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Elecciones andaluzas
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Personalismos

Díaz se ha atado al mástil de su compromiso con Andalucía para no caer en la tentación

La mayor estabilidad de su Gobierno con que la presidenta andaluza justificó el adelanto electoral no es algo que se pueda dar por alcanzado. Pero la posición de su partido y la de ella al frente sí han mejorado. Porque los socialistas son ahora la primera fuerza; y porque su liderazgo personal se ve reforzado tras pasar por las urnas.

Para gobernar necesitará apoyos externos. El más obvio sería el de Ciudadanos (C’s), pero Rivera ha puesto condiciones exigentes (y con nombres propios) que hacen poco probable el pacto; y la propia Susana Díaz ha dicho que gobernará en solitario, con pactos variables. Fórmula que a Zapatero le fue mal en su segunda legislatura. Fue causa de inestabilidad, sobre todo por su dependencia de Esquerra, que sustituyó como aliado a CiU, radicalizada a su vez por ese cambio.

La presidenta andaluza  ha imitado a los líderes nacionalistas que se envuelven en la bandera para defenderse de acusaciones de corrupción

Además, está la cuestión previa de la investidura. Descartando la mayoría absoluta exigible en primera votación, cabe en segunda la mayoría simple, entendida como más votos a favor que en contra. En teoría podría darse con la abstención del PP (que defiende como criterio general que gobierne la lista más votada), pero ya lo ha desechado; o de al menos dos de las otras tres fuerzas, lo que implicaría una negociación que, en vísperas de las municipales, no será fácil.

Cara a las legislativas, se ha evidenciado que hay fuerzas no nacionalistas susceptibles de desempeñar la función de partidos bisagra que asumieron en su día CiU y PNV. Algo que era un objetivo implícito de partidos como C’s y UPyD. Si estas fuerzas hubieran ido juntas podrían haber alcanzado el 11,2% de los votos y dos o tres escaños más, siempre que les hubieran votado todos los que lo han hecho por separado. Lo cual difícilmente habría ocurrido porque el ascenso de los de Albert Rivera es inseparable del reforzamiento de su imagen por su empeño en alcanzar un pacto que los de Rosa Díez rechazaron, lo que les costó una acusada pérdida de prestigio que habría lastrado a la conjunción.

Una paradoja de los resultados del 22-M es que el freno al populismo que supone la victoria del socialismo, y la posibilidad de evitar la dependencia de los partidos nacionalistas que augura, se hayan alcanzado al precio de un discurso extremadamente populista y seminacionalista en la campaña. Susana Díaz ha imitado a los líderes nacionalistas que se envuelven en la bandera para defenderse de acusaciones de corrupción (como literalmente hizo un diputado socialista andaluz en el reciente debate del estado de la nación), identificando Andalucía con su partido y a este con su persona.

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Por eso, aunque haya evidenciado un empuje que falta a otros líderes, Díaz tendría dificultades insalvables para justificar su eventual abandono de la presidencia de la Junta para competir por la candidatura socialista a la presidencia del Gobierno de España: se ha atado al mástil para no caer en la tentación.

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