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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El proceso y la ficción siguen

Nunca la UE ni los Estados de la ONU aceptarían la secesión de un territorio

Francesc de Carreras

En los últimos meses, tras el pinchazo del independentismo en el pseudoreferéndum de noviembre, parecía que el llamado “proceso” independentista había decaído en intensidad, ritmo y apoyos. Y, sin duda, así ha sido. Pero no ha concluido del todo. Quienes iniciaron improvisadamente este proceso no están dispuestos a defraudar a los centenares de miles de catalanes que han confiado en ellos y buscan salidas para no hacer el ridículo: montados en su bicicleta siguen pedaleando para aplazar en lo posible su inexorable trompazo final.

Estamos ya en la fase de la pura comedia, protagonizada de nuevo por Mas y Junqueras

Como de la tragedia a la comedia solo hay un paso, el acuerdo del pasado lunes significa que estamos ya en la fase de la pura comedia, protagonizada de nuevo por Mas y Junqueras. El acuerdo contiene dos aspectos principales: el carácter plebiscitario de las próximas elecciones autonómicas y, según sea su resultado, el inicio de un proceso de ruptura con la legalidad vigente.

En primer lugar, pues, las elecciones anunciadas para septiembre tendrán carácter plebiscitario, lo cual quiere decir, según los firmantes, que las candidaturas soberanistas han de dejar claro que “votarlas supone un pronunciamiento favorable a la independencia de Cataluña” y, de este modo, los resultados electorales deben ser interpretadas en clave de referéndum. En segundo lugar, si estas candidaturas resultan mayoritarias se iniciará un proceso de transición consistente, básicamente, en crear unas instituciones del nuevo Estado y elaborar una Constitución que deberá ser ratificada mediante referéndum en un plazo máximo de 18 meses.

Así pues, en el caso de que los resultados den una mayoría de votos favorables a la independencia, se iniciaría de inmediato una etapa de transición que ya supondría una ruptura con el Estado y la legalidad vigente dado que, según dice el acuerdo de forma confusa, tras las elecciones se formulará una “declaración soberanista inicial” a la que le seguirá “un proceso hacia la proclamación del nuevo Estado” durante el cual se ejercitarán “los actos de soberanía necesarios para construir un nuevo país”, sin estar supeditados al derecho vigente ni a eventuales impugnaciones judiciales.

Engañar al ciudadano es algo que a la larga debe pagarse caro
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Esta fase postelectoral parece ilusoria, pura ficción. Nunca la Unión Europea, ni los Estados que forman parte de la ONU, ni por supuesto España, aceptarán la secesión del territorio de un Estado que deliberadamente, sin ni siquiera disimularlo, ya que lo proclama en un acuerdo público, incumple la legalidad vigente de este mismo Estado. Engañar al ciudadano, alentar expectativas de imposible cumplimiento, es algo que a la larga debe pagarse caro. Sin embargo, lo peor es que los efectos perniciosos de esta política-ficción no van a cargo solo de los protagonistas, autores y actores, de esta comedia sino también de los sufridos ciudadanos, incluidos los seducidos por cantos de sirena que no llevan a ninguna parte.

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