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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Primer asalto

Es posible que los nuevos partidos, que vemos tan lozanos, estén ya cargados de arrugas al llegar las generales

Fernando Vallespín

Empieza el torneo. Cinco convocatorias electorales enlazadas. Y todo son preguntas. Sólo sabemos con seguridad que se ha roto ya el sistema de los vasos comunicantes por el cual los votos que pierde uno de los grandes partidos pasan automáticamente al otro; y, en menor medida, a los pequeños. Ahora hay nuevos contendientes y se han abierto nuevas líneas de trasvase. El primer aspecto a observar es este, la pérdida relativa de los grandes, eso que ahora se llama el “fin del bipartidismo”, y el ascenso correlativo de los nuevos. Va a ser también el momento de poner a prueba las encuestas, el tamaño relativo del voto oculto y si hay o no “burbujas” en la intención de voto a Ciudadanos y Podemos.

Las elecciones andaluzas no son el mejor laboratorio de observación de la posible erosión del PSOE

Las elecciones andaluzas no son, sin embargo, el mejor laboratorio de observación de la posible erosión del PSOE. Es casi seguro que allí aguantará el tipo, aunque permanece la incógnita de por cuánto. Pero es perfecto para ver si se produce el derrumbe del PP y hacia dónde van esos votos. O si IU aguanta frente a Podemos. Por cierto, a estos Anguita les hizo un regalo envenenado cuando dijo que eran “de los nuestros”. Es la mejor manera de desacreditar que Podemos representa una “nueva política” y amenaza sus aspiraciones por alargarse hacia el centro del tablero político.

Lo más interesante del domingo puede que sea, sin embargo, lo que no sabremos el lunes. ¿Cuál será el efecto de esta elección sobre la próxima, y de esta sobre la siguiente? Y, ¿quién pactará con quién? Dada la volatilidad del voto, es muy previsible que se produzca un efecto reflexivo de una elección a otra. Por ejemplo, si se piensa que no se ha castigado suficientemente a los grandes partidos, ¿habrá un incentivo para hacerlo en la siguiente? O quizá todo lo contrario. Todo son incertidumbres. Especialmente porque, en las municipales en particular, las recientes plataformas ciudadanas aportan nuevos actores y ahí las especificidades de cada lugar introducirán las distorsiones correspondientes.

Ocurrirá también con los pactos a los que puedan llegar unas u otras fuerzas y cómo se comporten en las negociaciones. Aquí el aliciente está en postergar los compromisos todo lo posible, en no mojarse. Pero esto también puede tener un efecto ambivalente porque el valor de la gobernabilidad y estabilidad puede empezar a cotizar al alza de cara a las generales. Más inseguridades añadidas.

Lo único cierto es que todos llegaremos agotados a noviembre
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Lo único cierto es que todos llegaremos agotados a noviembre. A la vista de la vertiginosidad con la que se acelera el tiempo en política, la gran cuestión puede que sea cómo lo vayan a aguantar los nuevos. Estos a los que ahora vemos tan lozanos es posible que cuando acudan a las generales estén ya tan cargados de arrugas como los de toda la vida. Cuatro campañas electorales son un formidable factor de envejecimiento. Si es así, aquello que los distinguía, su novedad, quizá se vaya difuminando progresivamente. Para el otoño ya estarán en el sistema, con la consiguiente deserotización que esto provoca. Más vale que se vayan preparando para tener que operar en el eje de toda la vida, el de izquierda-derecha. O, si no, al tiempo.

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Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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