para sí quisieran muchos profesionales. Pueden tardar un año en dar cita. Tienen unos precios económicos y aun revisados a la baja por las exigencias del guion. Para los que llegan derivados de servicios sociales es gratis. En función de la necesidad de aprendizaje del alumnado rebajan el precio de cada servicio. “La atención es barata y de calidad, pero algunos esperan meses. Apenas se pagan los costes del material”, dice la gerente de la clínica, Pepa Fontecilla. La clínica Complutense lleva funcionando no menos de 60 años, cumpliendo así la exigencia de prácticas de la titulación. Y Fontecilla dice con orgullo que los profesionales que salen de esas aulas son de los mejores preparados de Europa.

En la red solidaria los precios son más económicos, pero en tiempos de crisis mucha gente no puede ni abonar el resto. En Dentistas sin Fronteras les hacen un presupuesto y se van con él a Cáritas, por ejemplo, pero el papeleo se alarga y las bocas se van deteriorando y a veces cuando vuelven, el diagnóstico se ha agravado, dice Isabel Bascones, médica voluntaria en esta ONG.

La población drogodependiente presenta también acuciantes necesidades odontológicas y en la clínica Reto les atienden a un precio económico. Tienen unos 20 días de espera. Pero esta lista ha bajado porque muchos no pueden pagar nada y desisten de ir al dentista, cuenta Ramón del Moral, educador social de la clínica, por la que no solo pasan los que presentan problemas con las drogas.

Un dentista en la parroquia

A las puertas de la precaria consulta del dentista, el gitano va y viene para sacudirse el frío. Está harto de esperar en la furgoneta y patea el suelo con ritmo militar: “Ya está bien, toda la mañana esperando por el dentista… les sale cualquier cosina en la boca y hale, al médico, estilo payo”, se enfada. La mujer sale a pedirle paciencia, que qué culpa tiene ella de que el médico tarde con la criatura.

La clínica tiene una sala de espera de dos metros cuadrados donde también se mueren de frío unas pocas mujeres, de origen gitano o magrebí, con sus hijos. Dentro no hay mucho más espacio pero se respira la calidez de las atenciones médicas. Y de la calefacción. La modesta parroquia de la Cañada Real, un poblado chabolista madrileño, ha cedido este espacio al Colegio de Odontólogos de Madrid para que ejerza allí su solidaridad lunes, martes y sábados por la mañana. Quince dentistas voluntarios turnan su tiempo en esos menesteres. Esta mañana, el pequeño Andy chilla temeroso en manos de uno de ellos. Son tres euros por consulta y un máximo de 20 por familia al año. Todos llegan derivados por los servicios sociales.

En esta clínica la prioridad es frenar lo que está mal para que no vaya a peor y enseñar normas de higiene: más formación que terapia. A los seis años, Jony, un rubiejo peligroso, se ha caído y se ha roto los dientes. “Ellos me hacen daño”, se queja señalando la puerta cerrada dentista.

Pero dice que sí, que se cepilla cada noche. La madre asegura con resignación que perdió toda la dentadura “con los embarazos”.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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