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El problema del santo conquistador

El papa Francisco indigna a algunos indios de California al anunciar la canonización del cura español Junípero Serra, que fundó las misiones en el siglo XVIII

Pablo Ximénez de Sandoval
El padre Teodomiro Fuentes, junto a una estatua de Junípero Serra en la misión de San Gabriel, en Los Ángeles.
El padre Teodomiro Fuentes, junto a una estatua de Junípero Serra en la misión de San Gabriel, en Los Ángeles.ARMANDO ARORIZO

El sacerdote Teodomiro Fuentes, el padre Teo, nació en Espinosa de Cerrato, un minúsculo pueblo de Palencia, en 1927. Con 10 años, sus padres lo mandaron al seminario en Segovia junto con su hermano, porque era la única manera de escapar de la miseria: “Mi padre no quería que fuésemos curas, sino que saliéramos del pueblo y estudiáramos”, cuenta el padre Teo. Salió como misionero a Filipinas en 1951. No ha vuelto a ejercer en España. Tras varios destinos, lleva 20 años viviendo y dando misa en la misión de San Gabriel, un convento del siglo XVIII al este de Los Ángeles, California. Con su boina y su aire rural castellano, hablar con él mientras pasea por la misión es como volver a España de golpe, en medio de la gran urbe californiana a 28 grados en febrero. Y es por eso que Fuentes se considera a sí mismo, y a todos los religiosos de las misiones de California, prueba viviente de la santidad de otro español, fray Junípero Serra.

La mayoría de los californianos escribe su dirección postal con nombre de santo gracias a, o por culpa de, Miquel Junípero Serra. Nació en Petra, Mallorca, en 1713, se fue a México con 30 años y a los 56 le encargaron evangelizar la inexplorada Alta California. En los siguientes 14 años, recorrió el actual Estado de California y fundó nueve misiones, entre San Diego y San Francisco, que fueron la columna vertebral de la futura europeización de este territorio. Fue también el comienzo del fin del modo de vida de los nativos. Estas dos características del personaje, el asombroso legado evangelizador de Serra y las consecuencias que a la larga su aventura tuvo para los indios, han entrado en conflicto en California nada más anunciar el papa Francisco, el pasado enero, su intención de canonizarlo este año.

"Es como canonizar a Hitler", afirma un líder de la etnia que habitaba el valle de Los Ángeles cuando llegó Serra

“El mayor argumento de la santidad de ese hombre somos nosotros”, afirma el padre Teo, que considera la presencia de religiosos en este lugar prueba viviente del reconocimiento que se le debe a Serra. “Llevamos doscientos años viviendo de su fe. ¿Acaso no es eso un milagro?”. Para Fuentes, “el milagro es ser fundador de fe. California es católica por él”. Tras dos siglos de inmigración anglo y asiática, sólo un tercio del Estado es católico, pero es una de las tasas más altas de EE UU. “Este hombre sacrificó su vida por plantar la iglesia aquí. Nosotros hemos mantenido la fe que nos dejó”.

La California que encontró el misionero español era un territorio prácticamente inexplorado. A finales del siglo XVIII, mientras en Philadelphia un grupo de filósofos y abogados debatían sobre el derecho natural y la independencia de Gran Bretaña, el oeste de Estados Unidos desconocía la cultura europea. Los 325.000 indios que habitaban estas tierras eran lo que hoy llamamos pueblos no contactados, sociedades cazadoras-recolectoras, muy diferentes de los imperios que los españoles se encontraron en México y Perú dos siglos antes. Las nueve misiones que fundó Serra son, literalmente, las primeras edificaciones de California. Pero el trabajo en las misiones y enfermedades como la viruela y el sarampión hicieron estragos. En menos de 50 años murieron 60.000 personas.

“Es como canonizar a Hitler”, dice Tim Miguel, representante de la etnia Kizh (llamada por algunos Tongva), que habitaba en San Gabriel. Los españoles los bautizaron como indios gabrielinos. “Nosotros vivíamos felices con todo lo que necesitábamos hasta que vinieron los españoles, mataron a muchos de nosotros y nos obligaron a construir la misión”. Miguel no concede el más mínimo reconocimiento al padre Serra, al que acusa de torturar a los indios y esclavizar niños. Asegura que ha escrito al papa Francisco, pero no le ha contestado. Las visiones de la iglesia y de parte de los nativos sobre Serra son irreconciliables. No hay terreno común sobre el que debatir. “Para ellos es insignificante, pero para nosotros es todo lo que tenemos”.

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El historiador Steve Hackell, para quien Serra es el fundador de California, explica que las misiones fueron "una amenaza existencial" para la cultura de los nativos

En un artículo titulado El próximo santo americano, el arzobispo de Los Ángeles, José H. Gómez, celebraba la canonización de Serra, que considera un reconocimiento de los orígenes cristianos del Estado, y también se refiere a las críticas de los nativos. “La Iglesia ha reconocido y pedido perdón por la crueldad y los abusos de los líderes coloniales e incluso de algunos misioneros. La Iglesia también ha reconocido con profundo arrepentimiento que el proyecto colonial alteró y en algunos casos destruyó formas de vida tradicionales”, dice Gómez. “No podemos juzgar comportamientos del siglo XVIII con criterios del siglo XXI”, añade.

Nada más anunciarse la canonización, Gómez tuvo una primera manifestación de nativos frente a la catedral de Los Ángeles. En sitios de internet como change.org se pueden encontrar peticiones para que Francisco reconsidere su decisión. Así las cosas, una tormenta se cierne sobre la próxima visita del Papa a Estados Unidos, en septiembre de este año. Para muchos, esa es la razón por la que Francisco no ha incluido California en su gira norteamericana, a pesar de la canonización de Serra y de la tradición católica del Estado más rico de la unión.

Steven Hackel, profesor de Historia de la Universidad de California, y autor de Junípero Serra, el padre fundador de California, considera que la polémica acaba por enterrar un personaje “extraordinario” que rivaliza con Washington o Jefferson en importancia a la hora de explicar EE UU. “La controversia de las misiones desgraciadamente ha ocultado el personaje. Él es el Colón de California, nuestro Cortés”.

En su libro, Hackel hace un retrato psicológico de Serra. “Ve las creencias de los indios como supersticiones”, explica. Viniendo de México, “eran los indios más subdesarrollados que había visto. Serra los veía pobres, desnudos y hambrientos. Los ve desesperados por el bautismo”. Las misiones “eran lugares difíciles y mortales”. “Serra quería que los indios dejaran su cultura y se convirtieran en católicos españoles. Ellos no querían, pero él lo veía como un regalo que les hacía. La mortalidad era astronómica”. “Las misiones”, explica Hackel “eran una amenaza existencial para su cultura. No los iban a matar, eso es absurdo, pero querían acabar con su cultura. Para algunos, oír al Papa decir que Serra es un santo es muy chocante”.

Serra, beatificado en 1988, murió con 70 años en la misión de San Carlos Borromeo de Carmelo (hoy la ciudad de Carmel), rodeado de amigos misioneros mallorquines y convencido de haber liberado a los indios de una vida miserable fuera de la fe cristiana. Allí está enterrado. Más de dos siglos después, el padre Fuentes también espera que le entierren en el jardín de la misión de San Gabriel. Pasea entre las tumbas en las que los sacerdotes están enterrados de dos en dos, se para, señala con el bastón y dice: “Seguramente me tocará con ese”. Fuentes no acaba de entender a qué vienen las críticas a Serra. Cree que en España no se aprecia a los grandes hombres de la Iglesia. “Pasó lo mismo cuando canonizaron a San Josemaría Escrivá de Balaguer”, se lamenta. “¿Que hubo disparates? No creo que haya un santo, fuera de Jesucristo, sin disparates” .

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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